NUEVO DISEÑO... Y LA PRIMERA MUJER EN SU REDACCIÓN
Pequeña revolución en el periódico del Papa
Tachado por sus detractores de inmovilista, de ser feo a conciencia y de resultar agotadoramente aburrido, el diario del Vaticano ha renovado diseño y contenidos. Por vez primera en casi siglo y medio de existencia, una mujer trabaja en su redacción y colabora un columnista musulmán. Como Dios manda, en el Osservatore libran los domingos.
(Irene Henández Velasco/El Mundo) Seamos honestos: si por algo se ha distinguido a lo largo de sus 148 años de historia el Osservatore Romano, el periódico oficial del Vaticano, no es ni por su amenidad ni por su atractivo diseño. Hasta Pablo VI, antes de ser elegido Papa, alzó en una ocasión su voz contra él, acusándole con mucha diplomacia de ser mortalmente aburrido: «Un periódico serio. Un periódico solemne. Pero, ¿quién lo leería en el tranvía o en el bar? ¿Quién iniciaría una discusión acerca de él?». Sin embargo, en el último año y medio, el periódico de la Santa Sede se ha sometido a un profundo tratamiento de metamorfosis y rejuvenecimiento. Para empezar, su aspecto se ha modernizado de la mano de un nuevo diseño. Pero también sus contenidos se han aligerado: en lugar de los insufribles análisis tipo La ignominia del pecado original, que acostumbraba a publicar, o de los sesudos estudios sobre la exégesis bíblica, ahora dedica buena parte de sus ocho páginas diarias a glosar la música blues, a celebrar el 80 aniversario del nacimiento de Tintín, a analizar las películas de superhéroes... La información internacional tiene mucho más peso que antes, en detrimento de las noticias sobre Italia, y abundan cada vez más las entrevistas. Y la economía, un asunto que tradicionalmente ignoraba con indisimulado desdén, ahora ocupa un lugar protagonista. Pero esto es sólo el principio: además, y por primera vez en su casi siglo y medio de vida, en la redacción trabaja una mujer: Silvia Guidi. Y otras muchas se han incorporado como colaboradoras, incluida la judía Anna Foa. Otro hito: Khaled Fouad Allam se ha convertido en el primer columnista musulmán. Y, en general, en el Osservatore cada vez hay más artículos firmados por personas no católicas. Detrás de esa pequeña revolución (gigantesca para la proverbial inmutabilidad vaticana), se encuentra un hombre de 57 años especializado en literatura cristiana antigua y que habla perfectamente el español: Giovanni Maria Vian. Benedicto XVI llevaba dos años como Papa cuando el anterior director del Osservatore Romano, Mario Agnes, cumplió 75 años y decidió jubilarse. Para sustituirle, el Pontífice decidió confiar en Vian, quien ya trabajó para el periódico durante 10 años, entre 1977 y 1987, y cuyo padre fue director de la Biblioteca Vaticana. Y le encargó transformar el sobrio y con frecuencia provinciano diario en un rotativo moderno y sofisticado. Bueno, bonito... La consigna exacta que el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado vaticano y número dos en la jerarquía de la Santa Sede, le dio a Vian cuando le anunció que sería el nuevo director fue que hiciera un «bel giornale». Es decir, un periódico bueno y al mismo tiempo atractivo. Y en eso anda enfrascado Vian. «El Papa quiere que, además de difundir las enseñanzas y la línea de la Santa Sede, su periódico sea también un sitio de discusión, de debate, sobre todo cultural. Y, concretamente, lo que me pidió fue que tuviera una dimensión más internacional, algo que siempre ha sido una característica del diario, pero que ahora está mucho más acentuada», nos cuenta desde su despacho en la Via dei Pellegrini, sede de la redacción. Para entender lo imperturbable a los cambios que es el periódico de la Santa Sede, basta un dato: en los últimos 30 años tan sólo ha tenido dos directores. Así que no es de extrañar que la llegada de Vian haya sido acogida por la mayoría de las 55 personas que componen el equipo como un soplo de aire fresco. «Ha sido un gran cambio: como cuando tienes durante mucho tiempo una ventana cerrada y de pronto un buen día la abres», asegura Giuseppe Florentino, el jefe de la sección de Internacional. Son las 10.00 horas y el diario ya vive con una actividad frenética. Es un vespertino, lo que significa que se empieza a trabajar muy temprano. A las 7.30 horas, comienzan a llegar a la redacción los primeros periodistas. A las 8.15 horas, y bajo una foto de Benedicto XVI, se celebra la primera reunión. La última tiene lugar a las 15.00 horas, y en ella se revisan las pruebas finales antes de que las rotativas, situadas a escasos metros de la redacción, comiencen a imprimir los ejemplares. Y a las 16.00 horas, concluye la jornada laboral. El requisito Aunque el periódico del Papa presume en la actualidad de tener judíos y un musulmán entre sus columnistas, todos sus miembros se declaran católicos y practicantes. «Digamos que ser católico es un pre-requisito para trabajar aquí», nos cuenta Gateano Vallini, el redactor jefe. «No es que hagamos un