Los niños y la ideología de género
Que el Parlamento Europeo encargue su informe sobre lo que debe ser la sexualidad y su educación a la diputada Lunacek, lesbiana que intentó, en 2013, legitimar la pedofilia, me parece de una absoluta falta de sentido común.
por Pedro Trevijano
De acuerdo con los últimos Papas, tengo muy claro que la ideología de género podrá ser todo lo políticamente correcta que uno quiera, pero no por ello deja de ser diabólica y sus defensores hacen gala de una gran incoherencia.
Por supuesto pienso que hay que condenar la pederastia, que es en los sacerdotes una circunstancia muy agravante. Es un gravísimo pecado y la condena de la Iglesia es tajante. Ya Jesucristo nos dice: “Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar” (Mt 18, 6). Con San Juan Pablo II se dieron órdenes de que, ante la pederastia, tolerancia cero. El Catecismo de la Iglesia Católica la condena en su número 2389. Benedicto XVI en su Carta Pastoral del 19 de marzo del 2010 tiene palabras muy duras hacia los sacerdotes y religiosos irlandeses culpables. Y el Papa Francisco dice en su Exhortación Amoris Laetitia esto: “El abuso sexual de los niños se torna todavía más escandaloso cuando ocurre en lugares donde deben ser protegidos, particularmente en las familias y en las escuelas y en las comunidades e instituciones cristianas” (nº 45). Hay que decir además que las medidas extremadamente severas tomadas por la Iglesia católica, en general mucho más severas que las de los ordenamientos civiles, están logrando reducir en muy buena proporción los nuevos casos de pedofilia.
En cambio, en la ideología de género pasan cosas que, empleando el término más suave que se me ocurre, son desconcertantes. Que el Parlamento Europeo encargue su informe sobre lo que debe ser la sexualidad y su educación a la diputada Lunacek, lesbiana que intentó, en 2013, legitimar la pedofilia, proponiendo una enmienda que invocaba la necesidad de una «educación sexual interactiva y libre de tabúes» para los niños mayores de 4 años, me parece de una absoluta falta de sentido común, aunque hace años, y como señal que ello no es ninguna novedad, una señora me escribía: “Corrupción mayor que robar el dinero de los impuestos de los ciudadanos, es la corrupción que se practica en las escuelas enseñando a los niños la sexualidad indiscriminada, y eso lo sé de buena tinta porque se lo enseñaron a mi hija, a quien con 12 años le dieron un condón y le enseñaron a masturbarse”.
En la ideología de género es la obtención del placer el principal objetivo de la sexualidad, que cada uno puede tratar de alcanzar según le venga en gana. Es curioso que cuando esta gente se presenta en las clases a dar su seudoeducación afectivosexual, nos dicen que lo que enseñan es objetivo, neutral y científico, ellos que no aceptan la existencia de verdades objetivas y cuya enseñanza se da de puñetazos con que se enseña en Ciencias y Medicina.
No nos extrañe por ello que importantes partidarias de esta ideología, como Kate Millet y Shulamith Firestone, defiendan la emancipación sexual de los niños, incluso suprimiendo las limitaciones de edad del consentimiento y dejando, en consecuencia, totalmente abierta la puerta a la pederastia, incluso suprimiendo el tabú del incesto, que sería el origen de la represión sexual percibida por el niño desde la infancia. Es cierto que hasta aquí todavía no han llegado nuestros políticos, pero todo se andará, porque yo he visto, hace ya bastantes años, que gente enviada por Sanidad decía a mis alumnos adolescentes que a ellos les merece tanto respeto un chico que se acuesta como uno que no se acuesta. Por supuesto, para ellos, a los peligros de embarazo o de enfermedades venéreas el condón es la respuesta ideal y verdaderamente responsable, aunque tenga un muy elevado número de fallos.
Ante una situación así, ¿qué podemos hacer? Por supuesto no quedarnos de brazos cruzados e informar a los padres de lo que está sucediendo. En cuanto a los padres, recordarles que tienen derecho, según el artículo 27 de la Constitución, a educar a sus hijos conforme a sus convicciones. Personalmente, solía aprovechar el mes de Mayo, que hace calor y los alumnos no tienen ganas de estudiar una asignatura como Religión, para dar mi cursillo de educación afectivo sexual, por supuesto con permiso de los padres, en el que ellos estaban interesados, e intentaba así que los alumnos descubriesen que la sexualidad ha sido puesta en nosotros por Dios, y, como todo, está orientada al amor y también a la vida.
