Haz buenas obras y... te sentirás feliz
por Vive mejor
Una misionera que ha trabajado y ha servido toda su vida en las misiones, ayudando y viviendo con los más pobres de África, de América y de Asia me decía:
- «Cuando pasa el día y no has hecho nada por los otros, te sentirás vacío, experimentarás el vació». Y añadía: «Haz buenas obras. Ayuda a la gente y te sentirás feliz».
No hay que ser rico para dar, ni es suficiente ser bueno.
No olvidemos que "cuando hacemos el bien... no sabemos lo bien que hacemos..., ni allí donde llegamos..., (ni las angustias que quitamos, ni las esperanzas que damos) ni el bien que nos hacemos a nosotros mismos”.
La ambición –el egoísmo- ¡nos daña la vida!
- La persona que siempre desea más y más... muy a menudo se inquieta, se angustia, no vive en paz. Y lo que es peor: no deja vivir a los que le rodean o bien conviven con él.
- El que no tiene suficiente, que siempre quiere más... vivirá siempre con la carcoma -la codicia- que arrastra el interior de toda persona que nunca tiene suficiente.
- El ambicioso que se piensa que va por el camino acertado, para tener más cosas y con ellas la felicidad, el disfrute... se equivoca. Se perjudica a sí mismo y perjudica a los demás.
- La persona ambiciosa y que persevera en su desvarío, en su locura, actúa como un necio: de joven daña la salud y la dedicación a sus para ganar dinero. Más tarde se gastará el dinero para recobrar la salud perdida y muchas veces se encontrará solo porque quienes la querían la han arrinconado.
- El ambicioso está encendiendo un fuego que él mismo alimenta y nunca se apaga: siempre quiere más y más. Y caerá en el mismo fuego. Sólo cenizas en permanecerán.
- El ambicioso aunque se lave la boca y las manos, no limpiará la ambición enterrada, desmesurada, las angustias, las intrigas... que tan mal suelen hacer.
J. M. Pemán escribía:
“He resuelto despreciar / toda ambición desmedida / y no pedirle a la vida / lo que no puede darme jamás”.
Y es que el necio se comporta como la cuchara. Toda cuchara guarda, reúne en su concavidad un alimento sabroso, pero que nunca la cuchara en paladeará el gusto ni le hará provecho el alimento que contiene su concavidad.
La persona espiritual no debe dejarse atrapar por la ambición desmedida, su tacañería -avaricia-, ser tacaño -ser avaro- que suele ser la fuente de muchos sufrimientos y que -tarde o temprano- lo convertirá en un esclavo, le robará la libertad, la paz interior y las pequeñas alegrías de la vida.