Capellán de la Azzurra: de la fe de Balotelli, Mancini y Vialli... a la trágica muerte de Astori
"¿Cómo puedes conocer a todos estos campeones? Chiesa, Chiellini, el entrenador Mancini....", preguntan asombrados los muchachos del Oratorio del Costone de Siena (Italia), una especie de club local fundado por un grupo de católicos.
El ponente es el padre Massimiliano Gabbricci, nacido en 1971 que tiene el aspecto y la teatralidad de un verdadero toscano. "De Siena por parte de padre y florentino por parte de madre, las dos ciudades donde crecí y cultivé la pasión por el fútbol y el baloncesto, antes de responder a la llamada del Señor", dice en el congreso internacional "Poner la vida en juego", convocado por el Dicasterio vaticano para la Cultura y la Educación.
Tanta riqueza humana
Massimiliano es un pilar del Oratorio del Costone, el centro recreativo Pio II de Siena, pero también es la voz espiritual del fútbol italiano. "De 2006 a 2022 fui capellán de la Fiorentina, que es mi equipo favorito". Un récord absoluto, dieciséis años junto a la Viola. Y, desde 2012, es capellán de la selección nacional italiana de fútbol.
Así, durante una década, un doble compromiso, el morado de la Fiorentina y el azul de la selección italiana, además de cumplir con las numerosas actividades de su parroquia. "Campeones del mundo como Paolo Rossi y Andrea Barzagli florecieron en el equipo de la Cattolica Virtus, además, allí vi crecer a un portero, Alessio Cragno, que luego se convirtió en uno de los mejores porteros italianos", recuerda en Avvenire.
El fútbol le ha regalado al Massimiliano muchas sorpresas bonitas. "Nunca imaginé que lidiando con estos 'niños', siempre tildados por los medios como 'millonarios', encontraría tanta riqueza humana. Donde pensé que no encontraría nada, al final siempre salía con una bolsa llena de cosas hermosas y sorprendentes, por las cuales sólo puedo estar agradecido al Señor", afirma el sacerdote.
Massimiliano (junto a la estrella Balotelli) es un pilar del Oratorio del Costone, el centro recreativo Pio II de Siena, pero también es la voz espiritual del fútbol italiano.
"Después de doce años junto a la selección nacional, y también con los chicos de la Fiorentina, puedo decir con seguridad que lo que he aprendido de ellos es mucho más que las enseñanzas que les he podido transmitir", dice sonriente Massimiliano que, además del Evangelio, también utiliza sus estudios de filosofía para lidiar con el vestuario.
"Para prepararme lo mejor posible, estudié muchos textos sobre filosofía del deporte. Esto me ha ayudado a forjar relaciones sólidas con los jugadores, a los que ahora acompaño incluso fuera del campo. A muchos les he bautizado a sus hijos o estuvimos juntos en momentos difíciles de crisis profesional y matrimonial o en un duelo familiar", comenta el capellán de la selección italiana de fútbol.
Fue en aquella Eurocopa de Polonia-Ucrania 2012, en la que ganó España, donde el capellán del fútbol italiano estrechó lazos con las estrellas. "El entonces seleccionador Cesare Prandelli, ex entrenador de la Fiorentina, me llamó para decir misa en Coverciano poco antes de la Eurocopa. Conocer a Mario Balotelli, un chico con un corazón infinitamente bueno, fue el comienzo de muchas amistades que han continuado con el tiempo", recuerda.
El sacerdote ha sido una ayuda extra para los jugadores italianos, tanto en las alegrías como el dolor. "Afortunadamente, ha habido más alegrías, como la victoria en la final del último Campeonato de Europa de 2021. Sin embargo, el mayor dolor sigue siendo la repentina pérdida del capitán de la Fiorentina, Davide Astori", reconoce.
Massimiliano se detiene un momento, porque la emoción le invade. "Nunca olvidaré aquel 4 de marzo de 2018. Acababa de celebrar misa en la iglesia de San Michele, me estaba quitando las vestiduras cuando vinieron y me dieron la trágica noticia: 'Davide ha muerto'. Lo había visto unos días antes y, como siempre, había sido un encuentro intenso. Astori era un chico carismático, un líder silencioso, dentro y fuera de la cancha, y así lo demuestra el cómo se multiplican las muchas semillas que dejó en esta tierra. Dando frutos con testimonios que hablan del gran amor que tenía por el fútbol y por la vida. Aprendí mucho de Davide, de hecho casi todo", dice.
Pero, hubo otro "cometa" que pasó sobre el cielo azul y que dejó una estela imborrable en la vida de este sacerdote: Gianluca Vialli. "Cuando pienso en Luca veo su fiesta de cumpleaños, el 9 de julio, y la alegría de estar junto a esos muchachos de la selección nacional. Cómo olvidar el discurso que pronunció antes de la final de Wembley... Con esas palabras no les invitaba simplemente a alcanzar un objetivo deportivo, sino que les pedía ir más allá. Luca lo hizo, siempre fue más allá, con esa luz en los ojos y esa espiritualidad que te impactaba, que le permitía afrontar su enfermedad con la serenidad de un hombre extraordinario, de un cristiano que había encontrado una fe inquebrantable", cuenta.
Pero hay más, el abrazo y las lágrimas tras la victoria en la Eurocopa con Roberto Mancini son un acto de fe, de amistad y de amor hacia los demás. "Incluso ahora, que está en Arabia Saudita, hablo a menudo con Roberto por teléfono. Mancini es un niño especial, alguien que creció en el Oratorio y que nunca ha dejado de buscar una devoción sincera, como la que siente por la Virgen de Loreto".
Muchos aseguran que fue un "milagro", cuando en 2021 los azzurri ganaron el Campeonato de Europa, un título que les faltaba en las vitrinas desde 1968. "La fuerza de ese equipo era que estaba formado por jugadores como Mancini y Vialli, del Oratorio. Un grupo compacto y lleno de ilusión", dice el capellán.
"La última noche, antes del inicio del campeonato, recuerdo que los jugadores Donnarumma, Chiellini y Bonucci me llamaron aparte y, antes de despedirse, me preguntaron: '¿Qué te parece? ¿Cómo irá esta Eurocopa?'. Los miré y, suspirando, respondí: 'Tranquilos muchachos, ganaremos'. Me abrazaron fuerte y luego recordamos aquellas palabras... No fue una profecía, fue el sentimiento de serenidad que me transmitió cada uno de los que jugaron y que vivieron esa experiencia en la gracia de Dios".
Tres años después, la selección italiana ha cambiado y ahora hay otro toscano al frente, el técnico Luciano Spalletti. "Lo conozco desde que todavía tenía pelo y jugaba en el Castelfiorentino. Luciano también tiene una gran espiritualidad y lo ha demostrado con su carrera como entrenador. Es un hombre que, incluso en los momentos difíciles, sabe transmitir la energía adecuada a los jugadores", expresa.
Puedes escuchar aquí el testimonio del padre Massimiliano.
"El objetivo ahora es crecer y llegar siendo mejores al Mundial de 2026, cuando ya podría incluso despedirme. Después de catorce años sería bueno que otra persona pruebe esta gran experiencia que es la pastoral deportiva", concluye el padre Massimiliano.