Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

La crisis moral

Una mano votando en una urna.
Si Dios no existe y no hay una ley natural por encima de las leyes humanas, el hombre queda a merced del poder, aunque éste sea elegido en las urnas. Foto (contextual): Element5 Digital / Unsplash.

por Pedro Trevijano

Opinión

De que nuestra sociedad está en crisis creo que no cabe la menor duda. Crisis sanitaria, social, económica, educativa, política, pero, sobre todo, como me decía un amigo, crisis moral.

El primer gran problema que se nos presenta es, dado que la inmensa mayoría de nuestros dirigentes se declaran abiertamente no creyentes, la no existencia de Dios y sus consecuencias morales. Podemos en este punto preguntarnos si es posible una moral sin Dios. Antes de optar por Dios o contra Dios, ateos y creyentes pueden encontrarse colaborando en la defensa de la dignidad de la persona humana y en la tarea de la transformación del mundo. Unos y otros pueden proponer juntos una moral sobre la persona, la familia, el amor, el trabajo, la sociedad, la política, la vida y la muerte. Pero antes o después nos veremos obligados a plantearnos el problema del último porqué.

Jesucristo nos advierte: "Separados de Mí no podéis hacer nada"(Jn 15,5). Y así vemos que el positivismo jurídico, es decir la concepción que hace derivar mis derechos de las leyes que se dan los hombres, olvidándose por completo de Dios, deja al individuo sin defensa frente a los posibles abusos del Estado, con el resultado de la fácil caída en el totalitarismo, que ha llevado a nuestros jueces a tener que recurrir ante Europa antes de que sea demasiado tarde.

Y es que en esta concepción la Ley Natural no existe. Como dijo Zapatero: “La idea de una ley natural por encima de las leyes que se dan los hombres es una reliquia ideológica frente a la realidad social y a lo que ha sido su evolución. Una idea respetable, pero no deja ser un vestigio del pasado”. Por tanto la fuerza salvífica de la verdad es contestada y se confía sólo a la libertad -desarraigada de toda objetividad- la tarea de decidir autónomamente lo que es bueno y lo que es malo.

No nos extrañe por ello que nuestro Gobierno social-comunista pretenda arrebatar a los padres su derecho, reconocido incluso por la Declaración de Derechos Humanos y nuestra Constitución, de educar a sus hijos conforme a las convicciones morales y religiosas. Para ellos, el Estado tiene derecho a adoctrinar a los niños, enseñándoles entre otras cosas la ideología de género, lo que es puro totalitarismo y corrupción de menores.

En este punto, esta misma semana hemos tenido dos graves escándalos.

Uno, el ocasionado por la ministro comunista Belarra al afirmar desde la tribuna del Congreso: “La Iglesia católica demasiadas veces ha sido cómplice en nuestro país encubriendo la violencia sexual hacia los niños y esto tiene que terminar”. Lo que ha ocasionado una nota de contestación de nuestra Conferencia Episcopal recordando que sólo un dos por mil de los casos afecta a sacerdotes y que la Iglesia lleva desde 2002 combatiendo esta plaga con toda energía y tolerancia cero.

En cambio nuestros gobernantes no parece puedan dar lecciones de moralidad, y mucho menos en este tema, con los escándalos bien actuales de Mallorca, donde varias de las niñas tuteladas estaban ejerciendo la prostitución; de Valencia, con un grave caso de pederastia; y el muy reciente de la alcaldesa de Getafe. En ese Ayuntamiento se ha publicado una guía titulada Rebeldes sin Género, guía de la que pretende se haga uso en institutos y colegios, cuya pretensión es que “todos los niños y niñas de Getafe, todos los adolescentes, todos los jóvenes y las jóvenes de nuestro municipio tengan relaciones sexuales evidentemente y claramente satisfactorias”, viviendo el sexo sin límites.

Pero Getafe no es el único sitio, pues ese mismo problema lo tenemos también en La Rioja y en otros muchos sitios, como Navarra. Los padres tienen el derecho constitucional a que sus hijos reciban una educación religiosa y moral conforme a sus convicciones. Pero la ideología imperante para el Estado y muchos partidos políticos es la ideología de género, una ideología que dice lo mismo que la moral católica, pero al revés, y por ello es la moral del diablo, repetidas veces condenada por los últimos Papas, pues intenta destruir el matrimonio y la familia y no se detiene ni ante la corrupción de menores.

Pero la crisis de moral no afecta sólo a lo que hemos dicho, sino a todos los Mandamientos del Decálogo. ¿Pueden ustedes decirme un solo Mandamiento que el Gobierno social-comunista respete? Yo no he encontrado ninguno. En cuanto a las personas privadas, recuerdo lo que le dijo San Juan XXIII al embajador de Bélgica, cuando era nuncio en París, y se le quejó de lo mal que estaba la sociedad. El futuro Papa respondió: “Tiene usted razón, pero vamos a hacer una cosa: usted y yo vamos a ser dos buenas personas, así habrá dos sinvergüenzas menos”.

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