Cultivarse día a día
por Vive mejor
Franz Liszt, pianista y compositor húngaro, gozó de un inmenso prestigio como concertista. Transformó la técnica del piano dotándola de una dinámica que aún subsiste, y renovó profundamente el lenguaje orquestal. Su inmensa producción se divide en tres campos: obras para piano, obras para orquesta —poemas sinfónicos, género éste del que fue creador— y obras religiosas. El virtuoso y gran maestro Liszt decía:
— «Si dejo de tocar el piano un día... lo noto yo.
Si dejo de tocarlo tres días... lo nota el público.»
Quiérase o no, nuestra vida es así:
— Si no practicamos diariamente —por ejemplo— el don gratuito de la sonrisa, de reírnos, de ser personas contentas y alegres;
— Si nuestros pensamientos no son de paz, de bondad... sino de hostigamiento, de resentimiento, de amargura, de guerra;
— Si cada día no nos ejercitamos en la virtud de la generosidad, del amor, de la entrega;
— Si durante la jornada, no sabemos aceptar la voluntad de Dios con contento y alegría;
Pronto lo notaremos nosotros mismos: en nuestras vidas habrá momentos de pesimismo, bajará el sentido del humor y de la alegría. Disminuirá la calidad de vida.
Si estamos tres días apesadumbrados, melancólicos, tristes sin repartir —gratuitamente— sonrisas, humor, risa, optimismo contento, alegría... lo notarán muy pronto los demás.
Sí, lo notarán —lo echarán en falta— quienes conviven con nosotros o nos tratan o a quienes servimos o bien nos sirven.
El P. Charles decía: «Tan verdadero es que nuestra felicidad o nuestra desventura no dependen del medio donde vivimos, sino de la manera más o menos cordial —positiva, alegre— con que nos adaptamos nosotros.»
Y es que «Nadie tiene derecho a estar triste... si no ha hecho
todo cuanto ha podido por estar alegre.»
La virtud de ser, de estar alegres... es una gran virtud.
Alimbau, J.M. (2017). Palabras para la alegría. Madrid: Voz de Papel.
— «Si dejo de tocar el piano un día... lo noto yo.
Si dejo de tocarlo tres días... lo nota el público.»
Quiérase o no, nuestra vida es así:
— Si no practicamos diariamente —por ejemplo— el don gratuito de la sonrisa, de reírnos, de ser personas contentas y alegres;
— Si nuestros pensamientos no son de paz, de bondad... sino de hostigamiento, de resentimiento, de amargura, de guerra;
— Si cada día no nos ejercitamos en la virtud de la generosidad, del amor, de la entrega;
— Si durante la jornada, no sabemos aceptar la voluntad de Dios con contento y alegría;
Pronto lo notaremos nosotros mismos: en nuestras vidas habrá momentos de pesimismo, bajará el sentido del humor y de la alegría. Disminuirá la calidad de vida.
Si estamos tres días apesadumbrados, melancólicos, tristes sin repartir —gratuitamente— sonrisas, humor, risa, optimismo contento, alegría... lo notarán muy pronto los demás.
Sí, lo notarán —lo echarán en falta— quienes conviven con nosotros o nos tratan o a quienes servimos o bien nos sirven.
El P. Charles decía: «Tan verdadero es que nuestra felicidad o nuestra desventura no dependen del medio donde vivimos, sino de la manera más o menos cordial —positiva, alegre— con que nos adaptamos nosotros.»
Y es que «Nadie tiene derecho a estar triste... si no ha hecho
todo cuanto ha podido por estar alegre.»
La virtud de ser, de estar alegres... es una gran virtud.
Alimbau, J.M. (2017). Palabras para la alegría. Madrid: Voz de Papel.
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