Don Bosco y la rectitud de intención
Una anécdota de la vida de Don Bosco me ha llamado la atención. A los pocos meses de ingresar en el seminario de Chieri, Juan Bosco tiene una conversación con su amigo Giovanni Turco, al que de vez cuando visitaba en su viñedo. El amigo estaba convencido de que llegaría al sacerdocio y, en efecto, fue ordenado en 1841. Sin embargo, le hizo una pregunta clave: “¿Qué harás una vez que seas sacerdote?"
La pregunta no era ociosa, pues en aquella época, y en otras no tan lejanas en el tiempo, había jóvenes, campesinos o de pobre condición social, que ingresaban en el seminario como un medio de escapar de las penurias económicas e incluso ayudar a su familia. Dado este planteamiento, algunos no llegaban a ordenarse, y otros parecían estar solo pensando en hacer carrera eclesiástica. Es el gran peligro de la burocratización de la Iglesia, o, mejor dicho, del clero, que implica quedar prisioneros de las propias seguridades. A esto se refería el Papa Francisco en la audiencia general del 27 de octubre de 2021: “También hoy hay muchas personas que buscan la seguridad religiosa, en vez del Dios vivo y verdadero, concentrándose en rituales y preceptos en vez de buscar al Dios del amor”.
El joven Juan Bosco respondió a Giovanni Turco que no tenía intención de ser párroco ni vicario parroquial: “Me gustaría recoger a los jóvenes pobres y abandonados para educarlos cristianamente e instruirlos”. La tarea escapaba a sus propias fuerzas. Lo había visto en uno de sus sueños, donde aparecía una muchedumbre de jóvenes que vagaban por las calles con actitudes incívicas y profiriendo blasfemias. Su primera reacción había sido insultarles e incluso pegarles. La aparición de un Personaje y de una Nobilísima Señora, Jesús y su Madre, le convenció de que ese no era el método. Era lo mismo que había escuchado en el sueño que tuvo con nueve años: “No con golpes, sino con la mansedumbre y la caridad deberás ganarte a estos amigos tuyos”.
Don Bosco consideró toda su vida como una virtud la rectitud de intención. No quería ser sacerdote para tener influencia y poder. Quería serlo para servir a los demás, especialmente a los más jóvenes, abandonados a su suerte en un momento de cambios sociales y económicos derivados de la primera Revolución Industrial. Porque el verdadero poder es el servicio, tal y como suele repetir el Papa Francisco, antiguo alumno salesiano. Don Bosco llamaba “cuentas de conciencia” a la rectitud de intención.
Hace años se valoraba mucho la sinceridad, sobre todo entre la gente joven, pero en los últimos tiempos esto parece haber sido desplazado por la obsesión por el éxito, muy propia de una sociedad en la que está muy difundida la mentalidad de Peter Pan, la de la renuncia voluntaria a la madurez. Por eso la rectitud de intención no es algo muy valorado porque la vida solo se concibe en función de lograr unos objetivos, lo que inexorablemente pasa por una competición continua en la que los otros son rivales o peldaños para ascender.
Para tener rectitud de intención hay que ser sincero, y en primer lugar con Dios. Hay que plantearse cuál es nuestra relación con Él. ¿Lo amamos realmente, o queremos amarlo, o simplemente lo reducimos a la condición de un Dios “tapagujeros”? Tenemos que buscar, como hizo Don Bosco, la gloria de Dios, pero eso no significa empequeñecer al hombre, tal y como proclama esa filosofía de la sospecha, que ha triunfado en Occidente sobre todo desde Nietzsche. Por el contrario, San Ireneo, que acaba de ser proclamado doctor de la Iglesia, escribió: “La gloria de Dios es el hombre vivo; la vida del hombre es contemplar a Dios”.
La vida espiritual y apostólica de Don Bosco, consagrada a la juventud más humilde y necesitada, tiene por fundamento la gloria de Dios. En la búsqueda de esa gloria se manifiesta lo que significa la rectitud de intención.
Publicado en Salesianos.info
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