Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

La esquizofrenia gnóstica sobre la pena de muerte


La alianza con la muerte que el pensamiento dominante impone –y que quiere que las leyes ratifiquen– va acompañada por el horror ante la muerte aplicada a los culpables de los más graves delitos. ¿Cómo explicar semejante esquizofrenia?

por Angela Pellicciari

Opinión

A principios del siglo V, en el primer libro de La Ciudad de Dios (capítulo XXI), San Agustín escribe: “El mismo legislador que así lo mandó expresamente señaló varias excepciones… Por consiguiente, no violan este precepto, no matarás, los que por orden de Dios declararon guerras o representando la potestad pública y obrando según el imperio de la justicia castigaron a los facinerosos y perversos quitándoles la vida”.
 
El Catecismo de la Iglesia Católica, en los número 2266-2267, aclara: “La legítima autoridad pública tiene el derecho y el deber de aplicar penas proporcionadas a la gravedad del delito... La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye (...) el recurso a la pena de muerte". Y señala como una de las finalidades de la pena "la defensa del orden público y la tutela de la seguridad de las personas". El poder temporal cristiano, y la misma Iglesia cuando tuvo poder temporal, se atuvieron siempre a estas indicaciones.
 
En las últimas décadas, el pensamiento gnóstico, radical y liberal-masónico lanzó un fuego de artillería contra la pena de muerte, que no debería aplicarse nunca, en ningún caso, ni siquiera antes crímenes crueles. Curiosamente, la aversión a la pena de muerte aplicada a los malhechores se ha afirmado paralelamente a la exaltación de la pena de muerte aplicada a los inocentes: a los millones de niños asesinados en el seno de su propia madre, y a los miles (por ahora, pero millones en un futuro próximo) de personas asesinadas porque son ancianas, enfermas o discapacitadas. El aborto se define y se publicita como una elección libre y un derecho humano, mientras que la muerte aplicada a los enfermos y a las personas con dificultades se considera “buena”, “dulce”: eutanasia, precisamente. En definitiva, un tipo de muerte tan especial que, en el fondo, no sería una muerte.
 
La alianza con la muerte que el pensamiento dominante impone –y que quiere que las leyes ratifiquen– va acompañada por el horror ante la muerte aplicada a los culpables de los más graves delitos. ¿Cómo explicar semejante esquizofrenia?
 
La familia es la institución que genera, protege y tutela –aunque no siempre, por desgracia– la vida en todas sus etapas. En particular es la familia la que protege la vida de los recién nacidos, de los niños y de los adolescentes. La vida de todos los que son objetivo prioritario de los “monstruos”, que por desgracia existen y no son pocos.
 
El mundo gnóstico siempre se ha caracterizado por un violento ataque a la familia, pero de forma particular el mundo gnóstico que se desarrolla a partir de la revolución luterana, triunfante en todas partes gracias a la doctrina de las “Luces”.
 
¿Es posible que en el origen de esa contrapuesta valoración de la muerte (buena para los inocentes, mala para los culpables) exista también el deseo de los “monstruos” de huir de las duras condenas en las que podrían incurrir? ¿Es posible que se quiera desmantelar la defensa de "el orden público y la seguridad de las personas” eliminando la máxima disuasión (por extrema y terrible que pueda ser) contra los horrendos delitos de trasfondo sexual?

Angela Pellicciari es autora de La verdad sobre Lutero y Una historia de la Iglesia.
Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Carmelo López-Arias.

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