Martes, 05 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

«Amoris laetitia»: tensión en la trinchera del confesionario


Una señal de alarma viene ya del hecho de que sea posible interpretar las normas en forma radicalmente opuesta, como está pasando entre obispos y conferencias episcopales.

por Marco Tosatti

Opinión

Según el cardenal Reinhard Marx, en Amoris laetitia todo está claro, y en esa seguridad consigue encontrar las claves que autorizan a los sacerdotes alemanes a dar la comunión a los divorciados vueltos a casar. Pero también hay obispos que alimentan muchas dudas sobre la exhortación: un signo de que el documento está continuamente sometido a interpretación. Para otros, Amoris laetitia plantea una ambigüedad de fondo con efectos potencialmente devastadores para la unidad de la Iglesia. Una señal de alarma viene ya del hecho de que sea posible interpretar las normas en forma radicalmente opuesta, como está pasando entre obispos y conferencias episcopales. Pero luego hay otro peligro: que todas las tensiones y la falta de claridad se descarguen al final sobre la gente de las trincheras, esto es, sobre los sacerdotes en el confesionario.
 
El obispo auxiliar de Salzburgo, Andreas Laun, publicó en Kath.net un comentario y una carta. El comentario se refiere precisamente a las posibles contradicciones que perciben muchos en torno al documento. La carta está escrita por un sacerdote alemán, amigo del prelado, con ministerio en América Latina.
 
“Querido Andreas, mientras las preguntas que conciernen a los divorciados vueltos a casar se mantengan vagas y sin respuesta –como a menudo sucede con el Santo Padre-, puede luego suceder que tenga lugar la situación siguiente, absurda: un penitente (en el confesionario) presenta su situación, diciendo que quiere seguir viviendo como marido y mujer con su compañera, y luego pide la absolución, mencionando las diversas conferencias episcopales y, en fin, al Papa mismo. Entonces, como sacerdote me digo: “Mi conciencia me dice que no puedo dar la absolución, aunque el Papa mantenga la cuestión abierta; por tanto yo no puedo darte la absolución”. Pero el otro, remitiéndose al Papa, insiste en que quiere ser absuelto y recibir la comunión. ¿Debo entonces cambiar la forma de la absolución y decir: “El Papa te absuelve de tus pecados en el nombre del Padre… etc.? ¡Para mí esto es completamente absurdo! Pero ¿no es consecuencia de aquello?”.
 
El obispo Laun comenta: “Tengo miedo de que en esta pregunta se contenga una lógica de la que no se puede escapar… No existe la doble verdad, y para ciertas preguntas solo hay una respuesta verdadera… aun si obispos y conferencias episcopales enteras dan respuestas contradictorias. Algunas respuestas son verdaderas, otras ciertamente falsas. Los cuatro cardenales que presentaron los Dubia pueden estar satisfechos del modo en el que este sacerdote en Suramérica ha presentado el problema”.
 
Monseñor Laun explica luego a sus lectores que, como católicos, no pueden evitar este conflicto. “Temo que no haya forma alguna de evitarlo; este conflicto debe ser afrontado y resuelto, y sin un falso compromiso”. El Papa, concluye, es infalible, pero este carisma no puede ser comprendido y respetado sin tomar en consideración los límites, delimitados con precisión, del carisma mismo.
 
El obispo recuerda que al Papa, como a un buen padre, “se le pueden hacer preguntas, incluso críticas”. A veces  es mejor guardar silencio ante algunos errores que puedan ser cometidos por un Papa. Pero “no es este el caso del conflicto en curso. No se puede dejar reposando la cuestión discutida. Se refiere a la Iglesia, a la gente, a su relación personal con Dios, y a la imagen de la Iglesia hacia quien está fuera de ella”. Y concluye: “Hay un deber de obediencia al Papa y a la autoridad de la Iglesia; a veces existe en la Iglesia el derecho y el deber de hablar libremente”. E incluso si es difícil unir ambos aspectos, la Fe y la Razón deben cooperar. “¡También eso es verdaderamente católico!”.

Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Carmelo López-Arias.
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