Elogio de una mujer riquísima
Rosalía Mera, al margen de su vida privada que desconozco por completo, habrá sido recibida en la casa del Padre con honores de benemérita. Hizo mucho bien a muchísima gente para que Dios no se lo haya tenido en cuenta.
El ilustre jurista valenciano, Federico Trénor y Trénor, barón de Alacuás, abogado del Estado, letrado de las Cortes, fallecido en noviembre del año pasado, solía decir que la muerte dignifica a todas las personas, incluso a las que han sido una calamidad en esta vida. Pero en el caso de Rosalía Mera, tal vez ha sido al revés, que su extraordinaria vida empresarial ha dignificado su muerte.
Como es más que sabido, porque han informado de ello todos los medios informativos de cualquier clase y color, Rosalía Mera murió en La Coruña, la noche del jueves de la semana pasada tras sufrir un derrame cerebral mientras se hallaba de vacaciones en Menorca. Costurera de oficio, cofundadora con su ex marido, Amancio Ortega, de la empresa textil Inditex, creadora de la marca Zara, extendida por todo el mundo, levantaron, a partir de la Singer doméstica y a fuerza de trabajo e inventiva, todo un imperio económico, con el que han ganado miles de millones de euros. Se aseguraba de Rosalía que era la mujer más rica del mundo, con una fortuna estimada en 4.500 millones de euros, y el que fuera su marido, del que seguía siendo socia en la empresa que fundaron juntos, en uno de los hombres también más adinerado del planeta.
El Evangelio dice que es más difícil que un rico entre en el reino de los cielos que un camello pase por el ojo de una aguja. Pero esto lo dijo Jesús en una economía de crecimiento cero, como era en su época, en la cual lo que unos tenían de más, especialmente si tenían de mucho más, otros lo sufrían de menos. De ahí el elogio de los pobres, pero no de la pobreza. La pobreza en sí, nunca fue enaltecida por Jesús.
Ahora, en cambio, nos hallamos en una sociedad donde es posible a base de inventiva y esfuerzo, aplicando formas innovadoras de producir y vender, como es el caso de Zara, hacerse multimillonarios. ¿Esto lo condenará Dios? Imagino que al contrario, que lo bendecirá. Crear riqueza es siempre beneficioso para todo el mundo. La riqueza es, de suyo, expansiva, como las manchas de aceite, y de uno u otro modo, por un camino u otro, acaba beneficiando a la sociedad. Si, además, mediante esa nueva riqueza, se crean miles y miles de puestos de trabajo, como hace Zara, o como hace Mercadona, dos empresas expansivas y modélicas, el beneficio es doble: crean riqueza y al mismo tiempo empleo. Es el principal mérito de los empresarios innovadores y laboriosos. ¿Quién puede condenar eso? Acaso algún marxista rancio y envidioso, pero creo que Dios no. Dios no condena nada ni a nadie que beneficie al prójimo en el campo que sea, material o espiritual. Por eso estimo que Rosalía Mera, al margen de su vida privada que desconozco por completo, habrá sido recibida en la casa del Padre con honores de benemérita. Hizo mucho bien a muchísima gente –proveedores, empleados, consumidores, discapacitados, Hacienda pública, etc.- para que Dios no se lo haya tenido en cuenta.
Como es más que sabido, porque han informado de ello todos los medios informativos de cualquier clase y color, Rosalía Mera murió en La Coruña, la noche del jueves de la semana pasada tras sufrir un derrame cerebral mientras se hallaba de vacaciones en Menorca. Costurera de oficio, cofundadora con su ex marido, Amancio Ortega, de la empresa textil Inditex, creadora de la marca Zara, extendida por todo el mundo, levantaron, a partir de la Singer doméstica y a fuerza de trabajo e inventiva, todo un imperio económico, con el que han ganado miles de millones de euros. Se aseguraba de Rosalía que era la mujer más rica del mundo, con una fortuna estimada en 4.500 millones de euros, y el que fuera su marido, del que seguía siendo socia en la empresa que fundaron juntos, en uno de los hombres también más adinerado del planeta.
El Evangelio dice que es más difícil que un rico entre en el reino de los cielos que un camello pase por el ojo de una aguja. Pero esto lo dijo Jesús en una economía de crecimiento cero, como era en su época, en la cual lo que unos tenían de más, especialmente si tenían de mucho más, otros lo sufrían de menos. De ahí el elogio de los pobres, pero no de la pobreza. La pobreza en sí, nunca fue enaltecida por Jesús.
Ahora, en cambio, nos hallamos en una sociedad donde es posible a base de inventiva y esfuerzo, aplicando formas innovadoras de producir y vender, como es el caso de Zara, hacerse multimillonarios. ¿Esto lo condenará Dios? Imagino que al contrario, que lo bendecirá. Crear riqueza es siempre beneficioso para todo el mundo. La riqueza es, de suyo, expansiva, como las manchas de aceite, y de uno u otro modo, por un camino u otro, acaba beneficiando a la sociedad. Si, además, mediante esa nueva riqueza, se crean miles y miles de puestos de trabajo, como hace Zara, o como hace Mercadona, dos empresas expansivas y modélicas, el beneficio es doble: crean riqueza y al mismo tiempo empleo. Es el principal mérito de los empresarios innovadores y laboriosos. ¿Quién puede condenar eso? Acaso algún marxista rancio y envidioso, pero creo que Dios no. Dios no condena nada ni a nadie que beneficie al prójimo en el campo que sea, material o espiritual. Por eso estimo que Rosalía Mera, al margen de su vida privada que desconozco por completo, habrá sido recibida en la casa del Padre con honores de benemérita. Hizo mucho bien a muchísima gente –proveedores, empleados, consumidores, discapacitados, Hacienda pública, etc.- para que Dios no se lo haya tenido en cuenta.
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