Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

El relato de Fabián y su entrañable relación con «el Señor»

Salvaron el sagrario cruzando una zona de electrocución: «"Que sea lo que Él quiera"... ¡Y pasamos!»

Fabián besa el sagrario que salvó poniendo en riesgo su vida.
Fabián besa el sagrario que salvó poniendo en riesgo su vida. Captura El Rosario de las 11 p.m.

C.L.

"De todos los miserables, me escogió a mí para que yo Le llevase", dice Fabián Villena Lladosa, con tanta humildad como emoción, tras besar el sagrario que él y Domingo, otro feligrés, salvaron de las aguas el pasado martes en la localidad valenciana de Catarroja.

Ambos se jugaron la vida para evitar que "el Señor", como siempre le denomina, fuese víctima de las inundaciones que han devastado numerosas localidades en el entorno de la Albufera. A diferencia de la parroquia de San Antonio, venturosamente seca, la parroquia de María Madre de la Iglesia estaba totalmente anegada. El cardenal Antonio Cañizares, a la sazón arzobispo de Valencia, inauguró allí en 2018 una capilla de Adoración Perpetua

"¡Que sea lo que Él quiera!"

Los dos hombres se decidieron a poner a resguardo el sagrario: "Tuvimos que rescatarlo, o más bien nos rescató Él a nosotros" explica Fabián a El Rosario de las 11 p.m. [Ver abajo el vídeo completo.] Ni una cosa ni otra son exageradas, a tenor de la historia que él mismo va relatando mientras nos conduce por la parroquia, ahora convertida, como tantas otras de la zona, en centro de auxilio y reparto de víveres y otros productos de primera necesidad. La marca del nivel máximo alcanzado por el agua enfangada recuerda la magnitud de lo que se vivió el pasado 23 de octubre a consecuencia de la gota fría.

Fabián señala el lugar de la Capilla, convertida temporalmente en almacén, donde estaba el Santísimo. La diferencia de color en la pared del fondo marca la altura que alcanzó ahí el agua.

Fabián señala el lugar de la Capilla, convertida temporalmente en almacén, donde estaba el Santísimo. La diferencia de color en la pared del fondo marca la altura que alcanzó ahí el agua.

Tenían el agua por la cintura, y había que llevar a Jesús Sacramentado hasta los pisos superiores. De hecho, se refugiaron en el primer piso y al poco tuvieron que subir al segundo. Cuando comenzaron el traslado, la corriente que entraba en el edificio les llegaba ya por la cintura y crecía "con mucha rapidez y bastante violenta; tuvimos poco tiempo, al cuarto de hora no llegó".

Con el tabernáculo cargado entre ambos, pasaron por una zona donde Domingo recibió una pequeña descarga eléctrica. Eso les hizo dudar.

Fabián describe el lugar donde, con el sagrario en andas, notaron una descarga eléctrica.

Fabián describe el lugar donde, con el sagrario en andas, notaron una descarga eléctrica.

"No sabíamos qué hacer. '¿Pasamos, Fabián?'. 'Domingo, estamos con el Señor. ¡Que sea lo que Él quiera! Y al final pasamos para adentro", explica.

Fabián va acompañando a la cámara mostrando los destrozos causados y los ornamentos e imágenes que pudieron salvar, que fueron muchos pero lamentablemente no todos. En su huida, tuvieron que vencer la resistencia de una puerta que la propia fuerza del agua impedía abrir, y lo consiguieron con la ayuda adecuada: "¡Señor, ábrenos, Señor!", imploraron.

"Un privilegiado"

"En ningún momento temí por mi vida", confiesa Fabián, "yo sabía que estaba con el Señor".

El lugar donde está actualmente depositado "el Rey de Reyes" es una pequeña mesa en el rincón de una estancia improvisada, con un par de velas y junto a una imagen de San José.

Fabián se arrodilla ante el sagrario para rezar un minuto antes de proseguir su relato.

"Se estaba calentito aquí", recuerda. Los refugiados rezaron el Rosario junto al Santísimo mientras se asomaban de vez en cuando a ver la evolución de la inundación: "En ningún momento pasé miedo por mi integridad física. A lo mejor era un poco inconsciente, pero sabía que estaba con el Señor. El copón estaba lleno de Hostias consagradas".

Estuvieron hasta las cinco de la mañana, aislados, sin luz, escuchando gritos en la calle. Fabián reconoce que le entró un poco de ansiedad y comentó con Domingo: "Necesito rezar. Yo pensaba en mi mujer y en mi hija, pero al mismo tiempo también en todas las personas que estuvieran en la calle. Hicimos una Coronilla, y al instante de hacer la Coronilla sentí una paz muy grande".

Luego rezó: "Señor, perdona nuestra irreverencia, los golpes que te hemos dado al subir. No te estamos tratando como te mereces, pero... ya sabes lo pobres que somos". 

"Me siento un privilegiado del Señor", dice con la voz entrecortada por la emoción: "Hicimos lo humanamente posible. Lo más grande para mí, uno de los mejores regalos de mi vida", afirma mirando al sagrario, "rescatar al Santísimo".

El testimonio de Fabián:

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