François Fillon, «hostil» a legalizarla
El Senado galo rechaza otra vez un provocador intento de legalizar la eutanasia en Francia
El Senado vació ayer de contenido la proposición defendida por tres parlamentarios, después de una tajante entrada en escena del primer ministro.
La oposición política, parlamentaria y cultural del Gobierno de Nicolas Sarkozy ha frenado y puede que enterrado, antes de comenzar, el debate de fondo abierto por un provocador proyecto de ley, redactado por disidentes de izquierda y derecha que habían pretendido imponer, por su cuenta y riesgo, el «derecho» a morir, la regulación legislativa de la eutanasia.
En Francia, el cuidado de enfermos en fase terminal está regulado por la Ley Leonetti (2005) que prohíbe el «encarnizamiento terapéutico» y autoriza el uso de sedantes que permitan paliar el dolor, con algunos riesgos, en casos extremos.
Ni los partidos de izquierda parlamentaria, PS y PCF, ni la mayoría parlamentaria de la Unión por un Movimiento Popular (UMP, centro–derecha), en la Asamblea nacional y el Senado, han deseado nunca proponer la legalización de la eutanasia. Tanto a la izquierda como al centro y la derecha son muy mayoritarias las personalidades y sensibilidades contrarias a la eutanasia, de manera sencilla, franca y frontal.
Ofensiva y provocación
Ante tal realidad, un minúsculo grupo de senadores de izquierda y derecha decidieron lanzar una suerte de «guerra de guerrillas», conscientes de que su proyecto no tenía la más mínima posibilidad de ser aprobado. Los senadores Jean-Pierre Godefroy (PS), François Autain y Guy Fischer (PCF y Parti de Gauche), a quienes se unió el senador conservador Alain Fouché, redactaron por su cuenta y riesgo un proyecto de Ley que decidieron presentar en el Senado en primera lectura.
La primera ofensiva contra esa provocación la lanzó personalmente François Fillon, primer ministro, que publicó un análisis de fondo, razonando su oposición personal, política y gubernamental: «A mi modo de ver, a nuestro modo de ver, no debemos cruzar el umbral fatídico de legislar para acordar el derecho a darse la muerte». François Fillon avanzó una argumentación de fondo, ética y política, a un tiempo, insistiendo en la oposición frontal del gobierno contra el proyecto de ley.
Tras la posición de fondo de Fillon, otros ministros tomaron posición contra el proyecto normativo. Xavier Bertrand, ministro de Sanidad, insistió en la necesidad de desarrollar los cuidados particulares a los enfermos en estado terminal. Laurent Wauquiez, ministro de Asuntos europeos, denunció el riesgo de «derivas incontrolables».
Por su parte, el presidente del Senado Gérard Larcher, abiertamente contrario al delicado asunto presentado por tres senadores, subrayó que el debate debía orientarse, más bien, hacia una evaluación de la legislación en vigor, desde la perspectiva del gran proyecto presidencial de Nicolas Sarkozy: un gran programa nacional de asistencia a las personas en edad muy adulta, sin familia, en muchos casos, con problemas particulares en materia de sanidad.
Esa oposición frontal del Gobierno y el presidente del Senado no disuadió a los disidentes, dispuestos a seguir adelante con su proyecto, que entró en su fase de primera lectura, ante la Comisión de Asuntos sociales, donde las enmiendas de izquierda y derecha han vaciado el texto de toda significación práctica, dejándolo sin contenido práctico.
Dos enmiendas presentadas por Marie-Thérèse Hermange (UMP, dentro derecha) y Gilbert Barbier (RDSE, Rassemblement démocratique et social européen, izquierda independiente) han tenido la virtud de cortar por lo sano cualquier posibilidad de nuevo debate. Esas enmiendas vacían y eliminan todo el contenido del primer artículo del proyecto de ley, el que preveía que toda persona en fase terminal, con graves sufrimientos físicos o psíquicos, podría «beneficarse» de una muerte rápida y sin dolor.
Combativa minoría política
Adoptadas las enmiendas contrarias a ese artículo, en la Comisión de Asuntos Sociales del Senado, el proyecto no podrá ir mucho más lejos. Reservados, los «guerrilleros» que habían presentado el proyecto por su cuenta no han renunciado por completo a seguir adelante, dejando en suspenso una nueva redacción de su idea.
Sin embargo, la oposición política, gubernamental y cultural, a la izquierda y la derecha parlamentarias, parecen confirmar que, en verdad, Francia rechaza pura y sencillamente la eutanasia, sean cuales sean las maniobras de una minoría política poco representativa.
