De nuevo sobre el aborto
¿Qué miedos hay de una nueva legislación que actuaría más en justicia y en conformidad con lo que evidencia el conocimiento de la ciencia?; ¿por qué los temores a perder no sé qué cosas por llevar a cabo una reforma de la legislación vigente para que se adecue más a razón y justicia, lo cual es clave?
Pretendo con este artículo afirmar, una vez más, un SÍ total al hombre y a la vida, apostar sin fisuras por el hombre. El aborto, hecho tan generalizado de nuestro tiempo, permitido y favorecido en tantas legislaciones del mundo, y asunto que se encuentra tan al vivo en la discusión pública, por ser cuestión de máxima y decisiva importancia en la que entran tantos y vitalísimos aspectos, me mueve a escribir, una vez más, sobre tal cuestión. Cuanto se refiere a la vida humana, –a su defensa, a su promoción y cuidado, al respeto que se le debe como realidad básica en que se asientan el hombre y la sociedad–, constituye uno de los desafíos primeros y principalísimos del mundo contemporáneo. Conculcada y amenazada la vida de tantas maneras, y, sin embargo, tan fundamental y primaria como es, requiere por parte de todos la atención prioritaria. Un hombre que como pocos en la historia humana luchó y defendió al hombre como paladín de sus derechos inalienables y de su dignidad inviolable y que hizo del hombre el camino de su existencia, y se gastó y desgastó por el hombre enteramente hasta el final de sus días, ya con muy escasas fuerzas, el Papa Beato Juan Pablo II, no dudó en afirmar, proféticamente, que la cuestión de la vida humana y de su defensa es la gran cuestión del siglo XXI en el que se juega su futuro. Nadie puede tildar de ideología, ni de manipulación interesada, ni de posiciones antihumanas y antisociales a este gran luchador y defensor de la causa del hombre y de sus derechos, paladín de la libertad, y testigo de la justicia y de la caridad que se vuelca a favor del hombre, especialmente del caído, herido o maltrecho. Por amor al hombre, y nada más, nos advirtió de que la cuestión principal y prioritaria, decisiva, del siglo XXI es la defensa de la vida, como la del XIX fue la cuestión social.
La cuestión del aborto entra de lleno ahí, en el tema de la vida y del hombre. Por eso, de nuevo, una vez más, me refiero a esta cuestión, y lo seguiré haciendo siempre que exista la situación que estamos viviendo ante esta cuestión tan vital y decisiva para el hombre, la sociedad y su futuro. Lo que nos sucede en tantos campos, entre ellos en el de la economía, o en el de la ecología, o en tantos otros problemas y dificultades que se ciernen actualmente sobre la humanidad, tiene una raíz común en una mentalidad relativista que no está a favor de la vida como el don más preciso y, por tanto, no está a favor del hombre. Algunos me tildarán de exagerado o simple, pero nadie podrá negarme que la crisis actual es una crisis antropológica, una crisis, pues, que implica la visión del hombre empezando por el inicio de la vida. (No podemos mirar a otra parte o esgrimir argumentos ideológicos o sentimentales).
Me remito a lo que el estado actual de la ciencia nos dice acerca del inicio de la vida, y me apoyo en uno de los científicos embriólogos más importantes del momento, el Dr. Juan Jiménez Collado, a quien cito: «Bajo criterios científicos, una nueva vida humana empieza en el mismo preciso momento de la fecundación, cuando de dos realidades morfológicas –gametos–, surge una tercera realidad –cigoto–, cuyo programa genético contenido en los dos pronúcleos, es un nuevo e incuestionable programa de vida humana, proceso orientado en el tiempo biológico imposible de retroceder a fases ya recorridas». El estudio del desarrollo embrionario «nos evidencia que el embrión humano no es un conjunto celular proyectado corno vida humana en potencia, sino un ser biológicamente pleno de potencialidades que se van haciendo realidad a lo largo de su propio programa y ciclo vital».
Lo que se está propugnando por parte de algunos: decidir sobre la vida de los demás. Porque no existe un derecho a decidir sobre la vida de los demás. No existe, por ello, ningún derecho al aborto, aunque así incluso lo hayan expresado algunos legisladores contraviniendo el derecho del nascirurus de ese ser humano del que hablamos. Siguiendo la Sentencia del Tribunal Constitucional (sentencia 53/1985), sobre la realidad de la vida, tenemos que reconocer y respetar que la vida humana es un devenir que comienza con la gestación y genera un tertium existencialmente distinto de la madre, o sea, un nuevo y distinto ser humano vivo y viviente a respetar, derecho básico sobre el que se apoyan todos los demás derechos.
