Sábado, 21 de septiembre de 2024

Religión en Libertad

Funeral en Sevilla por el padre Carlos: el marido de su sobrina le acuchilló en la puerta de su casa

30 sacerdotes sevillanos participaron en el funeral del padre Carlos
30 sacerdotes sevillanos participaron en el funeral del padre Carlos
"¡Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado!". Acababa el Evangelio de San Lucas con las mismas palabras que el sacerdote Carlos Martínez debió pronunciar el pasado jueves cuando José Eugenio Alcarazo -el marido de su sobrina- le clavaba cinco veces el frío acero del cuchillo.

El vicario de San Isidoro, San Ildefonso y Santiago, el capellán del convento de San Leandro, el hombre culto que hablaba en cuatro idiomas, sufrió su cruz mortal en el puñal que le desgarraba el corazón en el rellano de su casa.

Un hombre al que los conocidos califican de culto, tímido y "buena persona". Un cura que entregaba su alma a Dios minutos después de haber celebrado misa en el convento donde enseñaba a las religiosas agustinas cultura española.

Dos días después era su cuerpo el que, dentro de un féretro, estaba posado a los pies de dicho presbiterio.

"Con Cristo se rompió el velo del templo. Con la muerte cruel de nuestro hermano Carlos Martínez se nos ha roto el velo de la esperanza", refería el arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, en la homilía del funeral que ofició en la iglesia de este cenobio.

Una ceremonia concelebrada por más de 30 sacerdotes y a la que acudieron el portavoz del grupo municipal del PP, Juan Ignacio Zoido; el concejal de Ciudadanos, Francisco Fernández Moraga; varios miembros del Consejo de Hermandades, con su presidente, Carlos Bourrellier, a la cabeza; y los hermanos mayores de la Sacramental de San Ildefonso, Nuestra Señora de los Reyes (Patrona de los Sastres) y la Redención, entre otros.




Media hora antes de que comenzara el funeral, la iglesia del convento se había quedado sin asientos libres. Los últimos asistentes en llegar tuvieron que buscar huecos junto a los altares laterales y en el estrecho pasillo que separaba el altar mayor del coro bajo en el que, tras una celosía, las monjas agustinas -la mayoría de ellas de origen africano- interpretaban los cánticos. Al frente se encontraba la madre superiora sor Natividad, que antes de que comenzara la ceremonia saludaba al académico Ismael Yebra, que conoce palmo a palmo cada rincón del convento.

"Carlos Martínez era un apasionado de la cultura. Era un gran seguidor de Anselm Grüm, un monje alemán que relaciona la espiritualidad cristiana con la psicología moderna", recordaba Yebra. Junto a las hermanas agustinas se encontraban varias dominicas del convento de Madre de Dios y cistercienses de San Clemente.

Sobre el féretro, la casulla, la estola y el Evangelio. "Para vivir hay que morir", cantaban las monjas entre el susurro de ventiladores que removían el aire caliente. Terminada la ceremonia, los sacerdotes portaban el féretro. Los familiares recibían el pésame. El convento, minutos después, volvía a la penumbra cotidiana de la clausura. Quedaba por recomponer el velo de la esperazanza. Y el del perdón.

Divorcio, transtorno y muerte
Jorge Muñoz escribe, también en Diario de Sevilla, que el juez de Instrucción número 13 de Sevilla, en funciones de guardia, ha ordenado el ingreso en prisión, comunicada y sin fianza de José Eugenio Alcarazo Fernández, el presunto asesino del sacerdote Carlos Martínez Pérez, según han informado fuentes judiciales.

José Eugenio Alcarazo se ha acogido a su derecho a no declarar ante el juez, que le ha imputado un delito de homicidio y ha ordenado su ingreso en prisión. La instrucción de la causa corresponderá al juzgado de Instrucción número 10 de Sevilla, que era el que se hallaba de guardia cuando ocurrieron los hechos en la tarde del pasado jueves.

Según las primeras investigaciones, el sacerdote Carlos Martínez Pérez recibió cinco puñaladas. Una de ellas le alcanzó en el pecho y resultó mortal, otras dos le causaron cortes profundos en la espalda, y tenía además otras dos heridas superficiales en los brazos, posiblemente debidas a un intento de defensa. El marido de su sobrina, José Eugenio Alcarazo Fernández, de 52 años, lo esperaba en el portal de su casa, en el número 8 de la calle Francisco Carrión Mejías, armado con un cuchillo de grandes dimensiones, con el que presuntamente le atacó por sorpresa y lo mató, minutos después de las ocho de la tarde del jueves.

El presbítero, de 75 años, murió prácticamente en el acto, desangrado en el rellano de su bloque, después de que la cuchillada del pecho le afectara órganos vitales. Acababa de decir una misa en el monasterio de San Leandro, donde era capellán, y se dirigía a su casa, a un paso de este templo.

El sacerdote tenía previsto oficiar otra eucaristía en la parroquia de San Isidoro, de la que era vicario -también oficiaba en las iglesias de San Ildefonso y Santiago-, pero quiso cambiarse de ropa antes. El padre Martínez entró en el portal y, cuando apenas había dado unos pasos, fue atacado por su presunto asesino. Éste había amenazado al cura en alguna ocasión anterior, que había llevado al sacerdote a plantearse presentar una denuncia contra él. Así se lo transmitió la semana pasada a un íntimo amigo.

Según apuntaron algunos vecinos la misma noche del crimen, el presbítero animaba a su sobrina a que se separase de José Eugenio Alcarazo. La pareja estaba en proceso de divorcio y Alcarazo había intentado quitarse la vida la semana pasada.

(Galería de fotos del funeral por Juan Carlos Vázquez en Diario de Sevilla, aquí)
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