Martes, 26 de noviembre de 2024

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Las hipérboles del Señor.

por Juan del Carmelo

En la segunda acepción del Diccionario de la Real Academia, se define la “hipérbole”, como: Exageración de una circunstancia, relato o noticia. Entonces cabe preguntarse: Era el Señor un exagerado, vamos, un andaluz cualquiera. Pues sí lo era, y a mucha honra. Los andaluces tenemos fama de ser exagerados, y lo que ocurre es que gozamos de una de las muchas características, que definen a los pueblos orientales. El simbolismo y la sana exageración, al igual que el amor a la antítesis forma parte de nuestra formas de expresarnos y esto es una buena herencia de la que disponemos. El pragmatismo materialista propio de los pueblos nórdicos, les impide a estos, valorar debidamente la simbología, la exageración y el juego de la antítesis en el lenguaje. La exageración es una sutil forma de poner énfasis en lo que se dice. No hay deseo de engaño ni de mentira en el que emplea una hipérbole, porque el que oye, ya comprende la imposibilidad de lo que se asegura. Por ejemplo que cuando se dice: “Un coche la mar de grande”, todo el mundo sabe, no existe en el mundo un coche del tamaño de un océano. En los evangelios tropezamos de vez en cuando con una serie de hipérboles. Por ejemplo cuando el Señor dice: “¿Cómo ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo?”. (Mt 7,1). ¿Es que acaso cabe una viga en un ojo humano?, o cuando Nuestro Señor dice: “Guías Ciegos, que coláis un mosquito y os tragáis un camello”. (Mt 23, 24). ¿Se puede alguien tragar un camello? Otra hipérbole la tenemos cuando el Señor dice a sus discípulos: “Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños”. (Lc 17,1-3). El que haya visto alguna vez una antigua piedra de molino, comprenderá fácilmente que es imposible ponerla en el cuello alguien. También tenemos otra hipérbole del Señor cuando en el momento de su prendición, recrimina a San Pedro por el uso de la espada y le dice: "Vuelve tu espada a su lugar, pues quien toma la espada, a espada morira. ¿O crees que no puedo rogar a mi Padre, quien pondría a mi disposición al punto más de doce legiones de ángeles?"(Mt 26,53). Una legión romana tenía como mínimo 10.000 legionarios. Doce legiones suponían unos 120.000 legionarios, en este caso serian ángeles, para hacer frente a un reducido grupo que se calcula que serían entre 20 y 40 miembros, entre sirvientes del sumo sacerdote y soldados romanos, que él sumo sacerdote le había pedido a Poncio Pilatos. Y la más conocida de todas las hipérboles evangélicas y posiblemente la que más nos escuece, dice: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios”. (Mt 19,24; Mc 10,25). Monseñor Giuseppe Ricciotti, escribió haya por los años 40 del pasado siglo una Vida de Jesucristo, que es una de las mejores biografías de la Vida de Nuestro Señor, que en mi opinión se han escrito; de ella saco este párrafo acerca del camello y la aguja. “La imagen del camello es perfectamente oriental. Son infundadas las interpretaciones de que el nombre griego de camello, haya sido confundido con el nombre semejante de una gruesa cuerda, o de que con el apelativo ojo de la aguja, se designase un ignorado portillo estrecho de las murallas de Jerusalén. Jesús habla de un verdadero camello y de un verdadero ojo de aguja, como más tarde se hablaría en el Talmud de ciertos rabinos que a fuerza de sutilezas, hacían pasar un elefante por el ojo de una aguja”. Está claro, que el Señor usa aquí de una hipérbole, pero también está claro, que con el uso de esta hipérbole, aunque no se les cierra las puertas del cielo a todos los ricos, si se lo pone casi imposible. Pensemos que somos ricos materiales el 90% de todos los que vivimos en países como España, si es que queremos mirar a nuestro alrededor y ver la miseria material de nuestros hermanos en naciones pobres. El Señor nos asegura que las riquezas mal usadas, nos apartan tremendamente de Él, y por lo tanto del Reino de los cielos. Es muy difícil ser rico y usar debidamente de las riquezas, es como querer trabajar en un molino de harina y salir de allí sin ninguna mota de polvo blanco. En esta idea el Señor es rotundo, y por ello usa de una hipérbole para darle todo el énfasis posible a este tema. Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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