María y el Espíritu Santo, «compañeros» del padre Maccalli durante su secuestro por yihadistas
El 17 de septiembre de 2018, el sacerdote misionero Luigi Maccalli se encontraba en la misión de Níger, donde se disponía a ofrecer servicio médico a los ciudadanos. Al salir, encontró tres fusiles apuntándole directamente. Eran yihadistas vinculados a AlQaeda.
Aquel día, comenzó un calvario de dos años para el sacerdote como rehén del islamismo hasta su liberación el 8 de octubre de 2020. Aciprensa destaca que en todo ese tiempo, María y el Espíritu Santo nunca le abandonaron.
Bajó a ayudar y encontró tres fusiles apuntándole
“Pensaba que alguien había ido a buscar algún servicio por alguna urgencia”, recuerda el sacerdote. “Ya me había pasado otras veces, así que con mucha simplicidad, bajé y pensaba encontrarme con alguien que necesitase de este servicio de medicinas".
De pronto, un grupo de yihadistas “me rodearon, me ataron las manos a la espalda, después me pidieron dinero y entregué aquello que tenía en el bolsillo. Después me llevaron fuera del portón de la misión y por varios minutos me condujeron a través de una moto. De esta manera comenzó este viaje que jamás pensé podría durar tanto”, explicó.
Comenzaron así dos años, “un tiempo largo, de soledad y de silencio” para el sacerdote, que confesó gritarle al Señor “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”.
Los regalos de María y el Espíritu Santo durante su cautiverio
Durante aquel tiempo de cautiverio, Maccalli buscó por todos los medios perseverar en la oración. “He llorado, pero rezaba siempre, era una oración de lágrimas, una oración del corazón, una oración confiada de este Dios misterioso. Debo decir la verdad, el desierto me ha hecho también entrar en mí”, destacó.
El sacerdote destacó que su misión de Níger está bajo el patrocinio del Espíritu Santo, que junto a María, “hacen grandes cosas. María y el Espíritu Santo han sido mis compañeros en prisión”.
Gracias a su visión sobrenatural, pudo ser consciente de que incluso en aquellos momentos, tuvo motivos de esperanza. “El primer regalo que me ha hecho el desierto fue entrar en contacto con tantas víctimas inocentes. El segundo fue el gran silencio, me ha ayudado a ir a profundidad, ha entrado dentro de mí y me ha regalado la oración del corazón. Y el tercer regalo ha sido ir a lo esencial en la comunión, en la relación y en la paz”.
No descarta volver: a Níger o a "donde el Señor me envíe"
Finalmente fue liberado en 8 de octubre de 2020, y aseguró que su primer pensamiento estuvo dirigido a su familia “a mis hermanas, para poder decirles que estaba bien y escuchar sus voces”.
Un mes después fue recibido por el Papa Francisco en el Vaticano. En ese encuentro, la primera palabra con la que Francisco le acogió fue “mártir”. “Ha sido para mí una palabra fuerte y yo dije, sobre todo, testimonio de la fe, un confesor de la fe. Sin embargo entiendo el sentido de lo que el Santo Padre ha querido decir, mártir en cuanto a testimonio del Evangelio”, afirmó el sacerdote.
Pese a su cautiverio bajo el yihadismo, el padre Maccalli no descarta regresar al lugar donde fue secuestrado para evangelizar. “La misión es desde el corazón y yo seré siempre misionero, donde quiera que el Señor me envíe. Yo espero regresar y al menos abrazar a mi gente. Me vieron desaparecer de manera improvista. Han rezado tanto y danzaron por mi liberación y yo espero regresar a danzar con ellos”.
"El Corán no tiene la altura del Evangelio" de amar a los que nos persiguen
El padre Maccalli también recordó a la hermana Gloria Cecilia Narváez, que está secuestrada en Mali desde hace 4 años y aseguró que reza “todos los días por su liberación y la de otros rehenes”.
“Invito a todos a rezar, a sostener en la oración a todos aquellos nuestros amigos, hermanos que están en esta situación [de cautiverio] en todo el mundo. La fuerza de la oración ayuda a sostener a estas personas y también a que suceda esta liberación para ellos, así como ha sucedido para mí”, afirmó.
Además pidió “no olvidar nunca rezar por nuestros perseguidores”, que es algo que experimentó de cerca durante su tiempo de cautiverio: “Poder vivir y rezar, por aquellos que nos persiguen”.
“He tenido la oportunidad de leer dos veces el Corán no tiene la altura del Evangelio, que nos manda a amar a aquellos que nos persiguen. Y aunque es difícil, yo he rezado y le he dicho al Padre: ‘perdónales, porque no saben lo que hacen’”.