Viva Esparta
Los modernos espartiatas son igualmente seleccionados, pero con técnicas más sofisticadas.
por Agustín Losada
No. No es una errata. Mi fervor patriótico sigue inalterado. Pero algunos empiezan a confundir España con Esparta. Tenemos que volver una y otra vez sobre el tema, porque los modernos centros de reproducción asistida están consiguiendo hacernos creer que sus técnicas son beneficiosas para la humanidad, al conseguir, gracias a ellas, cada vez más nacimientos de niños sanos. Los medios de comunicación se llenan la boca cantando las excelencias de estas técnicas modernas que permiten ser padres a parejas estériles y consiguen el nacimiento de niños libres de enfermedades genéticas. Es un aspecto realmente muy motivador, y en apariencia positivo. ¿Qué puede haber mejor que defender la vida, facilitando su nacimiento cuando la naturaleza se empeña en impedirlo?
Sin embargo, se oculta la auténtica realidad, lo que se está realizando en los laboratorios de estos modernos espartanos del siglo XXI. No porque sean precisamente parcos en medios. En Esparta se practicaba una rígida eugenesia. Nada más nacer, el niño espartano era examinado por una comisión de ancianos en el Pórtico, para determinar si estaba sano y bien formado. En caso contrario se le consideraba una boca inútil y una carga para la ciudad. En consecuencia, se le conducía al Apótetas, lugar de abandono, al pie del monte Taigeto, donde se le arrojaba a un barranco. De ser aprobado por el consejo de ancianos, le asignaban uno de los 9.000 lotes de tierra disponibles para los ciudadanos y lo confiaban a su familia para que lo criara, siempre con miras a endurecerlo y prepararlo para su futura vida de soldado. Me parece que el ejemplo de Esparta es muy significativo para explicar lo que hoy se hace en los centros de FIV, auténticas nuevas Espartas del siglo XXI. Si los ciudadanos de Esparta arrojaban por el acantilado a los niños débiles, con el fin de garantizar una población sana y robusta, los científicos de hoy en día los arrojan al desagüe o los condenan al ostracismo del nitrógeno líquido. El objetivo que se persigue es el mismo. Los medios son hoy más refinados.
Sin embargo, se oculta la auténtica realidad, lo que se está realizando en los laboratorios de estos modernos espartanos del siglo XXI. No porque sean precisamente parcos en medios. En Esparta se practicaba una rígida eugenesia. Nada más nacer, el niño espartano era examinado por una comisión de ancianos en el Pórtico, para determinar si estaba sano y bien formado. En caso contrario se le consideraba una boca inútil y una carga para la ciudad. En consecuencia, se le conducía al Apótetas, lugar de abandono, al pie del monte Taigeto, donde se le arrojaba a un barranco. De ser aprobado por el consejo de ancianos, le asignaban uno de los 9.000 lotes de tierra disponibles para los ciudadanos y lo confiaban a su familia para que lo criara, siempre con miras a endurecerlo y prepararlo para su futura vida de soldado. Me parece que el ejemplo de Esparta es muy significativo para explicar lo que hoy se hace en los centros de FIV, auténticas nuevas Espartas del siglo XXI. Si los ciudadanos de Esparta arrojaban por el acantilado a los niños débiles, con el fin de garantizar una población sana y robusta, los científicos de hoy en día los arrojan al desagüe o los condenan al ostracismo del nitrógeno líquido. El objetivo que se persigue es el mismo. Los medios son hoy más refinados.
En la antigua Esparta, estaban, por un lado, los ciudadanos, y por otro los periecos e ilotas. Los únicos que poseían derechos políticos eran los denominados espartiatas que a diferencia de los espartanos (aquellos que vivían en Esparta, pero no eran espartiatas), tenían descendencia consanguínea con el pueblo indoeuropeo de los dorios, llamados “astoi” o “ciudadanos” (término más aristocrático que el de “polités”, habitual en otras ciudades griegas). También se les conocía como “Pares” o “Iguales”. Conformaban una minoría privilegiada pues al momento de nacer recibían una parcela de tierra, que conservaban toda su vida. Los modernos espartiatas son igualmente seleccionados de entre los espartanos, pero con técnicas más sofisticadas. Como no queda elegante matar a los niños recién nacidos cuando se descubre que son portadores de enfermedades genéticas, los seleccionamos antes de que nazcan, con eso tan aséptico que se llama “DGP” (Diagnóstico Genético Preimplantacional), que suena casi a Dirección General de Tráfico, pero que es mucho más grave que una retirada de puntos del carné de conducir. Si se detecta que los embriones producidos in vitro son defectuosos, que no pasan el cribado del control de calidad que hemos establecido, los destruimos de forma más aséptica.
Hasta ahora se utilizaba una técnica denominada FISH (hibridación fluorescente in situ). Esta técnica utiliza sondas fluorescentes que se unen solo a aquellas partes del cromosoma con las que muestran un alto grado de similitud. Después, utilizando microscopía fluorescente, se pueden encontrar los puntos de unión entre la sonda y el cromosoma. Copio de una web de un centro de reproducción humana asistida cómo se analizan con esta técnica los embriones, cambiando la palabra “embriones” por “bebés”, para que no nos engañen las apariencias:
“La pareja debe realizar un tratamiento de Fecundación In Vitro. Debemos esperar tres días para que los bebés resultantes del proceso se hayan dividido hasta el estadio de seis-ocho células. En este momento se realizará la biopsia del bebé, extrayendo una única célula (blastómero). La célula extraída será analizada en el laboratorio de biología molecular y los bebés biopsiados permanecerán en cultivo hasta la obtención del diagnóstico genético. El objetivo es transferir bebés sanos y evolutivos que darán lugar a una gestación con total normalidad.”
Pues bien, la técnica pretende buscar alteraciones genéticas como las monosomías (un cromosoma en vez de dos) o trisomías (tres cromosomas en vez de dos), que son las responsables de enfermedades como el Síndrome de Down (trisomía del 21), Síndrome de Edwards (trisomía del 18), o Síndrome de Turner (monosomía del cromosoma X). La técnica del FISH, que se utilizaba hasta ahora, sólo permite cribar las anomalías que presentaban 9 pares de cromosomas, dejando de analizar el resto por la complejidad que supone. Es decir, que se quedaban 15 trisomías fuera del campo de detección, y así se podían colar espartanos entre los espartiatas. Para evitarlo, ahora la empresa Reprogenetics ha desarrollado una nueva técnica más potente, el Array CGH (hibridación genómica comparativa, por sus siglas en inglés), que permite comprobar los 23 pares de cromosomas y detectar así a los espartanos infiltrados para eliminarlos convenientemente. Esta técnica se basa en la comparación del ADN del individuo con ADN de control, y con microscopio epifluorescente y análisis de imagen cuantitativo, comprobar todas las diferencias. En definitiva, se trata de un filtro más fino. Todo muy moderno. Pero la base sigue siendo una atroz selección de seres humanos, en la que los débiles son desechados, en una burda ampliación de la selección natural de las especies.
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