Rafael Duyos, médico, poeta, rapsoda y sacerdote
Al enviudar, Rafael Duyos ingresó en la cartuja de Porta Coelia, cuya orden de San Bruno no es precisamente una de las más relajadas y flexibles. Fue ordenado sacerdote por el cardenal Tarancón.
Hace pocos días, exactamente el 23 de este mes de noviembre, podría haberse celebrado el 111º aniversario del nacimiento de un gran poeta valenciano, Rafael Duyos Giorgeta, que vino al mundo en la ciudad de Valencia el año 1906.
Rafael Duyos, aparte de poeta digno de figurar en una antología selecta y excelente rapsoda, de voz redonda y dicción transparente, fue un personaje fuera de lo común, que remató sus años en la cartuja de Santa María de Porta Coeli, sita en la localidad de Serra, provincia de Valencia, al oeste de Sagunto, a unos 35 kilómetros de la capital, en un paraje frondoso de pino mediterráneo, bálsamo del espíritu. Porta Coeli ha sido siempre cartuja, desde su fundación en 1272 por el dominico fray Andrés de Albalat, obispo de Valencia, aunque tras la desamortización de Mendizábal atravesó un largo período de mal uso y deterioro material y abandono religioso al ser expulsados los cartujos.
Fue abad de esta cartuja fray Bonifacio Ferrer, hermano del dominico San Vicente Ferrer. Participaron ambos en el famoso Compromiso de Caspe, una maravilla de laudo jurídico diseñado por San Vicente para elegir nuevo rey de Aragón, tras la muerte de Martín el Humano, que falleció sin dejar heredero. Cada una de las cortes de los tres reinos que integraban la corona de Aragón, reunidas por separado, tenían que nombrar tres compromisarios, uno por cada estamento que componían dichas cortes: el brazo nobiliario o militar, el brazo eclesiástico y otro por el brazo popular o municipal. Fray Bonifacio representó al brazo eclesiástico valenciano y San Vicente el municipal en nombre del ayuntamiento de Valencia. El elegido tenía que reunir, en votación secreta, al menos dos tercios de los participantes, o sea, seis votos, pero estos tenían que pertenecer a los tres reinos. Si algún candidato no recogía ningún voto de un reino, era desestimado.
De los seis candidatos propuestos, parientes todos del rey difunto, fue elegido Fernando de Antequera, infante de Castilla, de la familia de los Trastámara gallegos. El vencedor reunió los tres votos del reino de Valencia, dos de Aragón, y uno, el representante municipal, del condado de Barcelona. Así acabó la disputa de más de dos años de duración, con enfrentamientos armados de por medio, para elegir nuevo rey de la corona de Aragón, con la participación muy activa del prior de la cartuja de Porta Coeli, junto a su hermano el fraile de Santo Domingo.
Volviendo al personaje central de este artículo, el poeta Rafael Duyos, debo decir que se licenció en Medicina el año 1929. Se especializó en cardiología y durante la guerra civil permaneció en el Hospital Español de Tánger, y mantuvo amistad con los poetas de aquella situación: Alberti, Miguel Hernández, Max Aub, Juan Gil Albert, etc. Duyos fue amigo de rojos y azules, en una u otra época. Escribió por ejemplo, Romances de la Falange (1939) y Llanto por lo irremediable, en homenaje a Federico García Lorca.
Viajó durante largos periodos por Hispanoamérica, donde daba recitales poéticos, aparte de no dejar nunca de escribir poesía. Su poemario es amplio y variado, destacando los tema taurinos, amorosos, costumbristas y religiosos. De ellos cabe resaltar El romance de la Infanta Isabel, también llamado La Chata en los toros. Un cuadro a lo Sorolla de costumbres palaciegas, que es una verdadero regalo del buen decir para el paladar del espíritu. La Chata era la hija mayor de Isabel II y, por tanto, hermana de Alfonso XII, muy famosa y querida por la gente de a pie de su tiempo.
Rafael Duyos recibe la visita del torero Antonio Bienvenida. Duyos fue un gran aficionado a los toros y compuso varias poesías de motivo taurino.
Tras enviudar, Rafael Duyos fue ordenado sacerdote por el cardenal Tarancón, en 1973. Entre valencianos andaba la cosa, aunque el poeta fe siempre casi tan madrileño como de su tierra natal. Murió en Madrid, el 24 de septiembre de 1983, pocos días después de ser operado de próstata. Está enterrado, según tenía dispuesto, en Utiel (Valencia), junto a su esposa. Su memoria permanecería viva, como otros poetas ajenos al “régimen” dominante en lo cultural, si en los colegios, empezando por los de Valencia, tan infectados de sectarismo catalanista, se enseñara literatura y poesía de verdad, sin apriorismos, en lugar únicamente de los santos laicos de la izquierda agobiante.
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