Una fuerte religiosidad que se remonta a una acción del futuro santo
Carlos de Foucauld, venerado por la aguerrida Legión Extranjera: curioso caso en la Francia laicista
El próximo 15 de mayo llegará la esperada canonización del beato Carlos de Foucauld, un referente para multitud de grupos y comunidades que siguen este “desierto con Dios” que encarnó este ermitaño francés y que tanta ayuda ha ofrecido a miles de personas en medio del ajetreo y del ritmo vertiginoso en la época moderna y postmoderna.
Foucauld fue militar francés y tras una juventud de grandes excesos, vanidades y pecados se convirtió hasta llegar a ser un sacerdote ermitaño en el desierto del Sáhara, donde vivió y se puso ante la cruz de Cristo hasta que fue asesinado en Tamanrasset (Argelia) en 1916.
Este futuro santo es a pesar de la muy laicista Francia un referente para los militares franceses, precisamente por dos aspectos: por haber sido uno de los suyos, y por un episodio que uniría para siempre a Foucauld con una de las unidades más fieras, conocidas y también singulares del Ejército de la República: la Legión Extranjera Francesa.
Esta unidad, que inspiró a los fundadores de la Legión Española, alberga a ciudadanos franceses y sobre todo a muchos procedentes de otros países. No se les preguntaba por su pasado, por lo que podía haber desde delincuentes a personas con una gran vocación militar. A día de hoy para alistarse todavía pueden usar un seudónimo y declarar una nacionalidad. Los franceses pueden alistarse también bajo una identidad ficticia o nacionalidad distinta. Después de tres años de servicios con "Honor y Fidelidad" en la Legión, un legionario extranjero puede solicitar la ciudadanía francesa. Puede optar entonces por recuperar su verdadero nombre o seguir con el "de legionario".
Precisamente, el todavía beato está unido por el vínculo de la sangre y el sufrimiento al 2º Regimiento de Infantería de la Legión Extranjera, cuyo acuartelamiento se encuentra en Nimes. En un país descristianizado y que presume de su laicismo de Estado en este regimiento se ha producido precisamente un fenómeno de lo más llamativo. Van a construir una capilla más grande, pues la que los militares utilizan en estos momentos se les ha quedado pequeña.
Esta nueva capilla estará dedicada al futuro santo Carlos de Foucauld, que además es un símbolo para estos legionarios. La capilla tendrá una capacidad para 150 personas, lo que equivaldría a una compañía.
“Tendremos que instalar un altar, una oficina, una sacristía, levantar tabiques, colocar la iluminación, poner una vidriera”, explica a Famille Chretienne. El Estado no pagará estos gastos por lo que el empeño de los legionarios es todavía más encomiable El coste asciende a 400.000 euros y para ello ya buscan donantes que les ayuden a tener esta capilla a la que acuden tantos soldados.
La batalla de El Moungar
Pero, ¿qué une a un místico como Foucauld con unos aguerridos legionarios franceses? La historia se remonta al 2 de septiembre de 1903. A primera hora de la mañana un destacamento de unos 150 legionarios fue atacado por un grupo de más de 3.000 marroquíes, cerca de El Moungar, no lejos de Tamanrasset, donde se encontraba este ermitaño.
La lucha fue feroz bajo el abrasador sol africano. Pero ante la diferencia numérica las tropas francesas pronto se encontraron en graves dificultades. Sus oficiales cayeron heridos o muertos y casi la mitad de la tropa quedó fuera de combate.
Carlos de Foucauld, con algunos de los legionarios heridos en la batalla de El Moungar a los que atendió física y espiritualmente durante semanas.
Sin embargo, esto no impidió que los supervivientes y los que no estaban gravemente heridos resistieran de manera heroica a los ataques de las tribus marroquíes. Tras ocho horas que se hicieron interminables estos legionarios fueron auxiliados y rescatados por nuevas tropas. Pero esta resistencia tuvo un fuerte impacto en Francia por lo que a partir de ese momento el 2 de septiembre se convirtió en el día de fiesta de este 2º Regimiento de la Legión Extranjera.
Fue tras la batalla cuando intervino Carlos de Foucauld. Este monje ya se encontraba en Tamanrasset, donde sería asesinado años más tarde. Al enterarse del combate acudió para unirse a los heridos y ponerse a su servicio. Allí les consoló, les dios los sacramentos y los cuidó.
Foucauld se quedó con estos legionarios heridos durante varias semanas. Las historias cuentan que ninguno de los heridos atendidos por él murió a consecuencia de sus heridas, por lo que tras su muerte su figura fue rápidamente asociada por los legionarios como uno de los suyos.
Una devoción legionaria
No es de extrañar, por tanto, que esta nueva capilla que se construirá en este 2º Regimiento sustituya a San Antonio, tradicional patrón de esta unidad, por Carlos de Foucauld. De hecho, el sueño del capellán y de los propios legionarios es que la vidriera que se instale en la capilla muestre al futuro santo cuidando de los legionarios heridos.
