Adviento 2023
No tenemos fuerzas para estar despiertos
En el evangelio de este primer domingo de Adviento, Cristo nos llama a estar atentos, vigilantes y despiertos. Lo mismo nos decía en la Parábola de las doncellas necias y prudentes. Nos dormimos y encima, no llevamos aceite para alumbrar la espera del Novio. Aceite que es lo que nos da luz en la espera. Espera que está llena de sentido. Espera, que es Esperanza. Hoy en día tenemos una inmensa cantidad de distracciones que nos alejan de lo esencial.
Las noticias nos golpean con enfrentamientos, guerras y catástrofes. La sociedad nos presiona con estereotipos que nos naturales. También nos llena de culpas por no ajustarnos al ideal del ciudadano que se promueve. Los cristianos somos culpables de todo lo que ocurre y de más. No hace tanto, hace algunos años, la Iglesia todavía señalaba a Cristo como Camino, Verdad y Vida. También nos mostraba que el Reino de Dios no es de este mundo. Colocaba la sacralidad como un ingrediente fundamental en nuestra vida. Hoy estamos más centrados en lo inmanente, socialmente bien visto, que en lo trascendente.
Cada día que pasa tenemos más deseos de dormir y olvidar. Pero Cristo no se resigna a vernos destrozados en la cuneta de la vida. No está en su plan de salvación vernos rogando por reality shows, series o festejos que nos alejen de la realidad y de la Verdad. Cristo nos llama a estar despiertos y atentos. Despiertos a la Verdad, En el evangelio no sólo habló para las personas del siglo I, sino para todos los que deseamos seguir sus pisadas.
No habló así solamente para los que entonces le oían, sino también para los sucesores de aquellos, los anteriores a nosotros, para nosotros mismos y los que sigan después de nosotros hasta su última venida. ¿Acaso aquel día ha de encontrar a todos los hombres en esta vida, o se dirigen también a los difuntos estas palabras: "Velad, no sea que, viniendo de repente, os encuentre dormidos"? Porque ¿Cómo habla así a todos, no dirigiéndose más que a los que vio entonces, sino es porque a todos concierne, como he dicho? Así, pues, ese día será para cada uno aquél en que salga de este mundo tal y como deba ser juzgado. Por ello debe vigilar todo cristiano, para que no le halle desprevenido la venida del Señor, pues hallará desprevenido aquel día a todo el que no esté prevenido el último día de su vida. (San Agustín, ad Hesych., epíst. 80)
La pregunta que nos hacemos es ¿Cómo estar despiertos? La sociedad que nos rodea nos aturde. No nos permite tener un segundo para reflexionar. Siempre buscando el placer y la distracción. Siempre sintiéndonos culpables de las catástrofes que se vaticinan. Siempre presionados para vivir enfrentados unos a otros. La respuesta es sencilla de exponer:
Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; más para Dios todo es posible. (Mt 19, 26)
No tenemos fuerzas humanas para resistir la tormenta del mundo. Cristo se acerca y nos ofrece su mano. Él camina sobre las aguas de lo cotidiano y aparente. Él es el Logos, el Cordero de Dios, que vino a salvarnos. Nosotros somos tan poco que, sin su mano, nada podemos. La oración es imprescindible, ya que es lo que nos intercomunica con la Verdad. Orar con confianza y esperanza, abre las puertas de nuestro ser al Señor. Lo que es imposible para el ser humano, es posible para Dios.
¿Dónde y cuándo orar? En todo lugar y momento. Orar con palabras, actos y voluntad. Orar haciendo presente a Cristo más allá de nuestras limitaciones. Dejando que sea Él quien protagonice nuestra vida. Despertemos a Cristo y seamos símbolos de Él en el mundo. Este es el gran desafío que tenemos delante de nosotros. Dios nos ayude a no dejarnos llevar por tantas apariencias e ideologías.