Periko Solabarria
Un cura «amigo de los presos de ETA» en las candidaturas de Bildu para el Parlamento vasco
Periko Solabarría, el cura trabucoide que cambió la sacristía por la «herriko taberna», el púlpito por el velódromo de Anoeta para enaltecer el terrorismo, cierra la candidatura de Euskal Herria Bildu por Vizcaya para las próximas elecciones autonómicas.
Cofundador de Herri Batasuna, no ha abandonado desde entonces la trinchera y se muestra incómodo con la presunta apuesta de la «izquierda abertzale» por las vías políticas. Por ello, cuestiona la participación en las instituciones, si esta no va acompañada por algo de presión en la calle, al menos, un poco de «kale borroka».
«Tendríamos que estar continuamente en la calle, pisando barro, y no tanto pisando alfombra», aseguraba en un mitin ofrecido el pasado mes de mayo a un grupo de ortodoxos de la «izquierda abertzale».
«La revolución se hace desde abajo, en la calle, y no desde arriba», insistía instalado de manera peremne en su trinchera.
Periko Solabarria, el candidato que acompaña a Laura Mintegi en su pretensión de desembarcar en Ajuria Enea, reivindica una «gran Euskal Herria» en la que no tengan sitio los militantes y simpatizantes del PP, PSE, UPyD... Esto es, los «españolazos».
«Todas las ideas tienen cabida, por peregrimas que sean. Aquí no sobra nadie», disparaba Periko desde su barricada, eso sí, «salvo la derecha...y el PSOE que está haciendo una política de derechas, contribuyendo a la Europa de los mercaderes».
Solabarría, el candidato a entrar en la Cámara de Vitoria, advertía del peligro de trabajar en las instituciones, porque «los parlamentos burocratizan y hay que estar continuamente haciendo crítica y mucha autocrítica».
«Si no nos dejan soñar, no les dejaremos dormir», advrtía el trabucoide.
Falta de «sensibilidad»
Periko Solabarria sigue en su trinchera, desde la que el 24 de octubre de 1982 disparó a bocajarro: «Sabéis que nuestros terrenos están en manos de oligarcas vascos, y cuando ETA secuestra o ejecuta a los Ibarra o Lipperheide, limpia nuestras tierras de mafiosos».
El primero fue asesinado y el segundo puesto en libertad después de que la banda cobrara un elevado rescate. Una muestra de la «falta de sensibilidad» que, tal vez, la «izquierda abertzale» pudo haber tenido, en algún momento, siempre de manera involuntaria, ante los atentados de ETA, según escenificó recientemente Arnaldo Otegi, y por lo que pedía «disculpas».
Cofundador de Herri Batasuna, no ha abandonado desde entonces la trinchera y se muestra incómodo con la presunta apuesta de la «izquierda abertzale» por las vías políticas. Por ello, cuestiona la participación en las instituciones, si esta no va acompañada por algo de presión en la calle, al menos, un poco de «kale borroka».
«Tendríamos que estar continuamente en la calle, pisando barro, y no tanto pisando alfombra», aseguraba en un mitin ofrecido el pasado mes de mayo a un grupo de ortodoxos de la «izquierda abertzale».
«La revolución se hace desde abajo, en la calle, y no desde arriba», insistía instalado de manera peremne en su trinchera.
Periko Solabarria, el candidato que acompaña a Laura Mintegi en su pretensión de desembarcar en Ajuria Enea, reivindica una «gran Euskal Herria» en la que no tengan sitio los militantes y simpatizantes del PP, PSE, UPyD... Esto es, los «españolazos».
«Todas las ideas tienen cabida, por peregrimas que sean. Aquí no sobra nadie», disparaba Periko desde su barricada, eso sí, «salvo la derecha...y el PSOE que está haciendo una política de derechas, contribuyendo a la Europa de los mercaderes».
Solabarría, el candidato a entrar en la Cámara de Vitoria, advertía del peligro de trabajar en las instituciones, porque «los parlamentos burocratizan y hay que estar continuamente haciendo crítica y mucha autocrítica».
«Si no nos dejan soñar, no les dejaremos dormir», advrtía el trabucoide.
Falta de «sensibilidad»
Periko Solabarria sigue en su trinchera, desde la que el 24 de octubre de 1982 disparó a bocajarro: «Sabéis que nuestros terrenos están en manos de oligarcas vascos, y cuando ETA secuestra o ejecuta a los Ibarra o Lipperheide, limpia nuestras tierras de mafiosos».
El primero fue asesinado y el segundo puesto en libertad después de que la banda cobrara un elevado rescate. Una muestra de la «falta de sensibilidad» que, tal vez, la «izquierda abertzale» pudo haber tenido, en algún momento, siempre de manera involuntaria, ante los atentados de ETA, según escenificó recientemente Arnaldo Otegi, y por lo que pedía «disculpas».
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