Oye Carlos, ¿tienes amigos y sales a divertirte?
Oye Carlos, ¿tienes amigos y sales a divertirte?
por Duc in altum!
Cuando terminas de dar una plática, es muy agradable que las personas se acerquen a decirte qué les pareció. Para mí, los comentarios hacen las veces de un “termómetro”; sin embargo, a finales de 2014, me hicieron una pregunta que me dejó con el ojo “cuadrado”. Casi al final, se me acercó una señora que estaba algo impresionada por mi edad. Tampoco es que haya nacido ayer, pero con 25 años y la imagen no muy positiva que tenemos los jóvenes, le dio curiosidad verme hablar de la fe en público. Tomando en cuenta que se trataba de una señora católica, me espere todo menos que me dijera: “oye Carlos y tú que andas en estas cosas, ¿tienes amigos y sales a divertirte?”. Le respondí que sí, que llevaba una vida tranquila, normal, propia de mi edad. Como a los cinco minutos, pensé: ¡vaya idea que tiene la señora sobre la fe! Desde su perspectiva, ser un joven católico consiste en vivir encerrado, aislado, ¡sin amistades! Detrás de la pregunta, hay un problema que al final termina cobrando factura a la nueva evangelización. Si nosotros, como católicos, vemos mal o, cuando menos, raro, que un joven puede sentirse cautivado por la fe a temprana edad, ¿a quién vamos a convencer?, ¿se imaginan a Pedro predicando y, al mismo tiempo, desanimando a las personas acerca del bautismo? Son cosas, detalles que dicen mucho. Quizá la señora “x” lo dijo sin pensar, pero ¿acaso no sirve de diagnóstico? A mí me parece un síntoma que vale la pena atender.
Nos toca ser extraordinarios en lo ordinario. Es decir, llevar una vida coherente con el evangelio, pero sin ideas o actitudes excéntricas, tipo esa extraña costumbre de cambiar el tono de voz cuando hablamos de Dios o la mirada según esto extraviada. Si vivimos acomplejados, encerrados en nosotros mismos, ¿haremos algo por Jesús? Está claro que alejaremos. Por esta y muchas otras razones, ¡vivamos la fe con naturalidad! Fingir no va en la línea del Evangelio. Desmitifiquemos ciertas expresiones que nos apartan del misterio de Dios y nos encierran en un callejón sin salida de ideas desvirtuadas. Abrazar la fe de la Iglesia, aceptar la verdad que es Jesús mismo, nos tiene que llevar a vivir de un modo muy humano. Si somos de los que alzamos mucho la voz para que nos vean durante la Misa, ¡algo anda mal! Antes bien, sinceros, abiertos y naturales. Recordemos que la normalidad no significa caer en el relativismo, sino vivir la fe en su sentido original.
Nos toca ser extraordinarios en lo ordinario. Es decir, llevar una vida coherente con el evangelio, pero sin ideas o actitudes excéntricas, tipo esa extraña costumbre de cambiar el tono de voz cuando hablamos de Dios o la mirada según esto extraviada. Si vivimos acomplejados, encerrados en nosotros mismos, ¿haremos algo por Jesús? Está claro que alejaremos. Por esta y muchas otras razones, ¡vivamos la fe con naturalidad! Fingir no va en la línea del Evangelio. Desmitifiquemos ciertas expresiones que nos apartan del misterio de Dios y nos encierran en un callejón sin salida de ideas desvirtuadas. Abrazar la fe de la Iglesia, aceptar la verdad que es Jesús mismo, nos tiene que llevar a vivir de un modo muy humano. Si somos de los que alzamos mucho la voz para que nos vean durante la Misa, ¡algo anda mal! Antes bien, sinceros, abiertos y naturales. Recordemos que la normalidad no significa caer en el relativismo, sino vivir la fe en su sentido original.
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