El suboficial Yannick, uno de los veteranos de este regimiento, afirma: “Hasta donde puedo recordar, el regimiento siempre ha estado asociado con Carlos de Foucauld. Yo pasé once años de forma anónima en la Legión y mi nombre de incógnito era… Foucault, con t”.
Este legionario, católico ferviente y padre de seis hijos, habla de la sorprendente religiosidad que puede hallarse en este destacamento de la Legión Extranjera. Cada año cuando se acerca la Navidad los legionarios construyen belenes, otra tradición bien anclada en el cuerpo. “Es una alegoría de la familia que se encuentra cuando se entra en la Legión”, apostilla el padre Pierre-Nicolas Chapeau. Además, los antiguos legionarios, también siguiendo la tradición, ayudan cada año en la instalación de estos Nacimientos.
La defensa de la capilla en el regimiento
Más allá de las tradiciones también se encuentran aquí historias donde Dios se hace claramente presente. Yannick considera muy importante la presencia de la capilla. En su opinión, es “un lugar de recogimiento que da sentido a nuestro compromiso y un ambiente de paz para dejar que nuestro corazón se exprese”. Pero además es “un lugar para depositar el furor de la guerra en beneficio de los constructores de paz” así como un “lugar donde Jesús es para nosotros un símbolo de esperanza”.
El padre Pierre-Nicolas Chapeau, uno de los capellanes de la Legión francesa (a la izquierda), charla con un legionario en una misión internacional
Yannick se alistó como anónimo hace 20 años, 11 de los cuales los vivió con identidad ficticia. En este tiempo ha visto la guerra y la muerte muy de cerca: ha servido en Costa de Marfil, Kosovo, Malí y Afganistán, entre otros destinos. “En la capilla nos quitamos la máscara de militar, nos desnudamos: no hay rango. ¡Todos somos iguales ante Dios!”, agrega.
Tras un tiempo alejado de la fe, este suboficial regresó al catolicismo tras lo experimentado en el cuadro de operaciones de Afganistán. Afirma creer “mucho en la providencia”. “A menudo –señala el legionario- he sentido esta mano extendida. En Afganistán tuvimos un combate muy complicado, pensé que no íbamos a sobrevivir. Y pudimos volver a casa. Para mí fue la primera familiaridad con la Providencia, que nunca me ha abandonado desde entonces”.
Forjado en la dureza de la guerra su fe está impregnada de la paz de los breves momentos de meditación que logra permitirse cuando su trabajo lo permite: una misa en la parte trasera de un vehículo blindado en los vientos de arena de Malí, una bendición en el convoy o un descanso en la capilla...
Otro legionario, mucho más joven es Mehdi. Este soldado de origen marroquí será bautizado la próxima primavera y recibirá el nombre de Agustín, en honor al gran santo también de origen norteafricano como él. “Podemos rezar en todas partes, porque no muchas veces tenemos tiempo para venir aquí: siempre estoy corriendo, limpiando mi arma… Pero es importante tener una capilla, incluso para los que no creen”, confiesa este joven de 21 años.
¿Qué une a un ermitaño y a un soldado?
Acerca de la relación entre el Ejército francés y el inminente santo Carlos de Foucauld publica la diócesis castrense francesa:
“Todavía llama la atención hoy, un siglo después, no muy lejos de Tamanrasset, en el Sahel, que los soldados franceses pueden vivir la misma experiencia que nuestro hermano universal. Enfrentarse al calor, la dureza y el silencio del desierto durante las operaciones o durante los recorridos solitarios de la guardia para proteger la base: el soldado "del mundo" descubre otro mundo, una realidad que él cuestiona internamente. Esto le da una experiencia única, una profundidad de ser que también conocía Charles de Foucauld. La vida militar y ermitaña es diferente, pero en ambos casos exige desnudarse, humildad y olvidarse de uno mismo para cumplir la misión y aceptar no dominarlo todo.
»Cuántas veces he escuchado a soldados de todas las armas hablándome durante hermosas discusiones sobre la experiencia de sus desiertos, ya sean exteriores o interiores. Esta búsqueda de lo absoluto nos atrae o nos repele, ¡pero nadie puede permanecer indiferente a ello! ¡Ir al desierto es una experiencia única que abre nuevos horizontes! Étienne de Montéty escribe: ‘Foucauld, maestro en humildad y semblante, ese es el gran negocio de toda una vida. Sí, por su sentido de abnegación, su humildad, su bondad, su sed de lo absoluto y su deseo de imitar a Cristo, Carlos de Foucauld nos trazó el camino y seguirá siendo un ejemplo para todos los soldados franceses. Fue un luchador que supo superar sus fracasos abandonándose en las manos de nuestro Señor y siendo bondadoso con todos. Aprovechemos su futura canonización para pedirle las gracias que necesitamos y alegrémonos de esta buena noticia que permitirá a muchos superar el miedo y confiar en Dios a través de todos los desiertos de su vida. ¡Y que el bendito y futuro San Carlos de Foucauld bendiga y guarde a todos nuestros soldados que sirven a Francia con honor y fidelidad!”.