EL CARDENAL PAUL JOSEF CORDES, PRESIDENTE DEL PONTIFICIO CONSEJO COR UNUM, PRESENTÓ LA ENCÍCLICA
Cordes asegura que la Iglesia «inspira pero no hace política» con la nueva encíclica
Recalcó que la Doctrina Social de la Iglesia no pretende ser una «tercera vía», tras el comunismo y el capitalismo para alcanzar una sociedad perfecta o «un paraíso terrenal». Para Cordes, el corazón de esta Doctrina es siempre el hombre, pero un hombre que va más allá de un «horizonte intra terrenal».
(Jorge Martínez-Pueyo/ReL) El presidente del Pontifico Consejo «Cor Unum», el cardenal Paul Josef Cordes, afirmó ayer en la presentación de la encíclica «Caritas in veritate» que el corazón de la Doctrina Social de la Iglesia es siempre el hombre resaltando el hecho de que el nuevo texto reitere el papel de la Iglesia como facilitadora de la ayuda social. Aseguró que se trata de la continuación de la primera de las encíclicas del Papa, «Deus caritas est», centrándose en los aspectos sociales de la caridad cristiana. La Iglesia «inspira pero no hace política», apuntó Cordes, quien reiteró el hecho de que ésta no es una «tercera vía», diversa del comunismo y del capitalismo, para alcanzar una sociedad perfecta o un «paraíso terrenal». También apuntó que el mensaje de este nuevo texto de la doctrina social no puede entenderse fuera del contexto del evangelio y como elemento de evangelización. Por ello, lo importante es «el anuncio de Cristo muerto y resucitado que la Iglesia proclama a través de los siglos» y que «tiene una actualización también respecto al vivir social», afirmó el purpurado. El cardenal también quiso precisar que lo expuesto en ella no puede quedarse como algo ambiguo y filosófico, sino que debe llevarse a la práctica con actuaciones concretas: «Los principios de la Doctrina Social no se han quedado meramente en lo filosófico sino que tienen su origen en Cristo y en su Palabra». El hombre, más que un ser social «No se puede restringir el hombre a su vivir social», recordó Cordes, «¿qué hombre queremos promover? ¿Se puede considerar un desarrollo verdadero aquel que encierra al hombre en un horizonte intra terrenal, hecho sólo de bienestar material, y que se extiende desde la cuestión de los valores, de los significados, del infinito al cuál ha sido llamado el hombre?». Y es que para Cordes, el corazón de la Doctrina Social de la Iglesia siempre es el hombre, pero un hombre que tiene unas miras más allá de lo material. En una primera fase la atención de la disciplina de la Iglesia se había orientado en las situaciones problemáticas de la sociedad: el reglamento del trabajo, acceso a un salario equitativo, representación de los trabajadores. Más tarde estas problemáticas se afrontaron a nivel internacional: como el desequilibrio entre ricos y pobres, el desarrollo, las relaciones internacionales. «Con la acentuación teológica se acerca con más fuerza, con Juan XXIII la pregunta sobre la recaída de todo esto sobre el hombre. Juan Pablo II reforzó ulteriormente esta conciencia centrándose en el problema antropológica de la reflexión social. Este aspecto está presente en este documento: el primer capital por salvaguardar y por valorizar es el hombre, en su integridad» afirmó Cordes. De esta forma, la cuestión social se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica. Una vuelta a la caridad de «Deus caritas est» Según el presidente del Pontifico Consejo Cor Unum, la nueva encíclica trata de manera más explícita y práctica el tema de la caridad, que ya había sido tratado por Benedicto XVI en su primera encíclica «Deus caritas est»: «la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia», dijo, agregando que ésta «compromete en primer lugar al cristiano a encarnar su fe». «La caridad manifiesta siempre el amor de Dios también en las relaciones humanas, otorgando valor teologal y salvífico a todo compromiso por la justicia en el mundo», dice el Papa en la encíclica. Para que la caridad se pueda dar de un modo efectivo en el corazón del hombre, Cordes recordó la importancia de la oración: «Dios renueva el corazón del hombre para que él pueda dedicarse a vivir en la caridad y en la justicia». «Los cristianos no están simplemente en la ventana para mirar o protestar, contagiados de la moderna cultura de la denuncia, sino que se dejan convertir para construir en Dios una cultura nueva. Esto vale también para los miembros de la Iglesia, como individuos o asociados», concluyó.
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