Sin entrar en otras consideraciones, científica y jurídicamente hay, pues, una coincidencia total. ¿Por qué se empeñan algunos en negar lo evidente? No conozco el Proyecto de Ley por el que se modifique la actual legislación sobre el aborto, ignoro si ya ha sido aprobado por el Gobierno. Pero lo que he oído o leído acerca del mismo el principio del que parte es de dicha sentencia del Tribunal Constitucional, fundada, como es evidente, en derechos fundamentales y en datos científicos incuestionables, entonces, me pregunto, ¿por qué esa oposición?, ¿a qué viene?; ¿en virtud de qué las acusaciones que se hacen sobre presuntas presiones?; ¿qué miedos hay de una nueva legislación que actuaría más en justicia y en conformidad con lo que evidencia el conocimiento de la ciencia?; ¿por qué los temores a perder no sé qué cosas por llevar a cabo una reforma de la legislación vigente para que se adecue más a razón y justicia, lo cual es clave?
© La Razón
La cuestión del aborto entra de lleno ahí, en el tema de la vida y del hombre. Por eso, de nuevo, una vez más, me refiero a esta cuestión, y lo seguiré haciendo siempre que exista la situación que estamos viviendo ante esta cuestión tan vital y decisiva para el hombre, la sociedad y su futuro. Lo que nos sucede en tantos campos, entre ellos en el de la economía, o en el de la ecología, o en tantos otros problemas y dificultades que se ciernen actualmente sobre la humanidad, tiene una raíz común en una mentalidad relativista que no está a favor de la vida como el don más preciso y, por tanto, no está a favor del hombre. Algunos me tildarán de exagerado o simple, pero nadie podrá negarme que la crisis actual es una crisis antropológica, una crisis, pues, que implica la visión del hombre empezando por el inicio de la vida. (No podemos mirar a otra parte o esgrimir argumentos ideológicos o sentimentales).
Me remito a lo que el estado actual de la ciencia nos dice acerca del inicio de la vida, y me apoyo en uno de los científicos embriólogos más importantes del momento, el Dr. Juan Jiménez Collado, a quien cito: «Bajo criterios científicos, una nueva vida humana empieza en el mismo preciso momento de la fecundación, cuando de dos realidades morfológicas –gametos–, surge una tercera realidad –cigoto–, cuyo programa genético contenido en los dos pronúcleos, es un nuevo e incuestionable programa de vida humana, proceso orientado en el tiempo biológico imposible de retroceder a fases ya recorridas». El estudio del desarrollo embrionario «nos evidencia que el embrión humano no es un conjunto celular proyectado corno vida humana en potencia, sino un ser biológicamente pleno de potencialidades que se van haciendo realidad a lo largo de su propio programa y ciclo vital».
Lo que se está propugnando por parte de algunos: decidir sobre la vida de los demás. Porque no existe un derecho a decidir sobre la vida de los demás. No existe, por ello, ningún derecho al aborto, aunque así incluso lo hayan expresado algunos legisladores contraviniendo el derecho del nascirurus de ese ser humano del que hablamos. Siguiendo la Sentencia del Tribunal Constitucional (sentencia 53/1985), sobre la realidad de la vida, tenemos que reconocer y respetar que la vida humana es un devenir que comienza con la gestación y genera un tertium existencialmente distinto de la madre, o sea, un nuevo y distinto ser humano vivo y viviente a respetar, derecho básico sobre el que se apoyan todos los demás derechos.
Sin entrar en otras consideraciones, científica y jurídicamente hay, pues, una coincidencia total. ¿Por qué se empeñan algunos en negar lo evidente? No conozco el Proyecto de Ley por el que se modifique la actual legislación sobre el aborto, ignoro si ya ha sido aprobado por el Gobierno. Pero lo que he oído o leído acerca del mismo el principio del que parte es de dicha sentencia del Tribunal Constitucional, fundada, como es evidente, en derechos fundamentales y en datos científicos incuestionables, entonces, me pregunto, ¿por qué esa oposición?, ¿a qué viene?; ¿en virtud de qué las acusaciones que se hacen sobre presuntas presiones?; ¿qué miedos hay de una nueva legislación que actuaría más en justicia y en conformidad con lo que evidencia el conocimiento de la ciencia?; ¿por qué los temores a perder no sé qué cosas por llevar a cabo una reforma de la legislación vigente para que se adecue más a razón y justicia, lo cual es clave?
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