Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Siendo niño, José Manzano solía llevarle comida y víveres: «Mi madre perdonó con toda su alma»

El día de la ordenación, su madre le desveló quién era el asesino de su padre: «Murió en mis brazos»

José Manzano
"Mi madre siempre me preguntaba cuando volvía: '¿qué te ha dicho?'. Digo, 'nada, se ha echado a llorar', porque casi siempre se echaba a llorar. Mi madre perdonó con toda su alma", recuerda Manzano.

J.C.

Si hay un rasgo característico de los cristianos a lo largo de la historia ese ha sido, sin duda, el de perdonar, o, incluso, llegar a amar a los propios enemigos. Lo hizo Cristo en la cruz, y tras Él, tantos y tantos otros santos que han dado fruto para cuantiosas generaciones de creyentes. 

José Manzano García-Fogeda tiene 92 años y acaba de cumplir 70 como sacerdote. El 17 de mayo, en el programa Crónica de la Iglesia, de la Radiotelevisión Diocesana de Toledo, contó su experiencia de estas décadas al servicio del pueblo cristiano. Un pasaje particularmente significativo fue la confesión que le hizo su madre la misma noche de su ordenación sacerdotal.

Que no hubiera venganza

El sacerdote Jorge López Teulón es delegado de Medios de Comunicación Social en la Vicaría de Talavera (Toledo), en 2002 fue nombrado Postulador de una Causa de más de novecientos mártires de la persecución religiosa de 1936 a 1939, y es uno de los mayores expertos en este tema. En su blog de ReL Victor in vínculis añade más datos sobre este impresionante testimonio.

José Manzano Carpio, padre del sacerdote José Manzano García-Fogeda, fue asesinado por arma de fuego en Orgaz (Toledo), un 27 de agosto de 1936, cuando tenía 48 años. José administraba una ferretería y había sido concejal durante los años 1935 y 1936. Su esposa se llamaba Eloísa García-Fogeda y habían tenido cinco hijos juntos. El futuro sacerdote tenía solo cuatro años cuando su padre fue asesinado

"Mi padre fue fusilado, y, en mi casa, se vivió ese momento de guerra triste y lúgubre, donde el odio se palpaba y se veía por todas partes. Recuerdo la detención de mi padre, yo estaba jugando a las canicas, cuando pasó por delante mía. No entendía lo que estaba ocurriendo, simplemente me fui corriendo a ver a mi madre, le dije que iban a matarlo, ella me dijo que no me preocupara", comienza diciendo el sacerdote.

"Recuerdo que era un hogar triste, pero con mucho amor. Mi madre estaba delicada de salud y siempre digo que fue una mártir de la guerra, con un espíritu sobrenatural fabuloso. De tal forma que su confesor me dijo: 'Si tu madre no se salva, no nos salvamos ninguno'", añade.

Pero, no sería hasta recién ordenado sacerdote cuando conocería la identidad del verdadero asesino de su padre, al que, por cierto, conocía muy bien. La primera lección de vida que le dio su madre, Eloísa, fue la de no desvelar nunca a los suyos el nombre de quien mató a su esposo, para que no hubiese venganzas ni rencillas con esa familia.

José Manzano

El sacerdote José Manzano, junto a su madre, Eloísa.

Cuando el pequeño José tenía siete años, Eloísa le encomendaba llevar de vez en cuando alimentos o alguna cosa necesaria a la casa de un joven del pueblo enfermo de tuberculosis. Fue la noche de su ordenación sacerdotal, el 18 de septiembre de 1954, cuando su madre se dirigió a su habitación para rezar y desvelar el nombre de aquella persona.

"Aquella noche, me dijo mi madre: 'hijo mío, ya eres sacerdote'. Yo, le dije: 'sí, madre, ya soy sacerdote'. 'Claro, ¿y sabrás perdonar?', contestó ella. 'Espero que sí, que sabré perdonar, es más tengo que perdonar en nombre de Cristo, tengo que saber perdonar', le respondí yo".

"Y, me dice: 'fulano -me dijo un nombre- es el que fusiló a tu padre'. Me dejó parado, se marchó, salió sin decirme nada, y aquella noche no dormí, por la impresión de ser ya sacerdote, la alegría de serlo, y por lo que me había dicho mi madre. Era al que yo había llevado cuando era niño ayuda material, para para que pudiera comer en esos momentos. La verdad es que no dormí aquella noche", recuerda José Manzano.

El sacerdote, ese día, tras aquella confesión, interpretó que en casa habían ayudado durante mucho tiempo al hombre que había matado a su padre. "En casa dábamos el racionamiento a los demás, lo que sobraba. El alcalde decía que se lo diéramos a gente que lo necesitara, y, mi madre siempre me mandaba a este hombre a llevarle alguna cosa", recuerda.

"Cuando volvía, mi madre siempre me preguntaba: '¿qué te ha dicho?'. Yo, le decía: 'nada, se ha echado a llorar', casi siempre se echaba a llorar. Mi madre perdonó con toda su alma de tal forma que hubo gente que ni siquiera la hablaba, porque no quiso firmar una lista de represaliados. Mis hermanas han marchado sin saber quién había sido ese hombre", explica.

A Eloísa le negaron el saludo y la palabra algunas familias del pueblo, por no haber denunciado a quienes habían matado a su marido. Sabían que ella lo sabía, pero se mantuvo siempre en la postura de no denunciarlos.

"Antes de la ordenación, ella me decía que no sabía quién había sido, quería que nos amásemos de verdad, que nos amásemos todos y ese ha sido mi gran ejemplo", reconoce. Su madre decidió no revelar el nombre del asesino en aquellas causas generales que se hacían en posguerra: "Mi madre no firmó nada de eso, y no fue bien entendido tampoco. Me dijo que no se enterasen mis hermanas, porque no quería que se produjese odio al conocer quién había sido".

Puedes ver aquí el testimonio completo de José Manzano.

Y, aquel enfermo de tuberculosis, a la par que asesino de su padre, murió en sus brazos. José llevaba más de tres años de sacerdote, y pudo asistirle e incluso estar presente en la hora de su muerte. "En mi primera visita, después de ser sacerdote, al día siguiente, cuando me ordené, fui a visitarle y le di un abrazo. Yo estoy seguro de que él hubiese muerto por mí y yo estoy seguro que moriría por él, eso seguro, seguro", concluye. 

"Nuestro querido Pepe resalta que el perdón de su madre no fue solo una aceptación resignada del asesinato de su marido, como habían sufrido muchas otras mujeres, sino que fue un auténtico perdón cristiano, en el que no solo se resignó y aceptó el hecho sin rencor, sino que quiso positivamente hacer el bien a quien ella sabía que había matado a su marido", asegura Teulón en su blog.   

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