test de religiosidad a la hora de contratar a alguien, pero es un aspecto que evidentemente tenemos muy en cuenta». Y Piero di Domenicantonio, un redactor, apostilla: «El diario es propiedad de la Santa Sede, así que los que trabajamos aquí no podemos no ser católicos». La prueba palpable está en Silvia Guido, el último y muy cacareado fichaje del rotativo vaticano. Tiene 37 años, es florentina y dice no sentirse intimidada por ser la primera mujer en incorporarse a una redacción cuyos integrantes hasta ahora eran única y exclusivamente hombres. Lleva los labios y los ojos coquetamente pintados y viste de manera muy femenina. Pero es altamente improbable que pueda protagonizar una aventura sentimental con alguno de sus colegas varones. «No sólo soy católica, sino que soy miembro de Memores Domini, la asociación laica bajo la tutela del movimiento Comunión y Liberación cuyos miembros viven respetando los tres votos de los Evangelios: pobreza, castidad y obediencia», confiesa con una sonrisa en los labios. No en vano, el Osservatore Romano publicaba recientemente un artículo en el que defendía que la lavadora ha hecho más por la liberación de la mujer que la píldora anticonceptiva… En cuanto a los sueldos, son un poco más bajos que los que perciben sus colegas italianos de otras cabeceras. Pero, a cambio, tienen algunas ventajas: no trabajan los domingos, están exentos de pagar a Hacienda, disfrutan del excelente servicio sanitario de la Santa Sede y pueden comprar gasolina y otros muchos productos en el Vaticano a precios muy rebajados al estar libres de impuestos. Y, sobre todo, tienen garantizado su trabajo de por vida, ya que en el siglo y medio de historia de este rotativo nadie ha sido despedido jamás. «Aquí el recambio general se produce sólo porque la gente se jubila», admite el redactor jefe. Pero, a pesar de tener como mecenas a los sucesivos Papas, el rotativo de la Santa Sede también tiene sus propios problemas. El principal es su escasa difusión. Sumando todas sus ediciones (la que se edita a diario en italiano, las ediciones semanales, en francés, inglés, español, portugués, alemán e italiano, y la mensual en polaco) las ventas no pasan de los 100.000 ejemplares. «El periódico más citado del mundo y el menos leído», según reza el chiste que en ese sentido circula desde hace años por el Vaticano, fuera de cuyos pequeños confines es muy difícil encontrar el periódico de los pontífices. Y la otra cuestión es el dinero ya que, a pesar de las riquezas que atesora la Santa Sede, el Osservatore Romano es un medio bastante pobre en recursos económicos que se hace con un total de 4,5 millones de euros al año. Sin presiones Vian asegura, eso sí, que disfruta de bastante independencia a la hora de desarrollar su trabajo. «Recibo muchas menos presiones del Papa de las que yo pensaba que iba a sufrir», afirma este hombre, cuyo abuelo y cuyo padre ya escribieron en su día para el diario. Pero también reconoce que hay muchos asuntos, sobre todo en relación con la información internacional, en donde el periódico sigue rigurosamente la línea impuesta por la secretaría de Estado vaticana. «Sería absurdo pensar que pudiéramos hacer un periódico prescindiendo de nuestro editor», destaca. «En ese sentido, es evidente que el periódico de la Santa Sede no puede dificultar la política de la Santa Sede. Así que hay cuestiones, como el problema de la energía nuclear, Oriente Medio y China en los que nos movemos con mucho cuidado». Al fin y al cabo, y por mucho que se haya modernizado, el Osservatore Romano no deja de ser el periódico de los Papas. Sus lemas, escritos bajo su mancheta, así lo recuerdan: Unicuique suum (A cada uno lo suyo) y Non praevalebunt (No vencerán [los enemigos de Dios y de la Iglesia, se entiende]). Pero está consiguiendo recuperar el esplendor y el prestigio de tempos pasados, cuando Giulio Andreotti decía leerlo a diario con auténtica devoción. «Es imprescindible», aseguraba recientemente el ministro italiano de Exteriores, Franco Frattini. «De lectura obligatoria», sentencia la periodista y ex directora de la RAI Lucia Annunziata. Todo un piropo, sobre todo teniendo en cuenta que Annunziata se define como marxista y atea... Una historia muy larga El primer ejemplar del Osservatore Romano se publicó el 1 de julio de 1861, bajo el Pontificado de Pio IX. Sólo a partir del 31 de marzo de 1862 su periodicidad fue diaria. Nació con el objetivo de «desenmascarar y oponerse a las calumnias que se vierten contra Roma y el Pontificado Romano», según especificaba el artículo 2 de su reglamento. Comenzó a publicarse pocos meses después de la proclamación del reino de Italia (el 17 de Marzo de 1861) y en clara defensa de los estados pontificios. El periódico siempre ha estado dirigido por laicos. Sus primeros directores fueron dos abogados, Nicola Zanchini y Giuseppe Bastia. A lo largo de sus 149 años de existencia ha tenido 12 directores. Se compone de ocho páginas y cuesta un euro.
Comentarios