El debate político también tiene reflejo en la calle y, en un tema tan polémico como la interrupción de la vida humana, los franceses son bastante concretos. Precisamente, un sondeo publicado en octubre del año pasado en Francia demostró que el 98 por ciento de los ciudadanos franceses es favorable a legislar sobre la eutanasia, aunque sólo un 58 por ciento apoyaría su legalización y siempre que sea en casos muy concretos y minoritarios.
En Francia, el cuidado de enfermos en fase terminal está regulado por la Ley Leonetti (2005) que prohíbe el «encarnizamiento terapéutico» y autoriza el uso de sedantes que permitan paliar el dolor, con algunos riesgos, en casos extremos.
Ni los partidos de izquierda parlamentaria, PS y PCF, ni la mayoría parlamentaria de la Unión por un Movimiento Popular (UMP, centro–derecha), en la Asamblea nacional y el Senado, han deseado nunca proponer la legalización de la eutanasia. Tanto a la izquierda como al centro y la derecha son muy mayoritarias las personalidades y sensibilidades contrarias a la eutanasia, de manera sencilla, franca y frontal.
Ofensiva y provocación
Ante tal realidad, un minúsculo grupo de senadores de izquierda y derecha decidieron lanzar una suerte de «guerra de guerrillas», conscientes de que su proyecto no tenía la más mínima posibilidad de ser aprobado. Los senadores Jean-Pierre Godefroy (PS), François Autain y Guy Fischer (PCF y Parti de Gauche), a quienes se unió el senador conservador Alain Fouché, redactaron por su cuenta y riesgo un proyecto de Ley que decidieron presentar en el Senado en primera lectura.
La primera ofensiva contra esa provocación la lanzó personalmente François Fillon, primer ministro, que publicó un análisis de fondo, razonando su oposición personal, política y gubernamental: «A mi modo de ver, a nuestro modo de ver, no debemos cruzar el umbral fatídico de legislar para acordar el derecho a darse la muerte». François Fillon avanzó una argumentación de fondo, ética y política, a un tiempo, insistiendo en la oposición frontal del gobierno contra el proyecto de ley.
Tras la posición de fondo de Fillon, otros ministros tomaron posición contra el proyecto normativo. Xavier Bertrand, ministro de Sanidad, insistió en la necesidad de desarrollar los cuidados particulares a los enfermos en estado terminal. Laurent Wauquiez, ministro de Asuntos europeos, denunció el riesgo de «derivas incontrolables».
Por su parte, el presidente del Senado Gérard Larcher, abiertamente contrario al delicado asunto presentado por tres senadores, subrayó que el debate debía orientarse, más bien, hacia una evaluación de la legislación en vigor, desde la perspectiva del gran proyecto presidencial de Nicolas Sarkozy: un gran programa nacional de asistencia a las personas en edad muy adulta, sin familia, en muchos casos, con problemas particulares en materia de sanidad.
Esa oposición frontal del Gobierno y el presidente del Senado no disuadió a los disidentes, dispuestos a seguir adelante con su proyecto, que entró en su fase de primera lectura, ante la Comisión de Asuntos sociales, donde las enmiendas de izquierda y derecha han vaciado el texto de toda significación práctica, dejándolo sin contenido práctico.
Dos enmiendas presentadas por Marie-Thérèse Hermange (UMP, dentro derecha) y Gilbert Barbier (RDSE, Rassemblement démocratique et social européen, izquierda independiente) han tenido la virtud de cortar por lo sano cualquier posibilidad de nuevo debate. Esas enmiendas vacían y eliminan todo el contenido del primer artículo del proyecto de ley, el que preveía que toda persona en fase terminal, con graves sufrimientos físicos o psíquicos, podría «beneficarse» de una muerte rápida y sin dolor.
Combativa minoría política
Adoptadas las enmiendas contrarias a ese artículo, en la Comisión de Asuntos Sociales del Senado, el proyecto no podrá ir mucho más lejos. Reservados, los «guerrilleros» que habían presentado el proyecto por su cuenta no han renunciado por completo a seguir adelante, dejando en suspenso una nueva redacción de su idea.
Sin embargo, la oposición política, gubernamental y cultural, a la izquierda y la derecha parlamentarias, parecen confirmar que, en verdad, Francia rechaza pura y sencillamente la eutanasia, sean cuales sean las maniobras de una minoría política poco representativa.
El debate político también tiene reflejo en la calle y, en un tema tan polémico como la interrupción de la vida humana, los franceses son bastante concretos. Precisamente, un sondeo publicado en octubre del año pasado en Francia demostró que el 98 por ciento de los ciudadanos franceses es favorable a legislar sobre la eutanasia, aunque sólo un 58 por ciento apoyaría su legalización y siempre que sea en casos muy concretos y minoritarios.
Comentarios