Domingo, 24 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

La influencia soviética en la Guerra de España (I)

Ángel Maestro



La influencia soviética en la Guerra de España es un tema sobre el que existe una abundante documentación, ampliada después del desplome de la Unión Soviética, especialmente durante la caótica situación vivida en Rusia durante la época de la presidencia de Boris Yeltsin, por ejemplo las investigaciones y aportaciones relativas a Lenin y Stalin realizadas por Volkogonov, entre otras. Sin embargo tal limitada apertura de los archivos soviéticos cambió casi por completo al acceder al poder Vladimir Putin y comenzar a recuperar la Rusia postsoviética parte de su antigua influencia, superar el complejo de derrota, recuperar el orgullo nacional, controlando el poder los “siloviki”; denominación aplicada a antiguos oficiales del KGB, decisivos en el entorno de Putin, así como algunos oligarcas.

Hoy, 2010, siendo presidente de Rusia Dmitri Medvedev, y Putin primer ministro, situación que puede invertirse pacíficamente y de común acuerdo en los próximos años, la limitación y de control sobre la apertura de archivos y documentos secretos sigue siendo similar. No obstante, lo relativo a la influencia del PCUS, y por tanto de Stalin, sobre el rumbo de la política española, no es algo abundantemente probado, sino que reviste caracteres axiomáticos.

Primeras muestras de la influencia soviética
La primera muestra de la influencia soviética se refleja de modo prístino desde el primer instante. A medida que el Alzamiento se convierte en guerra abierta y que ni los alzados logran el rápido triunfo esperado en un principio, ni las fuerzas del Frente Popular (los “republicanos” comienzan a convertirse en una fuerza en extinción) consiguen el confiado estrangulamiento de los alzados, el partido comunista español, bajo el control total de la Internacional comunista, crea un nuevo instrumento operativo.
Tras los primeros momentos del Alzamiento del 18 de julio, fracasado ese intento de un golpe rápido y planteado un nuevo escenario bélico, en la mentalidad de algunos dirigentes socialistas y sindicalistas predominó la concepción de que en una guerra popular revolucionaria el instrumento ideal era la milicia. Esto podía ser verdad en un movimiento que se resolviese en días, pero en una visión anticipada de una guerra civil con frentes regulares, con operaciones complejas y movimiento de fuerzas numerosas con armamento moderno dejaba de serlo.

De las milicias al Ejército
La Internacional Comunista con experiencia tan importante como la guerra civil rusa impulsa al partido comunista español, fiel ejecutor de sus consignas, a trascender desde un primer momento la anárquica y caótica desorganización de las milicias socialistas y anarquistas, con la creación de un embrión de lo que sería el futuro Ejército Rojo, destinado a dominar y controlar al cada vez más inexactamente denominado Ejército “republicano” a medida que iba avanzando la guerra. La creación del 5º Regimiento por el partido comunista representó la primera medida activa, reveladora de la presencia del PCUS en la guerra de España.


El 5º regimiento representa el primer paso hacia la creación de un verdadero ejército rojo futuro, creando los cuadros destinados a trascender una situación inicial, sentando las bases para la constitución de una fuerza armada disciplinada y con eficacia combativa. Antitética con las milicias, activas en la retaguardia en la ejecución de crímenes y desmanes, pero de eficacia combativa sumamente escasa.

La propaganda
Aunado a la creación de ese embrión de ejército rojo, jugará un papel de suma importancia, otra arma: la propaganda. La propaganda presentará al PCE como la fuerza eficaz por excelencia, despertando a medida que el tiempo transcurre, el recelo de socialistas y anarquistas hasta entonces mucho más poderosos y con mucha mayor afiliación que ese pequeño partido, el PCE, convertido cada día más acentuadamente en un rival crecientemente fuerte y temible.

El aparato propagandístico del partido comunista trabajará a pleno rendimiento utilizando recursos innovadores con base en las tácticas utilizadas en la iconografía soviética, unidas al tan eficaz recurso de la radio. Y en ese enorme aparato una figura desempeñaría el estrellato, Dolores Ibárruri, la Pasionaria.

Un mito de la propaganda comunista: la Pasionaria
La mujer que hablaba habitualmente de matar, la que no tenía perdón para nadie, el personaje implacable que ardía en frases y condenas incendiarias contra todo aquel que considerase adversario, será el mismo que sin embargo callará sumisamente en las reuniones del Buró Político, no por prudencia sino esperando a que se decida cual va a ser la línea dominante, cual va a ser la orden de Moscú.

El aparato propagandístico del partido trabajará desde el comienzo del conflicto a pleno rendimiento utilizando recursos innovadores en base a las técnicas utilizadas en la iconografía soviética unida al tan eficaz recurso de la radio. Y en ese incipiente aparato, pero desarrollado a velocidad inaudita y con extensión amplísima la Pasionaria como encarnación en una persona del partido comunista, aparece con sus fotografías cavando trincheras en las defensas de Madrid, transposición de las imágenes de la revolución bolchevique y la guerra civil rusa. Ampliada la repercusión del mensaje del partido por sus vibrantes e incendiarias intervenciones radiofónicas.

Y con características puras de la tecnología bolchevique, por una parte arengará a las masas simbolizando en el partido la lucha del pueblo contra el fascismo. Y por otra, reflejo fiel de esa mentalidad chekista, excitando a la delación y a la represión, con consecuencias tan sangrientas y crueles
Sus famosas frases con el colosal apoyo del agitprop soviético rebasarían los límites españoles, y gracias a ese genio de la propaganda bolchevique, Willy Múnzenberg –asesinado años más tarde por orden de Stalin- y a los Múnzenberg de menor categoría, darían la vuelta al mundo, sembrando mediante una asombrosa campaña de desinformación la fructificación no sólo entre el proletariado proclive, sino entre medios burgueses tan desconocedores de la realidad española cual si de un conflicto entre aborígenes australianos se tratase.

La proyección universal del mítico “No pasarán”, no inventado por el aparato propagandístico del partido comunista, sino por el general francés Nivelle -no por Petain– durante la batalla de Verdún. O el “Más vale morir de pie que vivir de rodillas“, de la que hay dos versiones de su origen, la de una canción de la revolución mejicana, y la de una frase “patriotera “ francesa.

En la magnificación del mito, la Juventud Socialista Unificada formará un batallón con el nombre de Pasionaria, y frente a esa España clasista donde sólo podían tener carrera las “gentes de bien”, los niños, con encantadora y sospechosa ingenuidad dirán : «También nosotros tenemos derecho a ser ingenieros y médicos, y lo que haga falta. Por eso queremos ir a la Unión Soviética».

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