Domingo, 24 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Su condición religiosa y étnica, un doble hándicap

Birmania: los cristianos, en el punto de mira de un gobierno basado en el nacionalismo y el budismo

La hermana Ann Rose Nu Tawng, de rodillas ante la policía en Myanmar.
En los primeros días del golpe de Estado de febrero de 2021, la imagen de la hermana Ann Rose Nu Tawng, de las Misioneras de San Francisco Javier, interponiéndose entre los policías y los manifestantes dio la vuelta al mundo.

ReL

Con el doble hándicap de pertenecer a una minoría étnica y religiosa, los cristianos en Birmania/Myanmar llevan años afrontando circunstancias muy difíciles.

Rainer Leonhardt  ofrece una breve y completa síntesis del problema en el número 359 (junio 2023) de La Nef:

Los cristianos olvidados de Birmania

El mortífero ataque (al menos 50 muertos) llevado a cabo el pasado mes de abril por el ejército birmano contra una aldea del centro del país ha vuelto a poner de actualidad el conflicto que divide al país. Un conflicto en el que los cristianos figuran entre las primeras víctimas.

Desde su independencia de la India británica en 1948, Birmania ha vivido una sucesión de dictaduras militares desde 1962 y una guerra civil de intensidad variable entre la etnia mayoritaria, los bamar, y las numerosas minorías étnicas.

En 1988 se produjeron en Birmania importantes manifestaciones a favor de la democracia, y el movimiento de oposición a la dictadura militar encontró una figura destacada en la persona de Aung San Suu Kyi, hija del general Aung San, padre de la independencia. Las manifestaciones fueron aplastadas por una severa represión. Pero el régimen se mantuvo firme gracias al apoyo de China.

En 2010, la junta militar inició un proceso gradual de democratización; sin embargo, en febrero de 2021, temerosa de perder todo su poder, dio otro golpe de Estado. Desde entonces, el país, probado por las crisis económicas, se ha sumido en una guerra civil que ya se ha cobrado más de 30.000 vidas.

Un resumen de las últimas décadas de historia birmana, desde la perspectiva de la vida de Aung San Suu Kyi, actualmente en prisión.

Por la fuerza de los acontecimientos, han confluido varios movimientos: en particular, los manifestantes que, tras protestar contra el golpe militar, se han pasado a la lucha armada bajo la bandera de las Fuerzas Populares de Defensa, y los diversos movimientos guerrilleros iniciados por las minorías étnicas. Desde hace dos años, el conflicto está estancado: la junta militar controla las grandes ciudades y las fuerzas de la oposición logran controlar zonas bastante extensas.

El régimen ha anunciado que celebrará elecciones en otoño de 2023 para legitimar la situación creada por el golpe de Estado. Esto debería provocar aún más violencia, ya que el régimen está decidido a obligar a la población a votar, y la oposición hará todo lo posible por demostrar la falta de legitimidad del régimen boicoteando las elecciones. Es difícil predecir qué hará la comunidad internacional. Aunque China apoya firmemente a la junta militar, hay indicios de que podría presionar para que se negocie, sobre todo si la guerra amenaza sus intereses económicos directos. Por otro lado, el posible apoyo de Estados Unidos podría inclinar la balanza a favor de la oposición.

En este contexto, la junta militar apunta específicamente a los cristianos birmanos (6,2% de la población), la mayoría de los cuales pertenecen a minorías étnicas. El nacionalismo birmano mezcla el nacionalismo bamar con la adhesión religiosa al budismo, sobre todo porque los bamar son casi todos budistas.

Esto ya se puso de manifiesto durante la crisis rohingya: esta minoría musulmana del estado de Arakan, en el noroeste del país, fue víctima de una limpieza étnica en 2017 que provocó la huida de un millón de ellos a Bangladesh. Fueron el objetivo por ser extranjeros, musulmanes y no bamaríes.

La misma lógica se aplica a otras minorías étnicas, aunque de forma menos radical: es difícil considerarlos extranjeros y algunos de ellos son budistas, aunque la evangelización avanza. Numerosos testimonios indican que las fuerzas armadas birmanas atacan específicamente a las iglesias. Existe incluso una "persecución sistemática y bastante generalizada", y a la Iglesia católica, por ejemplo, "no se le permite construir nuevos edificios ni tener cuentas bancarias" (padre David Michael de Penha, Noche de los Testigos de Ayuda a la Iglesia que Sufre en Francia, enero de 2023).

Parece haber pocas perspectivas de solución. El conflicto se prolonga y amenaza con desestabilizar a los países vecinos, algunos de ellos ya frágiles (Bangladesh, Tailandia, la India). El mejor de los escenarios, la apertura de nuevas negociaciones, es desgraciadamente improbable en estos momentos. Los generales parecen convencidos de que su represión acabará derrotando a la oposición, y no dudan en recurrir a los fundamentalistas budistas para ganarse el apoyo de las masas: esto nos hace temer lo peor para las minorías religiosas.

Traducido por Helena Faccia Serrano.

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