Un ejemplo del papel de los laicos evangelizadores en el Asia rural
De pagana a catequista en 4 años, y ya madrina de muchos conversos: una evangelizadora «en salida»
Hace cuatro años, Song Thi May era una joven madre de 28 años, golpeada por las dificultades, que contrataba brujos y hacía sacrificios de animales a los dioses de las montañas del norte de Vietnam.
Hoy es una catequista entusiasta, que ha llevado a la fe católica a su familia, a muchos de sus vecinos y ha sido madrina de bautizo de docenas de conversos.
Su historia ejemplifica cómo se transmite la fe en zonas pobres de selva y montaña y de dictaduras comunistas donde no pueden entrar misioneros extranjeros: lo hacen los catequistas nativos, incluso si son conversos novatos.
"Desde que conocí a Dios, estoy bastante decidida a llevar el amor divino a otra gente pobre", explica esta mujer de etnia hmong al digital católico asiático UCANews.
En las montañas más pobres
Song Thi May nació y creció en un pueblecito llmado Ho Sen, en la región de Hua Nhan, en la provincia remota, pobre y montañosa de Son La en Vietnam, a unos 300 km de Hanoi, por carreteras imposibles de montaña.
Vietnam es una dictadura comunista y no permite misioneros extranjeros. La mayor parte de la población es de tradición budista.
Pero en estas montañas mucha gente es de etnia hmong, muy distinta al resto de los vietnamitas. Muchos no hablan vietnamita y su religión no es el budismo, sino el culto a dioses y espíritus de la naturaleza.
Vietnam en general no es un país rico, pero en estas remotas montañas la pobreza es abrumadora: hay partes del año en que, simplemente, falta la comida. El resto, sobreviven en las colinas con humildes sembrados de arroz, té, algunas frutas, algo de ganado y gallinas.
En 1988 Vietnam implantó una política de "dos hijos como máximo", pero explícitamente dejó fuera a las minorías étnicas. Y, efectivamente, en las aldeas hmong las familias tienen muchos hijos. Hay aproximadamente 1,4 millones de hmong en Vietnam. En las montañas viven en frágiles casas de madera que tormentas e inundaciones destruyen.
Hay poco acceso a escuelas o dispensarios. A menudo, si alguien enferma, la familia pide dinero prestado, compra gallinas u otros animales u los lleva a un brujo o chamán para que haga sacrificios a los dioses por la curación.
La infancia y juventud de Song Thi May
Una enfermedad mató al padre de Song Thi May cuando ella tenía sólo 4 meses. Su madre se volvió a casar. Hizo pocos cursos de la escuela básica porque enseguida le encargaron dedicarse a cuidar a sus hermanos menores, hacer las tareas domésticas y cuidar los animales de la granja familiar.
A los 15 años fue secuestrada por un adolescente un poco mayor y la familia pactó el habitual matrimonio entre los chicos. "Yo era demasiado joven para saber qué era el amor", dice ella. En realidad, mientras su marido acababa sus estudios y empezaba un trabajo en una agencia del Gobierno, ella se encargaba de mantenerlo con su esfuerzo, hasta que "él me echó de casa y no me dejo ni llevarme a mi hijo". Hoy el chico tiene 13 años. Aquel marido se casó dos veces más, y sus dos mujeres le dejaron, explica ella.
May volvió a vivir con su madre. Más adelante se casó con un hombre del pueblo, Hang A Chinh. Son una familia feliz con dos hijos, de 2 y 7 años.
Entre los chamanes y el cura católico
En 2018 su hija se puso enferma. May pidió dinero prestado y fue a los chamanes a ofrecer sacrificios de pollos y cerdos a los dioses. Pero la niña empeoraba.
Una mujer católica la llevó a ver al sacerdote de la parroquia de Mai Yen, en otro distrito. Era el padre Joseph Nguyen Tien Lien. "El sacerdote nos trató con amabilidad y cortesía. Nos ayudó a llevar mi hija al hospital y nos dio dinero para pagar su tratamiento médico", explica. El cura también pidió a los feligreses orar a la Virgen por la curación de la niña.
Desde entonces, nunca más la familia acudió a brujos ni sacrificios de animales.
El padre Lien les invitó a una catequesis de dos semanas. "Aprendimos el catecismo y como decir oraciones en vietnamita y lengua hmong. Tras el curso decidimos convertirnos y nos bautizamos en junio de 2019", explica.
