Viernes, 27 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

El embrión ¿es un individuo?


Aunque hasta el día 14 no sea posible garantizar la unicidad del individuo no es lógico afirmar que lo que está ahí antes no sea vida humana

por Agustín Losada

Opinión

El cigoto es la primera célula de cualquier individuo. Marca el momento de origen de una nueva vida, en cuanto célula. Y esa célula es humana, porque tiene un DNA diferente del de su madre (y de su padre). No puede afirmarse, por tanto, que sea “parte de la madre”, porque su ADN es diferente del de las células de su madre. Es único (y prácticamente, irrepetible). Desde el momento en que se fusionan los núcleos del espermatozoide y del óvulo, dando origen de ese modo a una nueva célula con un contenido genético original, la Ciencia afirma que se ha originado una nueva vida humana. Claro que cualquier célula de nuestro cuerpo (por ejemplo, una célula de la piel) también es célula y tiene un ADN humano. Pero no podemos decir que sea un individuo de la especie humana, sino una parte de él. ¿Qué es lo que hace especial a un cigoto? Precisamente el hecho de ser una célula human TOTIPOTENTE. Es decir, con capacidad y potencia para desarrollarse e ir constituyendo a un individuo. No existe ningún punto de corte posterior que marque ningún salto cualitativo como para decir “ahora ya es una persona”. Lo es desde el primer momento, porque persona se es, o no se es. No se es “medio-persona” o “pre-persona”.
 


Para entender mejor este concepto, podemos tomar el ejemplo de una construcción humana de un edificio. Para realizarlo es preciso que haya un arquitecto que haga el proyecto y diseñe los planos, un aparejador que dirija las diferentes fases de la construcción, unos albañiles que trabajen a sus órdenes y unos materiales de construcción con lo que trabajar. Pues bien, en el cigoto todas estas funciones (plano, regulación, obreros, materiales de construcción…) se encuentran dentro de él mismo y se activan igualmente dentro de él. El cigoto es   la vez el arquitecto, aparejador, obrero y material de construcción. En realidad, la única diferencia es que en una obra civil, todos construyen algo ajeno a ellos mismos, mientras que el embrión se construye a sí mismo.
 
Así pues, resumiendo, un cigoto es un nuevo ser vivo, perteneciente a la especie humana, y por tanto, es una nueva persona. Frente a esta evidencia, algunos oponen la objeción de los gemelos univitelinos. Si de un cigoto es posible que surjan dos embriones (por medio de una división que ocurre siempre no más tarde de los primeros 14 días de vida) no es posible afirmar que el cigoto sea un individuo, porque podrían ser dos. Y tomando este argumento como base, se puede defender que en realidad la vida humana comienza a partir del día 14 de la concepción. Este es un tema que dejamos pendiente en un artículo anterior y que hoy retomamos. Por curioso que parezca, esta objeción tuvo su origen en un religioso de la orden salesiana, Norman Ford, profesor de ética en Australia. Foster planteó en un trabajo de 1988 titulado “When did I begin”el problema de la gemelación como obstáculo para defender el status personal del embrión (dado que el embrión en ciertas ocasiones, en vez de una persona podría ser dos…). Según él, hasta que el embrión no pierde esta posibilidad de gemelación no podemos hablar de individuo. Como sabemos que esto ocurre a partir del momento de la implantación del embrión en el útero, alrededor del día 14 de vida, la conclusión es que durante esos primeros 14 días de vida el embrión no es todavía una persona. Esto abre las puertas a su manipulación en técnicas de reproducción asistida, criopreservación o investigación. Técnicas, todas ellas, que no serían consideradas atentatorias contra la dignidad personal, siempre que se realizaran antes de la barrera de los 14 días, puesto que lo que se estaría manipulando todavía no sería una persona.
Pero, qué es el gemelismo? Se trata de un fenómeno natural producido por una alteración mecánica o bioquímica, normalmemnte como resultado de la disolución de la capa pelúcida que lo envuelve, y que provoca la división del cigoto en sus etapas iniciales, antes de su implantación uterina, en dos embriones. Ambos poseen, por tanto, el mismo DNA, y se desarrollan a partir de ese momento de forma simultánea. En la especie humana la probabilidad de que esto ocurra es muy baja, de un 2 por mil. A partir del momento de la división ambas entidades se desarrollan como vidas diferentes. Esto es posible porque las células embrionarias, en los primeros instantes, conservan su capacidad totipotemte. Y al producirse el error de división antes de que tenga 64 células las dos porciones resultantes pueden dar lugar a sendos individuos. En estos casos es evidente que es  precisamente a partir del momento en que se pierde la totipotencialidad del embrión cuando se puede garantizar la unicidad del individuo. Por eso podemos afirmar que hasta el día 14 no es posible saber si el cigoto dará origen a un solo individuo o a dos. Pero aunque hasta el día 14 no sea posible garantizar la unicidad del individuo no es lógico afirmar que lo que está ahí antes no sea vida humana. Dicho de otro modo, no porque digamos que a partir de un momento hay dos vidas humanas podemos negar que lo que había antes no era vida humana. Porque el cigoto es una vida humana. Solo que en el 99.998% de los casos acabará desarrollando un individuo, y en tan solo un 0.002% dará lugar a dos individuos, ambos con igual identidad genética. Por tanto hay que distinguir entre individualidad y unicidad. El fenómeno de la gemelación sólo significa que la individualidad genética no implica la indivisibilidad, al menos en el 0.002% de los casos. Por otro lado, el hecho de una eventual división no hace sino corroborar la continuidad del desarrollo del embrión. La división se produce como algo ajeno al proceso de desarrollo del embrión. Las dos identidades resultantes de este accidente coinciden en su identidad genética, porque proceden de un mismo cigoto. Pero tras este punto de la separación se reestructuran como individuos diferentes.
 
De hecho, la destrucción de embriones, desde esta perspectiva, tiene un problema ético todavía más grave. Porque lo que se destruye no es solo una vida humana, sino potencialmente más de una.
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