Nueva Evangelización. Cristianismo en el siglo XXI
La Cruz es necesaria en la Nueva Evangelización
Hoy celebramos la fiesta de la Exaltación de la Cruz. En plena postmodernidad esta fiesta parece una locura incomprensible. ¿Festejar a un objeto donde se sufre? Debemos de estar muy locos los cristianos. Muchas personas se sorprenden que demos tanto valor a “algo” que se asimila a un instrumento de tortura y muerte. Incluso ven en nuestro comportamiento un cierto disfrute sado-masoquista, avivado por los prejuicios que dispersan los medios. Un entendimiento perverso del “placer” que parece conseguirse por medio del dolor. Pero la Cruz no es nada de esto. Es un signo que marca el camino de Cristo e ilumina nuestro camino.
¿Cómo explicar a una persona actual qué es la Cruz y su importancia? No es sencillo, ya que antes de sentir dolor, estamos dispuestos a cualquier cosa. No nos importa tomar drogas o embotar nuestra mente de mil formas. El dolor es el gran enemigo que buscamos hacer desaparecer sin pensar en los medios que se nos ofrecen para ello.
Para escapar del dolor somos capaces de crear realidades alternativas que nos distraigan. Realidades que nos ayudan a no pensar en nosotros mismos y quienes tenemos a nuestro lado. Nos han hecho creer que necesitamos vivir en un paraíso irreal basado en una realidad personal, que nos aísla convenientemente de aquello que nos hace sufrir. Para muchos es mejor dejar de sentir, evadirnos de la propia vida, antes de que aceptar nuestra naturaleza humana. La postmodernidad profundiza en el individualismo que nos separa. De hecho, vivimos cada vez más alejados los unos de los otros y de todo lo que nos rodea.
Quizás es porque la realidad en su sentido auténtico, ha dejado de existir para la gente. Sólo es real aquello que te muestra la televisión, y cuando tu propia experiencia no coincide con lo que ves, piensas que eso te pasa porque eres un bicho raro, una excepción. Piensas que eres el único que no es feliz, mientras que el resto sí lo es porque lo dice la televisión. Y te deprimes. (P. Santiago Martín. La última Aparición de la Virgen)
Entonces nos ofrecen el remedio a la depresión: medicamentos, diversión basada en el placer, en una palabra irrealidades controladas. Vivimos en una sociedad llena de simulacros, en la que se nos obliga a disimular continuamente, para sentirnos aceptados y seguros. Al final, terminamos aprendiendo a vivir sobre simulacros basados en ideologías ¿Qué es un simulacro? Un simulacro es un mentira que representamos como si fuera verdad. Los simulacros son la esencia de la sociedad postmoderna que nos rodea. Lo simulacros sólo buscan oscurecer la presencia de Dios. Acallar los gritos con lo sagrado reclama que abramos los oídos del ser para escuchar a Dios. El filósofo francés, Jean Baudrillard, lo señala de forma perfecta en su artículo “Cultura y Simulacro” :
¿Continuará siendo la instancia suprema que sólo se encarna en las imágenes como representación de una teología visible? ¿O se volatilizará quizá en los simulacros, los cuales, por su cuenta, despliegan su fasto y su poder de fascinación, sustituyendo el aparato visible de los iconos a la Idea pura e inteligible de Dios? Justamente es esto lo que atemorizaba a los iconoclastas, cuya querella milenaria es todavía la nuestra de hoy. Debido en gran parte a que presentían la todopoderosidad de los simulacros, la facultad que poseen de borrar a Dios de la conciencia de los hombres; la verdad que permiten entrever, destructora y anonadante, de que en el fondo Dios no ha sido nunca, que sólo ha existido su simulacro, en definitiva, que el mismo Dios nunca ha sido otra cosa que su propio simulacro, ahí estaba el germen de su furia destructora de imágenes. (Jean Baudrillard. Cultura y Simulacro. Editorial Kairós, Barcelona, 1978)
La Cruz es una imagen, un ícono, un reflejo del plan de Dios entre nosotros. Si la Cruz desaparece o la rechazamos, perdemos una parte inestimable de las pisadas que Cristo ha señalado que sigamos. “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su Cruz, y sígame” (Mt 16, 24). La autocomplacencia y el placer, sustituyen a la negación de sí mismo y a la Cruz. ¿Qué hacemos cuando exaltamos la Cruz? Al elevar la Cruz y señalarla, estamos mostrando el camino hacia el Padre. “Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre” (Jn 14, 6). Si rechazamos la Cruz, rechazamos el Camino, la Verdad y la Vida. “Si sois vituperados por el nombre de Cristo, dichosos sois, pues el Espíritu de gloria y de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, por ellos El es blasfemado, pero por vosotros es glorificado” (1Pe 4, 14).
¿Qué tiene que ver la Cruz con la Nueva Evangelización? Yo diría que es esencial. La Buena Noticia es una semilla que debe caer en nuestro ser y abrirse. Al abrirse aparece el sentido de todo y todos. El sentido que Cristo nos comunica y nosotros tenemos que aceptar. En un sentido pleno, que reúne en sí mismo los malos y los buenos momentos. Sin este sentido, seguiremos luchando entre nosotros y apagado el sufrimiento con simulacros vacíos que nos distraen. Si podemos, arrodillémonos ante la Cruz. La Cruz llena de sentido nuestra vida.