Los primeros católicos del pueblo
Eran los primeros católicos de su aldea. Algunos vecinos no lo vieron bien. Les acusaron de traer mala suerte, de seguir una religión falsa y de dividir la comunidad. Su marido tenía un suegro protestante, pero el resto de sus parientes no tenían religión. Todos desconocían la fe católica.
De hecho, ella fue la primera en convencerse. Su marido era reticente, pero fue cambiando de opinión al ver que ella seguía cuidando adecuadamente a los niños y a otros parientes. "Pude ver que el catolicismo trae nueva esperanza, alivia el dolor y sufrimiento, y decidí abrazarlo yo también", explica él.
El marido y el bebé se bautizaron en 2020. May tomó el nombre católico de María, y su marido el de José. Después, la familia invitó al padre Lien y a catequistas a visitar la aldea y celebrar misa en su casa y conocer a los vecinos.
Los visitantes católicos trajeron comida y ropa para los vecinos. También se ofrecieron a orar por los muertos y los antepasados venerados. "Yo lloraba rezando con gran consuelo, con el sacerdote y los católicos de la zona. Me sentía fuerte, valiente y decidida a ser fiel", explica May.
Y con todo esto, los vecinos empezaron a interesarse por la vida católica. Y así, "en los dos últimos años, 11 de las 24 familias del pueblo se han convertido a la fe", explica May.
May, la protagonista de esta historia, como madrina en un bautizo en la parroquia de Mai Yen en el norte montañoso de Vietnam.
Vida católica y evangelizadora
Chinh lleva a su esposa y niños a misa en una motocicleta vieja, a una iglesia que está a 26 km de distancia por rutas de montaña. Dice que trata de dejar que su esposa tenga menos tareas domésticas o granjeras por hacer, para que pueda dedicarse a evangelizar como catequista. A esa parroquia vino el obispo de Hung Hoa, Dominic Hoang Minh Tien, para bautizar 90 aldeanos hmong el pasado mes de marzo. Veinte eran del pueblo de May y ella fue su madrina.
Evangelizar incluye también fomentar todo un cambio cultural. Por ejemplo, insiste en convencer a todas las familias de que no deben casar a los chicos ni chicas hasta que tengan 20 años, "según la ley, y por su propio bien", explica. También les persuade para que vayan al hospital, y no a los chamanes y brujos.
"Al hacerse católicos, muchos han quitado los altares de los dioses-espíritu y ahora tienen en casa altares de Dios y los santos católicos", explica May.
May visita a las familias de la zona al acabar el día. Les habla de un Dios poderoso, mejor que los dioses de la naturaleza, y de los sacerdotes y católicos de la parroquia de Mai Yen, que ayudan a la gente. "Al principio, no tienen ni idea de qué les hablo, pero después de varias visitas lo entienden todo y me dicen que les lleve con los sacerdotes. Creo que es Dios quien abre sus mentes y les muestra como acercarse a Él".
Los fines de semana, May reúne a los católicos de la aldea en su casa y rezan juntos en lengua hmong. Se apoyan unos a otros, comparten sus bienes con quien lo necesite, rezan pidiendo buenas cosechas y llevan los enfermos al hospital.
El papel de los catequistas
El padre Lien está entusiasmado con May y la presenta a UCANews como una gran evangelizadora misionera, valiente y esforzada. "Ella tiene un don especial de Dios para llevar Su amor a la gente. Los curas no podemos trabajar con los aldeanos sin ella". Explica que en los dos distritos que atiende, hay 20 "estaciones misioneras" (es decir, aldeas con algún catequista), atendidas por 20 catequistas laicos.
De hecho, para el Gobierno, la parroquia no existe como tal. Y muchos curas vietnamitas en las montañas ni siquiera hablan la lengua hmong. Dependen de los catequistas. Y si ven que un converso tiene dones para evangelizar, enseguida lo ponen a servir en evangelización.
Pero en las montañas no sólo está la etnia hmong. La provincia de Son La cuenta con 12 grupos étnicos distintos. De 1,3 millones de habitantes en esta zona, los hmong son unos 220.000. Y los católicos, aunque están en crecimiento, son apenas unos 9.000. Pero muchas personas en las zonas rurales muestran interés y cuando un sacerdote visita una aldea la gente le trata con respeto.
“Hago todo lo que puedo por llevar la fe a mis parientes y vecinos. Quedaré llena de gozo cuando todos se sumen a la iglesia", dice May sonriente.
Vídeo breve con escenas de la vida cotidiana en una aldea hmong en las montañas de Vietnam.