Más signos masónicos y gratitud a la «cigüeña»

Otro signo masónico que a bote pronto podría hacer pensar en una gran influencia de los masones en Cataluña, es el triángulo (azul o rojo) que corona o encabeza la senyera cuatribarrada e histórica catalana, emblema de todos los territorios de la Corona de Aragón. Ciertamente, el triángulo es un símbolo masónico donde los haya, y lo adoptaron en sus enseñas nacionales las tres últimas colonias emancipadas del que fue inmenso imperio español, aquel en el que no se ponía nunca el sol. Me refiero, obviamente, a Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

Como es bien sabido, aquella insurgencia estuvo dirigida por los masones locales, apoyados por las logias norteamericanas. Igual que antes los movimientos insurrectos de los virreinatos españoles en América, estuvieron apoyados por las logias inglesas, en “devolución de visita” por la ayuda de Carlos III a la insurrección de las trece colonias británicas de Norteamérica.

Sin embargo, el pegote triangular catalán no se debe a ninguna influencia masónica, sino a mera imitación de la bandera cubana por parte del incipiente catalanismo independentista, importado desde Cuba por Vicenç Albert Ballester i Camps (18721938), miembro muy activo y último presidente de la Unión Catalanista, según Wikipedia. (Ahora, sí, tomo el dato de este archivo digital. Todas las demás informaciones de mi anterior artículo proceden portales de las propias logias españolas y alguna extranjera, recogidas en mi libro Los masones en el Gobierno de España -Libros Libres, 2009-, al que me remito. Por otro lado, documentarse en enciclopedias y diccionarios, no está penado por la ley, según creo, ni es un delito de lesa información).

Los paleoindependentistas de la Unió Catalanista, de tendencia conservadora –en ella estuvo Prat de la Riva-, siguiendo a Ballester y Camps adoptaron el diseño de la bandera cubana, triángulo incluido, sin pararse en matices, simplemente porque era una bandera símbolo del secesionismo de aquella isla respecto a la Madre Patria, que podía imitar Cataluña.

Gracias a la “cigüeña”
Quiero agradecer al colega Fernández de la Cigoña, autor del blog La cigüeña de la torre que incluye en el periódico La Gaceta, el haber reproducido íntegro mi artículo de la semana pasada titulado “Cataluña, masonizada, páramo religioso”. Además lo hizo el mismo día de su publicación en Religión en Libertad que es doble de agradecer. Por otro lado me hace elogios que no sé si merezco, y me emplaza a que podamos vernos algún día puesto que no nos conocemos personalmente. Me complace sinceramente su invitación, pero veo complicado que podamos encontrarnos en algún lugar de Madrid capital, dados mis problemas de movilidad debido a una lesión de columna que sufrí hace unos años, a causa de un accidente doméstico. A no ser que se anime a subir a este apacible rincón de la sierra madrileña, donde resido. Queda invitado a comer.

En cuanto a su comentario de que estoy de vuelta de mi anterior progresismo, creo que no estará de más hacer una leve precisión. En materia religiosa y eclesial, no me he sentido nunca progresista. Mi gran amigo, con el que no obstante discrepaba en muchas materias, Enrique Miret, me reprochaba, incluso por escrito, mi habitual adhesión a la línea episcopal. Pero yo le respondía que si no sigo a los pastores legítimos de nuestra Iglesia, ¿qué clase de católico sería?

Tampoco podía ser muy “progre” cuando los marianistas, al hacerse cargo de la editorial PPC en 1983, no tardaron mucho en cesarme como director de Vida Nueva, por derechoso, sustituyéndome por una teresiana del Padre Poveda, entonces muchas de ellas, más que “progres”, “rojelias”, según diría el recordado Jaime Campmany. También más o menos por aquellas fechas, o acaso algo después, me dieron puerta como secretario de la UCIP-E (Unión Católica de Periodistas), que fundé por encargo de don Antonio Montero. Me cesaron desde Añastro, en una maniobra sutil de despacho clerical, por haberme tomado la licencia de criticar al obispo Setién en una carta que publiqué en La Razón, afeándole su desdén a las víctimas del terrorismo.

Otra cosa sería mi actividad política. Desde mis orígenes demócrata-cristianos, me pasé al PSOE, que era una jaula de grillos, con más rencillas y divisiones que grillos. Quise participar en aquella grillera, sin ser socialista, porque me pareció que se había vuelto vegetariana, pero sobre todo para evitar que cuando se muriera Franco, el PCE se alzara con el santo y la limosna de todo la izquierda española, como ya ocurrió en Francia y especialmente en Italia. No obstante, al llegar la transición, no tardé en caerme del burro –aquello no fue nunca un caballo como el de San Pablo- al ver que volvían todos los viejos fantasmas laicistas de la más rancia progresía. En resumen que retorné a mis orígenes políticos, de nuevo al lado de amigos tan entrañables como Eugenio Nasarre, José María Gil Robles, Javier Arenas y mi admiración por Jaime Mayor Oreja. Así acabó mi progresismo político.

En todo caso a nadie puede extrañar que coincida muchas veces con Fernández de la Cigoña, aunque cada cual lo exprese a su modo. A los dos nos duele profundamente, como a tantísimos católicos, los tropiezos de personas significadas dentro de nuestra Santa Madre la Iglesia, tanto más cuanto más alto se encuentre el “tropezante”, como también nos duelen los ataques externos del laicismo agresivo, en buena medida, digo por mi cuenta, propiciados por los mandiles.