Nuestra sociedad llorará por los hijos que hemos matado con el genocidio del aborto, avisa Casanova
En su carta glosa o dominical del domingo 8 de enero, el obispo de la diócesis catalana de Vic, Romà Casanova, reflexiona sobre aspectos ligados a la natalidad, la familia y también a los sacramentos para niños.
Denuncia el "pensamiento dominante" que es reacio a los niños. Avisa además que "en el futuro nuestra sociedad llorará por los hijos que no están, los hijos que no hemos querido; y aún más, los hijos que hemos matado con el genocidio del aborto".
Y después anima a bautizar a los bebés, porque es responsabilidad de los padres y un don gratuito que da Dios, sin necesidad de esperar a que el niño crezca y lo pida. Reproducimos a continuación la carta completa del obispo de Vic.
El bautismo de los niños,
por Romà Casanova, obispo de Vic
Las fiestas navideñas que acabamos de cerrar tienen un tono muy familiar. Y en las familias, durante estos días, los niños son los grandes protagonistas. ¡Qué diferentes son, las fiestas navideñas, si hay o no hay niños!
Pero, bien pensado, ¡qué distinta, la vida familiar si hay o no niños! Aunque el pensamiento dominante que promueve el individualismo y el hedonismo es reacio a la presencia de los niños en los matrimonios y familias, retrasando su nacimiento, reduciendo el número o excluyéndolos; sin embargo, los que son generosos experimentan, ya ahora, pero aún más en el futuro, el gran don de los hijos.
En el futuro nuestra sociedad llorará por los hijos que no están, los hijos que no hemos querido; y aún más, los hijos que hemos matado con el "genocidio" del aborto.
Los hijos son un don del Señor para las familias, para la Iglesia, para el mundo, que pide responsabilidad. Para los cristianos toda persona está llamada a convertirse en Jesús hija adoptiva de Dios.
La paternidad y maternidad humanas son participación de la verdadera paternidad de Dios. Dios es padre con entrañas de madre, confesamos desde nuestra fe.
Dentro de esta fe nace la responsabilidad de llevar a sus hijos a las fuentes de la filiación divina: la fe en Cristo y los sacramentos. El primero de los sacramentos es el bautismo.
"El fruto del bautismo o gracia bautismal es una realidad rica que conlleva: el perdón del pecado original y de todos los pecados personales; el nacimiento a la vida nueva por la que el hombre se convierte en hijo adoptivo del Padre, miembro de Cristo, templo del Espíritu Santo.
Por el mismo hecho, el bautizado es incorporado a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y hecho participante del sacerdocio de Cristo "(CIC, 1279). En toda edad, cuando una persona se encuentra con Jesús vivo en la fe de la Iglesia, uno puede y debe recibir el bautismo para la salvación. La Iglesia, desde sus orígenes, ha bautizado los hijos de los padres cristianos. Los padres y la comunidad cristiana son responsables de iniciar estos niños en la fe recibida.
La práctica de posponer el bautizo, para que los niños puedan decidir, no se corresponde con la naturaleza del sacramento y la responsabilidad de los padres. Los niños tienen también necesidad del nuevo nacimiento en el bautismo para vivir en la libertad de los hijos de Dios. En el bautismo de los niños se hace aún más patente la pura gratuidad de la salvación. Si un padre da a sus hijos lo mejor, ¿cómo podrá negarles la gracia del bautismo?
Denuncia el "pensamiento dominante" que es reacio a los niños. Avisa además que "en el futuro nuestra sociedad llorará por los hijos que no están, los hijos que no hemos querido; y aún más, los hijos que hemos matado con el genocidio del aborto".
Y después anima a bautizar a los bebés, porque es responsabilidad de los padres y un don gratuito que da Dios, sin necesidad de esperar a que el niño crezca y lo pida. Reproducimos a continuación la carta completa del obispo de Vic.
El bautismo de los niños,
por Romà Casanova, obispo de Vic
Las fiestas navideñas que acabamos de cerrar tienen un tono muy familiar. Y en las familias, durante estos días, los niños son los grandes protagonistas. ¡Qué diferentes son, las fiestas navideñas, si hay o no hay niños!
Pero, bien pensado, ¡qué distinta, la vida familiar si hay o no niños! Aunque el pensamiento dominante que promueve el individualismo y el hedonismo es reacio a la presencia de los niños en los matrimonios y familias, retrasando su nacimiento, reduciendo el número o excluyéndolos; sin embargo, los que son generosos experimentan, ya ahora, pero aún más en el futuro, el gran don de los hijos.
En el futuro nuestra sociedad llorará por los hijos que no están, los hijos que no hemos querido; y aún más, los hijos que hemos matado con el "genocidio" del aborto.
Los hijos son un don del Señor para las familias, para la Iglesia, para el mundo, que pide responsabilidad. Para los cristianos toda persona está llamada a convertirse en Jesús hija adoptiva de Dios.
La paternidad y maternidad humanas son participación de la verdadera paternidad de Dios. Dios es padre con entrañas de madre, confesamos desde nuestra fe.
Dentro de esta fe nace la responsabilidad de llevar a sus hijos a las fuentes de la filiación divina: la fe en Cristo y los sacramentos. El primero de los sacramentos es el bautismo.
"El fruto del bautismo o gracia bautismal es una realidad rica que conlleva: el perdón del pecado original y de todos los pecados personales; el nacimiento a la vida nueva por la que el hombre se convierte en hijo adoptivo del Padre, miembro de Cristo, templo del Espíritu Santo.
Por el mismo hecho, el bautizado es incorporado a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y hecho participante del sacerdocio de Cristo "(CIC, 1279). En toda edad, cuando una persona se encuentra con Jesús vivo en la fe de la Iglesia, uno puede y debe recibir el bautismo para la salvación. La Iglesia, desde sus orígenes, ha bautizado los hijos de los padres cristianos. Los padres y la comunidad cristiana son responsables de iniciar estos niños en la fe recibida.
La práctica de posponer el bautizo, para que los niños puedan decidir, no se corresponde con la naturaleza del sacramento y la responsabilidad de los padres. Los niños tienen también necesidad del nuevo nacimiento en el bautismo para vivir en la libertad de los hijos de Dios. En el bautismo de los niños se hace aún más patente la pura gratuidad de la salvación. Si un padre da a sus hijos lo mejor, ¿cómo podrá negarles la gracia del bautismo?
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