Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

La continua pelea de los dos Alfonsos


¿Con qué ilusión podía acudir Alfonso IX a la batalla de las Navas, si había sido humillado por el rey castellano y no había merecido los mismos favores y apoyo del papado, aunque combatía por la misma causa?

por Vicente Alejandro Guillamón

Opinión

Castilla no hizo España... (5)

La unión definitiva de León y Castilla en la persona de Fernando III el Santo, estuvo precedida de gran actividad contra los musulmanes, no obstante los continuos enfrentamientos de los soberanos de ambos reinos: Alfonso VIII de Castilla (reinó de 1158 a 1214) y Alfonso IX de León (rey de 1188 a 1229), primos hermanos entre sí. Además el primero era suegro del segundo. El leonés se casó con doña Berenguela, primogénita del rey castellano, luego reina de Castilla. Fruto de este matrimonio nació Fernando III, en cuyas manos reunió ya para siempre los dos reinos, tantas veces separados y luego reunidos.

Dichos monarcas llevaron adelante una gran acción de reconquista, aunque la Historia no ha reconocido por igual el esfuerzo de uno y otro. La causa de este injusto trato histórico hay que buscarla en la crónica que de la batalla de las Navas de Tolosa o de la Losa (ahora pedanía del municipio de La Carolina, provincia de Jaén, a 15 km. del límite con Ciudad Real) hizo el arzobispo de Toledo, Rodrigo Ximénez de Rada, presente con sus vasallos en esa batalla y autor de la Historia Gótica, centrada en Castilla, más propia de un “relaciones públicas” de Alfonso VIII que de un cronista estricto.

A la batalla de las Navas (16 de julio de 1212) acudieron con sus huestes, además de Alfonso VIII, los reyes Sancho VII de Navarra y Pedro II de Aragón, las órdenes militares y diversos magnates y obispos del sur de Francia, convocados por una bula que expidió el papa Inocencio III concediendo abundantes indulgencias a cuantos participaran en la lucha contra el invasor musulmán (los almohades). Alfonso IX, en cambio, no se sumó a esta cruzada, aunque no impidió que numerosos caballeros suyos lo hicieran. Su ausencia de las Navas fue siempre duramente censurada por los historiadores, empezando por el Toledano, que marcó la pauta a seguir en lo sucesivo. Sin embargo, el rey leonés nunca dejó de combatir a los muslimes, a los que arrebató numerosas plazas y fortalezas, contribuyendo eficazmente al retroceso y decadencia de la media luna en la península.

Alfonso IX tenía sus motivos para no secundar la iniciativa de su primo hermano y a la vez suegro, el monarca castellano, que le hizo la vida muy difícil. De entrada, el leonés vio turbada la paz de su reino por los partidarios de su madrastra, la vizcaína doña Urraca López de Haro. También tuvo que soportar el continuo acoso de los reyes de Castilla y de Portugal, invirtiendo muchas energías en disputas fronterizas. Hubo de pasar por la humillación, todo un rey de León, heredero a fin de cuentas de la monarquía visigoda, de prestar vasallaje en 1188, el mismo año de su coronación, a su primo, Alfonso VIII, que ya llevaba 30 años de reinado, de ellos dieciocho desde que fue reconocida su mayoría de edad. Había sido proclamado rey cuando tenía apenas tres años de edad.

El leonés se vio duramente tratado por la Iglesia, que destrozó su vida familiar y a punto estuvo de malograr su reinado. Anuló sus dos matrimonio por razón de parentesco entre los cónyuges, lo excomulgó en ambos casos, y el papa Celestino III, protector del monarca castellano, autorizó incluso a los leoneses a tomar las armas contra su rey (efecto directo de la excomunión). El primer matrimonio lo contrajo con Teresa de Portugal en 1191, hija del rey portugués, Sancho I. Fue canonizada en 1705. El segundo lo celebró (1197) con doña Berenguela de Castilla, hija de Alfonso VIII y madre de Fernando III de Castilla y León, también elevado a los altares en 1671.

La orden militar de Santiago, instigada por Alfonso VIII, se declaró en rebeldía (1196), dividiéndose en dos bandos, uno pro castellano y otro pro leonés, que se combatieron durante largos años entre sí. Más tarde, en 1229, esta orden puso un pleito ruidoso al rey leonés por la posesión de Cáceres. ¿Con qué ilusión podía acudir Alfonso IX a la batalla de las Navas, si había sido humillado por el rey castellano y no había merecido los mismos favores y apoyo del papado, aunque combatía por la misma causa?

Alfonso IX creó la Universidad de Salamanca en 1218, y convocó las Cortes de León, apenas asumido el cetro, en las que por primera vez en la historia de España participaron los representantes de las ciudades, o sea, los ciudadanos o burgueses, habitantes de los burgos. Las sesiones de aquellas cortes tuvieron lugar en el claustro de San Isidoro de la capital leonesa. Pero nada de todo ello parece que tiene importancia para los defensores de la tesis castellanista, en demérito de la línea directa visigoda-asturiana-leonesa y, finalmente, hispánica o española. No olvido la parte alícuota que le corresponde en la estructuración de España a la corona de Navarra, la de Aragón, la del condado soberano de Barcelona y la posterior conquista de los reinos de Valencia y de Mallorca, etc. Pero estas historias ya son espigas de otra gavilla.

(Continuará)
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