Shane Paul O´Doherty cuenta en un libro su paso del IRA a Cristo
Shane, ex IRA: «Hacen falta dos conversiones: la de la persona que ha pecado y la de la sociedad»
La conversión siempre es un camino abierto. Shane Paul ODoherty lo sigue recorriendo cada día. Por eso me gusta su historia que, contra la costumbre, nos enseña que quien perdona no claudica, sino que nos muestra una de las facetas más nobles del ser humano.
Le conocí hace trece años en Dublín, poco después de que viera la luz The Volunteer, un libro en el que relata cómo con sólo quince años cometió el gran error de su vida al entrar en el IRA y cómo, años después, fue tan valiente como para rectificar. La traducción de su testimonio, que acaba de publicar LibrosLibres, me ha ofrecido la posibilidad de reencontrarme con un viejo amigo y de enorgullecerme al escuchar los detalles de su proceso.
“Hacen falta dos conversiones -dice Shane-: la de la persona que ha pecado y la de la sociedad, a la que con frecuencia le cuesta creer que realmente ha habido un cambio. En mi caso, han pasado cerca de treinta años desde que renuncié a la violencia y aún hoy hay quien duda de la sinceridad de mi arrepentimiento”.
Shane relata, con mucho sentido del humor, que su conversión no se produce en “un sitio como éste”, refiriéndose a la cafetería donde tomamos un té con pastas, “sino en un contexto muy peligroso y arriesgado”. Pedir perdón, en el momento en el que él lo hizo, puso en peligro su vida y la de los suyos. Y desde entonces, su proceso ha estado acompañado de numerosas presiones y de mucha soledad.
No más bombas está ya en las librerías, y descolocará a todo aquel que se adentre en sus páginas. ¿Qué lleva a un adolescente de una familia normal, con una buena educación y rodeado de cariño, a alistarse en el IRA? ¿Qué siente un joven activista del IRA? ¿Qué tipo de relación tiene con sus compañeros y con su familia? ¿Qué supone el paso por la cárcel? Todos estos interrogantes encuentran respuesta en el libro, pero la gran pregunta de esta amena biografía es si la conversión es posible, si una persona que, durante años, ha vivido por y para la violencia puede aceptar su error, pedir perdón y experimentar un cambio. Y… de ser así, ¿qué origina esta redención?
Shane es el vivo ejemplo de que hay Quien pueda ablandar un corazón de piedra. Shane Paul ODoherty es el séptimo de ocho hermanos. Nació en 1955 en la localidad irlandesa de Derry, en el seno de una familia católica. Con tan sólo quince años, se incorpora a la rama juvenil del IRA. Se especializa en explosivos. A los dieciocho, ya envía cartas bomba y a los veinte es arrestado por la policía del Úlster y condenado a treinta cadenas perpetuas y a veinte años de cárcel.
En este punto me detengo, porque me parece clave. Si bien es cierto que una conversión de tal calibre no sucede de un día para otro, también lo es que hay situaciones que pueden favorecerla. En el año 1976, Shane cumplía condena en la cárcel londinense de Brixton. Después de años de imparable activismo, se encuentra en silencio, totalmente aislado y con todo el tiempo del mundo para pensar. En este momento aparecen en su vida los capellanes de la prisión.
La celebración de la Eucaristía en una mesita con uno de ellos y el estimulante juego discursivo que mantenía con el otro le llevan a una lectura apasionada de la Biblia: “Me conmovió especialmente la lectura de los evangelios. La personalidad de Jesucristo emanaba de los cuatro relatos, por sus opiniones y actividades, su oposición a la hipocresía, su dedicación a los pobres y por sus alusiones al amor al enemigo. Había en Él un mensaje, puro y libre de transigencias y errores, que me atrajo de inmediato. Empezaba a sentir la contrariedad de que, debido a la lucha armada y a sus muchas víctimas, mi idealismo republicano comenzaba a resquebrajarse”.
Es en este momento cuando dos de las palabras prohibidas en el contexto terrorista aparecen en su quehacer cotidiano dentro de prisión: culpa y perdón. Shane es el primer terrorista arrepentido en la historia del IRA, que lo hace público, en los medios de comunicación y en numerosas cartas que dirigió a sus víctimas. Como cuenta en el relato, llegó al convencimiento de que “la única lucha política con la que merece la pena comprometerse es aquella que ofrece un respeto incondicional por los derechos y la vida de toda persona humana”.
Su actitud le ha generado incomprensión por parte de muchas personas, porque, como él repite una y otra vez, “la sociedad no te premia por pedir perdón”. Me quedo con la idea. “La esperanza que tengo, después de contar mi historia -concluye- es que alguien, después de leerla, no haga la elección que hice yo con sólo quince años y evite sus horribles consecuencias”. Shane comprendió que su conversión pasaba por la reconciliación con la comunidad, con Dios y consigo mismo. Hoy es un hombre nuevo que, inevitablemente, arrastra, y en cierta medida siempre arrastrará, la sombra del gravísimo pecado que cometió, pero que, por encima de ello, nos ilumina con su testimonio de vida. Premio.