Miércoles, 30 de octubre de 2024

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Pascua 2024

Cristo ha resucitado

Cristo ha resucitado
Ha resucitado. Dios nos ama

por La divina proporción

¡Christos anesti! ¡El Señor ha resucitado! Clamamos los cristianos este día de Pascua. Quien oye este grito de alegría, responde lleno de esperanza: ¡Alithos anesti! ¡Verdaderamente ha resucitado! A los cristianos del siglo XXI nos cuesta entender esta alegría y gozo. Andamos cabizbajos viendo cómo la Iglesia parece descomponerse delante de nosotros. Además, tenemos tan asumida la resurrección de Cristo que nada parece cambiar en nuestra vida. Nos parece un evento mítico, lejano y sin implicación alguna con nosotros. Esto mismo lo podemos ver cuando se proclama que Cristo nos salva. Eñ es nuestro salvador, pero ¿De qué nos salva Cristo? Ya nos sentimos salvados por la modernidad y por la propia sociedad que nos oprime espiritualmente. ¿Qué aporta la resurrección de Cristo a nuestra vida?

Con su resurrección, nuestro Señor Jesucristo convirtió en glorioso el día que su muerte había hecho luctuoso. Por eso, trayendo solemnemente a la memoria ambos momentos, permanezcamos en vela recordando su muerte y alegrémonos acogiendo su resurrección. Ésta es nuestra fiesta anual y nuestra Pascua; no ya en figura, como lo fue para el pueblo antiguo, mediante el degüello de un cordero, sino realizada, como para el pueblo nuevo, mediante el sacrificio del Salvador, pues Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado, y lo antiguo ha pasado, y he aquí que todo ha sido hecho nuevo. Si lloramos es sólo porque nos oprime el peso de nuestros pecados y si nos alegramos es porque nos ha justificado su gracia, pues fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. Llorando lo primero y gozándonos de lo segundo, estamos llenos de alegría. No dejamos que pase inadvertido con olvido ingrato, sino que celebramos con agradecido recuerdo lo que por nuestra causa y en beneficio nuestro tuvo lugar: tanto el acontecimiento triste como el anticipo gozoso… 

Se entiende, en efecto, que esta noche pertenece al día siguiente que consideramos como día del Señor. Ciertamente debía resucitar en las horas de la noche, porque con su resurrección ha iluminado también nuestras tinieblas y no en vano se le había cantado con tanta anticipación: Tú iluminarás mi lámpara, Señor; Dios mío, tú iluminarás mis tinieblas. (San Agustin, Sermón 221, 1)

 ¿Puede entender este texto de San Agustín una sociedad en la que la eutanasia es un bien aparente a lograr e imponer? Porque, no nos engañemos, el objetivo social es imponernos la muerte cuando dejemos de ser útiles a la sociedad. Eso sí, venden la eutanasia como una liberación. Ya existen rituales de festejo que se proponen para antes de recibir la muerte por eutanasia.  ¿Podemos entender que Cristo resucite cuando nosotros buscamos morir?

Queremos morir porque no tenemos esperanza. La vida carece de sentido y sólo la sostiene atender a nuestros deseos materiales. Todo está controlado. Solo somos una pieza más en el engranaje social. Hasta vemos lógico tirar a la basura un engranaje que no aporte nada al movimiento social. Siguiendo lo que San Agustín nos dice, preguntémonos. ¿Lloramos por la carga de nuestros pecados? ¿Nos alegramos porque nuestros pecados son perdonados por la Gracia del Señor? Más bien nos resulta indiferente.

El sentido del pecado ha cambiado. Ahora no entendemos qué es el pecado o, en el mejor de los casos, lo hemos emotivizado como una ofensa genérica a Dios. ¿Nos hemos dado cuenta que el pecado es una herida en nosotros mismos? Un mal que nos hacemos a nosotros mismos y que Dios repudia porque nos destroza. ¿Qué sentido tiene actualmente la Gracia de Dios en todo esto? Ya todo lo que necesitamos nos lo ofrece la sociedad, fuertemente ideologizada, para que funcionemos según sus indicaciones. La Gracia también carece de sentido, porque parece que no la necesitamos. Pensamos que nacemos salvados por las estructuras sociales. Por eso la resurrección de Cristo no resulta indiferente. Tan sólo es un evento cultural que justifica las ganancias por turismo de la zona donde vivimos.

En la cotidianidad del siglo XXI estos signos trascendentes son irrelevantes. La resurrección de Cristo parece que no cambia nada en nuestra vida. No somos capaces se entender el efecto del perdón, ya que no tenemos conciencia de necesitarlo. Dios se nos presenta como un dios de cómic, de viñeta, siempre sonriente y simpático. Como todo dios condescendiente, es lejano, maleable, indiferente a nosotros. Nuestro cristianismo se vuelve puramente cultural y agnóstico. Somos cristianos que, en nuestra soberbia, creemos que el pecado no existe o si existe, la misericordia de Dios perdona sin necesidad de arrepentimiento alguno. No nos damos cuenta del engaño que hay detrás de todo esto:

Hemos llegado aquí a un punto verdaderamente central. Me parece, en efecto, que el núcleo de la crisis espiritual de nuestro tiempo tiene sus raíces en el eclipse de la gracia del perdón. Mas fijémonos antes en el aspecto positivo del presente: la dimensión moral comienza de nuevo poco a poco a estar en boga. Se reconoce, e incluso resulta evidente, que todo progreso técnico es discutible y últimamente destructivo si no lleva paralelo un crecimiento moral… En efecto, el hombre no puede soportar la pura y simple moral, no puede vivir de ella; se convierte para él en una «ley» que provoca el deseo de contradecirla y genera el pecado. Por eso donde el perdón, el verdadero perdón lleno de eficacia, no es reconocido y no se cree en él, hay que tratar la moral de tal modo que las condiciones de pecar no pueden nunca verificarse propiamente para el individuo. A grandes rasgos puede decirse que la actual discusión moral tiende a librar a los hombres de la culpa, haciendo que no se den nunca las condiciones de su posibilidad(Card. Joseph Ratzinger. La Iglesia. Una compañía en el camino. 4)

En la Pascua festejamos que nuestra esperanza no está vacía. ¿Qué esperanza? ¿Qué esperamos si no tenemos conciencia del pecado y nos creemos salvados por defecto? ¿Para qué resucitó Cristo si este tremendo milagro no cambia nada en nuestras vidas? ¿Cómo podemos sentirnos liberados si no aceptamos que estamos cada día más esclavizados por las ideologías?

El enemigo lo ha hecho muy bien para sus intereses. Librar al ser humano del sentimiento de culpa impide que anhele y reciba la Gracia del perdón. Hacernos creer que somos libres por defecto, impide que recibamos el don de la salvación. Por eso es tan maravillosa la celebración de la Pascua, ya que rememoramos que Cristo vino a salvarnos y a ofrecernos el perdón de nuestros pecados. No podemos vivir la Pascua como un día más, ya que eso evidenciaría que necesitamos, más que nunca, convertirnos y creer en el Evangelio. Si no nos convertimos evidenciamos que somos polvo y en polvo nos convertiremos tras morir.

Vivamos una verdadera Pascua llena de sentido trascendente. Una Pascua que nos ayude a pedir la Gracia que necesitamos como convertirnos. Una Pascua en que Cristo nos tome de la mano antes de hundirnos en las aguas de las ideologías imperantes en este momento. Una Pascua que nos ayude a vivir nuestra Fe en Unidad y Esperanza.

 ¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!

✟ ¡Feliz Pascua! 

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