BENEDICTO XVI PARTICIPA EN LA PROCESIÓN DEL CORPUS CHRISTI POR LAS CALLES DE ROMA
El Papa ve el riesgo de secularización dentro de la Iglesia
El Santo Padre expresó ayer su preocupación por secularizar la vida sacramental con «cultos eucarísticos formales y vacios», así como la tentación de reducir la oración a «momentos sperficiales y apresurados».
(Zenit) Benedicto XVI alertó ayer jueves, día de Corpus Christi en el Vaticano, ante el peligro de la «secularización serpenteante» que penetra la Iglesia y se manifiesta «en un culto eucarístico formal y vacío». El Papa participó en la procesión del Santísimo Sacramento por una de las céntricas calles de Roma, después de haber presidido la santa misa en el atrio de la Basílica de San Juan de Letrán, catedral del obispo de Roma, cuando el sol se ponía sobre la ciudad eterna. En la homilía, el pontífice ilustró con imágenes sugerentes la importancia de la fe en la presencia real de Jesús en la Eucaristía, explicando a los miles de peregrinos que «no hay que dar por descontada esta fe». «Hoy se da el riesgo de una secularización serpenteante incluso dentro de la Iglesia, que puede traducirse en un culto eucarístico formal y vacío, en celebraciones carentes de esa participación del corazón, que se expresa en veneración y respeto por la liturgia», advirtió. Según el pontífice, «siempre es fuerte la tentación de reducir la oración a momentos superficiales y apresurados, dejándose llevar por las actividades y las preocupaciones terrenales». Y sin embargo, dijo, la Eucaristía es «el pan de la vida eterna del nuevo mundo que se nos da hoy en la santa misa, para que desde ahora el mundo futuro comience en nosotros». «Con la Eucaristía, por tanto, el cielo baja sobre la tierra, el mañana de Dios desciende en el presente y el tiempo queda como abrazado por la eternidad divina», indicó. El Papa no escondió su gozo al poder acompañar a Cristo en el Sacramento por la Vía Merulana que lleva de la Basílica de San Juan de Letrán a la Basílica de Santa María la Mayor. En esos momentos, invitó a los fieles a elevar esta oración: «¡Quédate con nosotros, Cristo, entréganos el don di te y danos el pan que nos alimenta para la vida eterna!». «Libera a este mundo del veneno del mal, de la violencia y del odio que contamina las conciencias, purifícalo con la potencia de tu amor misericordioso», añadió. El Papa seguía a la Eucaristía arrodillado en un reclinatorio, encima de una camioneta blanca, cubierto con un toldo, cuando empezaba a caer la noche sobre la ciudad eterna. Los fieles, con velas en la mano, hacían de su silencio una profesión de fe.
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