Por supuesto pienso que hay que condenar la pederastia, que es en los sacerdotes una circunstancia muy agravante. Es un gravísimo pecado y la condena de la Iglesia es tajante. Ya Jesucristo nos dice: “Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar” (Mt 18, 6). Con San Juan Pablo II se dieron órdenes de que, ante la pederastia, tolerancia cero. El Catecismo de la Iglesia Católica la condena en su número 2389. Benedicto XVI en su Carta Pastoral del 19 de marzo del 2010 tiene palabras muy duras hacia los sacerdotes y religiosos irlandeses culpables. Y el Papa Francisco dice en su Exhortación Amoris Laetitia esto: “El abuso sexual de los niños se torna todavía más escandaloso cuando ocurre en lugares donde deben ser protegidos, particularmente en las familias y en las escuelas y en las comunidades e instituciones cristianas” (nº 45). Hay que decir además que las medidas extremadamente severas tomadas por la Iglesia católica, en general mucho más severas que las de los ordenamientos civiles, están logrando reducir en muy buena proporción los nuevos casos de pedofilia.
En cambio, en la ideología de género pasan cosas que, empleando el término más suave que se me ocurre, son desconcertantes. Que el Parlamento Europeo encargue su informe sobre lo que debe ser la sexualidad y su educación a la diputada Lunacek, lesbiana que intentó, en 2013, legitimar la pedofilia, proponiendo una enmienda que invocaba la necesidad de una «educación sexual interactiva y libre de tabúes» para los niños mayores de 4 años, me parece de una absoluta falta de sentido común, aunque hace años, y como señal que ello no es ninguna novedad, una señora me escribía: “Corrupción mayor que robar el dinero de los impuestos de los ciudadanos, es la corrupción que se practica en las escuelas enseñando a los niños la sexualidad indiscriminada, y eso lo sé de buena tinta porque se lo enseñaron a mi hija, a quien con 12 años le dieron un condón y le enseñaron a masturbarse”.
En la ideología de género es la obtención del placer el principal objetivo de la sexualidad, que cada uno puede tratar de alcanzar según le venga en gana. Es curioso que cuando esta gente se presenta en las clases a dar su seudoeducación afectivosexual, nos dicen que lo que enseñan es objetivo, neutral y científico, ellos que no aceptan la existencia de verdades objetivas y cuya enseñanza se da de puñetazos con que se enseña en Ciencias y Medicina.
No nos extrañe por ello que importantes partidarias de esta ideología, como Kate Millet y Shulamith Firestone, defiendan la emancipación sexual de los niños, incluso suprimiendo las limitaciones de edad del consentimiento y dejando, en consecuencia, totalmente abierta la puerta a la pederastia, incluso suprimiendo el tabú del incesto, que sería el origen de la represión sexual percibida por el niño desde la infancia. Es cierto que hasta aquí todavía no han llegado nuestros políticos, pero todo se andará, porque yo he visto, hace ya bastantes años, que gente enviada por Sanidad decía a mis alumnos adolescentes que a ellos les merece tanto respeto un chico que se acuesta como uno que no se acuesta. Por supuesto, para ellos, a los peligros de embarazo o de enfermedades venéreas el condón es la respuesta ideal y verdaderamente responsable, aunque tenga un muy elevado número de fallos.
Ante una situación así, ¿qué podemos hacer? Por supuesto no quedarnos de brazos cruzados e informar a los padres de lo que está sucediendo. En cuanto a los padres, recordarles que tienen derecho, según el artículo 27 de la Constitución, a educar a sus hijos conforme a sus convicciones. Personalmente, solía aprovechar el mes de Mayo, que hace calor y los alumnos no tienen ganas de estudiar una asignatura como Religión, para dar mi cursillo de educación afectivo sexual, por supuesto con permiso de los padres, en el que ellos estaban interesados, e intentaba así que los alumnos descubriesen que la sexualidad ha sido puesta en nosotros por Dios, y, como todo, está orientada al amor y también a la vida.
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