Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

«La unidad entre las Iglesias no es tan fácil como algunos imaginan», advierte el patriarca Sako

El cardenal Sako, patriarca de los caldeos
El cardenal Sako, patriarca de los caldeos, sueña pese a la difucltad con este llamamiento de unidad

ReL

El camino para recomponer la plena unidad entre las Iglesias y las comunidades eclesiales “no es tan fácil como algunos imaginan”, expresó el cardenal Louis Raphael Sako, patriarca de Babilonia de los Caldeos, en un discurso difundido a través de los canales oficiales del Patriarcado y difundido por la agencia Fides y que recoge AICA.

El cardenal iraquí reconoce que la cuestión del camino hacia la reconstitución de la plena unidad sacramental entre los bautizados es una “cuestión compleja” que no puede ser tratada con arrogancia o sentimentalismo.

Las Iglesias y las comunidades eclesiales -reconoce el patriarca- no pueden ser unificadas de manera forzada, y tampoco pueden ser despojadas de sus identidades individuales “por decreto”, porque “la Iglesia no es una mera entidad administrativa”, sino una realidad íntimamente connotada por su propia e inconfundible naturaleza espiritual.

Además, el debate sobre la necesidad de recomponer la unidad plena entre los cristianos, en la actualidad, puede verse complicado por los condicionamientos sociológicos y culturales, dado que en nuestro mundo contemporáneo el pluralismo es siempre reconocido y afirmado como un valor positivo, mientras que los procesos de homologación son denunciados como formas de imposición asfixiante.

El modelo histórico e ideal al que mirar -subraya el patriarca, continuando su reflexión- sigue siendo el de la Iglesia naciente, relatado en los Hechos de los Apóstoles.

En aquel principio -señala el cardenal iraquí- la unidad de los bautizados no era una meta ideal que debía alcanzarse con esfuerzos y estratagemas humanas, sino que florecía como efecto gratuito de la fe y la caridad que animaban los corazones alcanzados por la gracia de Cristo.

Sólo la unidad vivida en la fe y en la caridad puede convivir sin esfuerzo y con gratitud con el legítimo pluralismo de las diferentes sensibilidades teológicas, de los múltiples ritos y de las diferentes trayectorias históricas de las comunidades eclesiales que florecen en diferentes civilizaciones, culturas y países.

El discurso del Patriarca Sako no se detiene en consideraciones generales sobre las dificultades del ecumenismo, sino que también quiere llamar la atención sobre una cierta inmovilidad que, según el cardenal iraquí, caracteriza a las organizaciones ecuménicas y a los contactos intereclesiales en su país.  

En Irak -recuerda el Patriarca- existen oficialmente 14 comunidades y denominaciones eclesiales relativas, de consistencia variable.

“El Consejo de Jefes de Iglesias y Comunidades Cristianas de Irak se creó en 2006, y en varias ocasiones -reconoce el patriarca- respondió a la necesidad de unificar las posiciones y los discursos oficiales” de los distintos sujetos eclesiales.

Al mismo tiempo, en opinión del Patriarca Sako, el organismo parece estar pasando en los últimos años por una temporada de desprestigio, justo cuando organismos similares que operan en Egipto, Jordania y Líbano se muestran mucho más emprendedores y sensibles a las urgencias y emergencias del momento histórico actual.

El patriarca, entre otras cosas, recuerda el intento fallido de identificar una fecha común para las fiestas litúrgicas cristianas que actualmente se celebran en días diferentes por las distintas comunidades eclesiales.

En septiembre de 2013, unos meses después de su elección a la dirección de la Iglesia caldea, el cardenal Sako envió una carta de felicitación a Mar Dinkha IV, en aquel entonces patriarca de la Iglesia Asiria de Oriente, con motivo de su 78º cumpleaños.

En ese mensaje de buenos deseos, el patriarca Sako dirigió también al jefe de la Iglesia asiria una elocuente invitación oficial a iniciar juntos un camino de diálogo para restablecer la plena comunión eclesial entre la comunidad cristiana caldea -unida al obispo de Roma- y la asiria, que comparten la misma herencia litúrgica, teológica y espiritual. La propuesta hecha en aquella ocasión por el patriarca caldeo no se desarrolló en actos concretos hasta la fecha.

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