Sacerdote paulino
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Hace un par de días o tres falleció un destacado sacerdote paulino que se llamaba P. Attilio Monge. Era piamontés como el Fundador Alberione, y, sin ser apasionado en tema de fútbol, sí lo era bajo otros aspectos: a veces dejaba asomar algo que no llegaba a pasión y ni siquiera pronunciaba completo el nombre del otro equipo turinés, que le gustaba desde muy joven y se quedaba en Juve (pronunciado Yuve).
Mucho más que el fútbol, el padre Attilio Monge cultivó, de manera muy destacada, otras cualidades y aficiones. Quienes lo conocieron (y/o conocimos) podemos asegurar que era muy culto, que predicaba y escribía muy bien, que resultaba muy convencido, y que desde siempre había ejercido un ministerio sacerdotal destacado desde los primeros años de su juventud. Un ministerio que se recuerda como efectiva y afectivamente preferente desde los años de su juventud, en pro de un asilo de jóvenes disminuidos de la periferia romana.
Con relación al "apostolado paulino" de la comunicación y de la prensa, el Padre Attilio Monge destacó sobre todo en el manejo de la pluma y luego del ordenador como redactor y director de publicaciones que si no lo echarán muy de menos ahora que él acaba de emigrar a la casa del Padre, lo seguirán recordando los muchos miles de lectores de sus escritos siempre brillantes y llenos de jugo espiritual y humano. Y aún más lo seguirán recordando todos los que, sin que siempre él se diese cuenta, fueron lectores y alumnos suyos.
Lectores unos -¡muchos miles de sus libros y de las publicaciones periódicas que él dirigió!- y colaboradores y discípulos, "paulinos" muchos y otros no, de los semanarios que él dirigió, para lectores jóvenes y de toda edad, en los que el Padre Monge mantuvo secciones llenas de verve (sí, en francés) que se leían con gusto y dejaban un poso espiritual en las almas que Dios tiene que haberle premiado por haber sido el P. Attilio Monge un verdadero e incansable apóstol de la comunicación.
Quien aquí lo recuerda con cariño y gratitud agradece al cielo -al que lo encomienda con conmoción-, tuvo la inmensa suerte que mejor se llama gracia de tenerlo como jefe amable y maestro durante años inolvidables y fecundos de entrañable aprendizaje periodístico. Años en los que un relativamente joven pero ya maduro Padre Attilio Monge dirigía, en Roma, un semanario político-religioso denominado Orizzonti.
Por circunstancias de la vida, uno tuvo la suerte de ejercer un exigente aprendizaje periodístico a la feliz sombra del director a la vez paciente y eficaz que era el Padre Monge. Nunca olvidaré, de años ya casi lejanos en que éramos aún jóvenes los dos, él más maduro y tolerante que quien era aún aprendiz, una colaboración que me autorizó a filtrar sobre un hecho que traducía al italiano un acontecimiento que en España guardaba relación con el casi trascendente Valle de los Caídos.
En una Italia entonces con remembranzas de Mussolini se captaban con muy otra sensibilidad acontecimientos y hechos relacionados con el régimen que mandaba aquí tras una guerra casi nada oportunamente llamada civil. Aquel reportaje pareció herir la sensibilidad de la representación diplomática española con sede en Roma, que trasladó su queja al director del semanario Orizzonti. El cual, que era tan agudo periodista como buen sacerdote, supo calmar el aparente a la vez que excesivo desacuerdo por parte de un régimen que se mostraba susceptible en exceso.
José Luís González Balado