Ir a Misa como si de un partido de fútbol se tratara
Hace menos de un mes REL presentó una interesante encuesta a sus lectores ¿De qué porcentaje de las homilías que escuchas en Misa sales satisfecho? Aunque se dieron diversas respuestas, la opción más votada, casi con un tercio, fue la siguiente: “25%-50%: impera la mediocridad, algo hay que hacer”.
¡Sorprendente resultado! Por lo que a los sacerdotes respecta, el Papa Francisco, en la Evangelii Gaudium ya actuó al respecto, ¿pero y nosotros? ¿Cuál es nuestra actitud al ir a Misa? ¿No somos parte de ella? ¿No somos igual de responsables? Desde luego, qué fácil es señalar al otro.
Nos hemos acostumbrado tanto que nos olvidamos del gran milagro que se produce cada vez que asistimos a una Misa y juzgamos al cura mirando claramente los toros desde la barrera.
Os propongo una cosa, vayamos a Misa como si de un partido de fútbol se tratara. A los que no les gusta el fútbol pueden hacer la comparación con un buen restaurante, una película, una obra de teatro, un concierto… Por supuesto que suena extraño, ¿cómo vamos a comparar la Santa Misa con acontecimientos banales?
En fin, dicen que para hacer una escala de valores real debemos hacer una lista de las cosas que son importantes para nosotros: Dios, la familia, los amigos, el trabajo, las diversiones… Después, ponemos al lado el porcentaje de tiempo que dedicamos a cada una y, entonces, tenemos nuestra verdadera escala de valores…
De esa misma forma, os propongo comparar la misa con el fútbol, quizá al final de todo, el sacerdote no sea el único culpable de nuestra apatía.
- Por la mañana de un partido, compro el diario o lo leo en el bar. Me fijo en la alineación, en el equipo rival, en las posibilidades de victoria y en los análisis de los expertos. Cuando entro en Misa muchas veces no sé ni cuál es el Evangelio del día.
- Al campo llego con tiempo, muchas veces hasta quedo con mis amigos a tomar una cervecita para ir entrando en materia. Veo a los jugadores calentar. Me emociono cuando saltan al campo y canto el himno de mis amores. A Misa suelo llegar tarde, pero digo que vale de cualquier forma porque todavía no han leído el Evangelio, y me quedo de pie atrás. “¿Cantar? Pero si el coro desafina que es una pasada”.
- En el campo, grito, increpo, animo… En Misa contesto lo más bajito posible para pasar más bien desapercibido.
- No pierdo una sola acción del partido. Veo al lateral subir por la banda, sugiero acciones de estrategia, vislumbro los cambios que hará mi entrenador. En Misa, hasta en la Consagración estoy totalmente despistado, pensando, quizá no en mi equipo, pero sí en los agobios y trabajos de la semana.
- Me quedo hasta el final en el estadio. Aplaudo a rabiar a mis jugadores y hasta me acerco al terreno de juego con mi hijo, a ver si alguna de las estrellas le regala su camiseta. De Misa, salgo corriendo. Bendición y fuera. “Tengo el coche mal aparcado y llego tarde al aperitivo”.
- Volviendo a casa del fútbol, comentamos el partido en el coche, escuchamos la rueda de prensa en la radio y vemos las noticias en televisión para vibrar de nuevo con los goles y seguir la polémica que se ha creado. A la vuelta de Misa, ni hablamos del Evangelio, ni de la homilía (solo si ha sido un tostón), ni miramos un solo comentario en Internet…
Sugiero una nueva encuesta que gire sobre la pregunta ¿Cuánto pongo yo de mi parte para aprovechar y disfrutar la Misa del domingo?