«Fuimos forzados a elegir entre convertirnos al islam o ser encarcelados»: Amjad eligió lo segundo
El caso de los cristianos paquistaníes encarcelados injustamente tras un atentado en 2015 contra cristianos y el posterior linchamiento de dos musulmanes pudo finalmente cerrarse tras haber sido puestos en libertad este año al demostrarse su inocencia en un claro caso de cristianofobia.
Sin embargo, las secuelas tras cinco años de cárcel, persecución y humillaciones son patente en ellos. Y pasaron por todo esto por amor a Dios porque de haber aceptado convertirse al islam hubieran sido liberados de inmediato. Pero prefirieron la cárcel a renunciar públicamente a su fe.
Tal y como recoge Ayuda a la Iglesia Necesitada, todo comenzó con los disturbios provocados como consecuencia de dos explosiones suicidas simultáneas contra la Iglesia de San Juan y la Iglesia de Cristo en Youhanabad, el barrio cristiano de Lahore, la capital de la provincia de Punjab, en Pakistán.
El día que cambió su vida
Los atentados ocurrieron el 15 de marzo de 2015 y en ellos murieron al menos 20 personas y 80 resultaron heridas. Uno de los cristianos que fueron encarcelados a consecuencia del linchamiento de los dos musulmanes fue Amjad Arif, un conductor de autorickshaw (una versión motorizada de tres ruedas del tradicional rickshaw de tiro) de Lahore.
Este hombre, casado y padre de tres hijos ha relatado su experiencia de estos años de injusto encarcelamiento. “Nos encanta nuestra pequeña casa en Youhanabad con su entorno cristiano. Hay una diferencia clara en comparación con el resto de la ciudad, donde no hay celebraciones ni música en Navidad o Pascua, por ejemplo. Nasreen, mi esposa, cuida de nuestros padres ancianos y asiste regularmente con nuestros hijos a la misa dominical en la iglesia católica de San Juan”, afirma este cristiano ahora en libertad.
Nunca olvidará el día del atentado y de su arresto. Amjad recuerda que "estaba en la terminal de camiones dejando allí a unos pasajeros cuando mi suegro me llamó y me informó sobre el ataque terrorista”.
Inmediatamente llamó a su mujer, pero el servicio de telefonía móvil había sido suspendido en Youhanabad. Así que regresó a casa a toda velocidad, sin embargo la entrada al barrio había sido bloqueada por un grupo de manifestantes alrededor de dos cuerpos quemados.
Forzados a elegir entre el islam o la cárcel
“Tomé una ruta alternativa, entré en la urbanización y estacioné mi rickshaw. Fui grabado por las cámaras que hay en las calle. Fui arrestado unos días después, a la vuelta de la esquina de mi casa. Mi hermano menor, que trabaja de jornalero, fue arrestado dos semanas más tarde”, afirma.
En ese momento comenzó su calvario. Tanto él como el resto de cristianos detenidos fueron golpeados y torturados. “A tres de nosotros, nos arrebataron los rosarios que llevábamos y los tiraron al suelo. Fuimos forzados a elegir entre convertirnos al islam o ser encarcelados por el asesinato de dos hombres. Un cristiano de 25 años, también arrestado por el linchamiento, se convirtió al islam y fue liberado a las tres horas. Nosotros nos mantuvimos firmes en nuestra fe en el Dios vivo”.
En su primer día en prisión todos los presos cristianos fueron encerrados en el mismo barracón. Amjad cuenta que solían rezar en círculo durante una hora y por la noche se dedicaban a las oraciones personales. “Cuando un prisionero cristiano caía enfermo, no se le daba una buena asistencia médica. Dos de los cristianos encarcelados injustamente han muerto en prisión”, informa.
Finalmente, el 29 de enero de 2020, cuarenta de estos cristianos fueron puestos en libertad a las once de la noche. Por temor a la venganza de las familias de los musulmanes asesinados en el linchamiento, Amjad no salió de su casa durante tres meses. Finalmente, compró un autorickshaw nuevo a plazos.
Sin embargo, Amjad iba a enfrentarse una vez más a la violencia: “Una tarde, tres pasajeros me robaron el vehículo y me dejaron atado a un árbol cerca de una ciudad vecina después de tratar de ahogarme con mi propia bufanda. Esa noche llovía y no había nadie alrededor. Me desaté y corrí a tres comisarías diferentes antes de llegar a la correcta. Mis ojos estaban rojos inyectados de sangre y tenía la cara hinchada. Regresé a casa al cabo de tres horas. Ahora, debo forzar la voz para hablar ya que todavía me duele. ¿Fue una venganza de las familias de las víctimas? No lo sé. Mientras estoy a la espera de poder adquirir un nuevo rickshaw, doy gracias a Dios por el regalo de la vida. Amo de verdad a mis hijos, vivo por ellos”.