Contrastes de España
La canonización o beatificación de estos tres «grandes» buscadores y testigos de Dios reavivará entre nosotros las raíces cristianas de nuestro pueblo. Porque no debemos ignorar que la fe cristiana y católica constituye la identidad más propia de nuestro pueblo.
España es tierra de santos, de grandes santos, donde se dan o coronan cimas muy altas de humanidad. Así lo ha sido a lo largo de toda su historia, también de su reciente historia. Ahí tenemos, como ejemplo y vivo testimonio, a tres casi contemporáneos nuestros: Rafael Arnáiz, joven universitario y monje trapense, Francisco Coll, sacerdote y fundador de las Dominicas de la Anunciata, que el próximo día 11 serán canonizados por el Papa Benedicto XVI, y Ciriaco María Sancha y Hervás, cardenal-arzobispo de Toledo, muerto el 1909, una de las figuras más importantes de la Iglesia en los últimos siglos, que será beatificado en la Ciudad Imperial, Toledo, el 18 de octubre.
Los tres nos muestran lo que acontece cuando se sigue el camino de la fe, que es senda de plenitud en todos los sentidos.
El hermano Rafael, buscador incansable de la verdad, nos muestra lo más verdadero del alma humana que no se contenta con menos que Dios, y nos dice que sólo Dios llena el corazón inquieto del hombre. El padre Francisco Coll, llevado por el evangelio de la caridad, sirve y se entrega en cuerpo y alma al hombre concreto y le abre caminos de futuro por medio de religiosas entregadas a la educación cristiana de la juventud y anunciando la verdad de Dios y del hombre en el Evangelio. El cardenal Sancha es «el pastor y primado en el amor» en la dificilísima encrucijada del final del siglo XIX y comienzos del XX, que impulsa el movimiento social cristiano, alienta la santificación de los sacerdotes e impulsa una fuerte comunión en la Iglesia y promueve unidad en España.
Tres hombres de fe, uno de Madrid, otro de Cataluña, otro de Burgos, amigos fuertes de Dios y, por eso, del hombre; tres hombres de nuestra tierra que amaron, además, a España, animan, hoy en la difícil situación histórica que atravesamos, a recobrar el vigor de una fe vivida y recorrer el camino que nos toca a los cristianos sin retirarnos con la mirada puesta en el Señor
La canonización o beatificación de estos tres «grandes» buscadores y testigos de Dios reavivará entre nosotros las raíces cristianas de nuestro pueblo. Porque no debemos ignorar que la fe cristiana y católica constituye la identidad más propia de nuestro pueblo. No se puede ignorar que la santidad, que es seguimiento fiel de Jesucristo, no merma en nada la plenitud de nuestras vidas, al contrario, la multiplica, la ensancha hasta abrazar con su amor los confines del mundo. La floración de santos ha sido siempre la mejor respuesta de la Iglesia a los tiempos difíciles, pues sólo una Iglesia de santos aparece nítidamente como fuente de esperanza para el mundo. ¿Cómo contrasta esto con algunos hechos en la mente de todos: por ejemplo, el «sentar en el banquillo» al Papa Benedicto XVI, ofensa grave e injusta, o la no defensa de la vida en todas las fases su existencia que detonan una quiebra moral muy grande, una quiebra del hombre sin fututo alguno? España es un país de contrastes, cierto. Pero, no menos cierto es que es un pueblo con hombres, como todo hombres, llamados a una grandeza y una dignidad que no se puede perder; como es también un pueblo que tiene una identidad y una historia que le han hecho capaz de grandes gestas que sí tienen futuro y de alcanzar cimas muy altas de humanidad, como son estos santos.
* El cardenal Antonio Cañizares es prefecto de
*Publicado en el diario
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