Martes, 26 de noviembre de 2024

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Necesidad de lo material en lo espiritual

por Juan del Carmelo

Cada uno de nosotros somos cuerpo y alma, materia y espíritu dos elementos amalgamados que juntos determinan la existencia de un ser humano. Y no entro al trapo ni quiero ironizar, sobre las manifestaciones científico-políticas de una ministra proabortista, que espero y le pido a Dios que la perdone, porque en su ignorancia, no sabe lo que dice, ni comprende que está siendo manejada por los verdaderos responsables. El tema de este post, va por otros derroteros. Veamos. Desde muy antiguo, se han enfrentado y luchan en el mundo dos fuerzas antagónicas, dos concepciones de la vida completamente distintas e irreductibles: la concepción materialista irreligiosa y atea que no se preocupa sino solo de esta vida terrena, y la concepción espiritualista que piensa en el más allá. Este antagonismo se ha ido acentuando con el paso de los siglos, así por ejemplo vemos que en los siglos de la antigüedad, cada pueblo tenía su propio dios o sus propios dioses. El monoteísmo del pueblo de Israel nació con Abraham, pero este no era monoteísta, sino monólatra, es decir, daba culto solo a Yahvéh, pero no por ello negaba que pudiesen existir otros dioses que atendían a las necesidades del pueblo o los pueblos que los idolatraban. Hasta después del destierro de Babilonia Israel no fue monoteísta. Ellos pensaban, que los dioses de otros pueblos sí existían de veras. Por ejemplo, creían que además de Yahvé (su propio Dios), existía Baal (dios de los cananeos), Kemosh (dios de los moabitas), Marduk (dios de los babilonios), Amón (dios de los egipcios). El pueblo de Israel demoró, pues, varios siglos en descubrir el verdadero rostro de Dios. Pero aún nos falta a nosotros entender a Dios. Pero la idea esencial a tener presente. es que todos los pueblos tenían una concepción espiritualista de la vida humana, nadie concebía la vida sin una deidad que adorar. Y estas dos concepciones que se consideran antagónicas de materia y espíritu, dan origen al comportamiento humano. Se piensa equivocadamente que la materia, más vulgarmente denominada como la carne, nos ata al mundo y que el espíritu nos lleva a Dios. Pues bien, no es la materia la que nos ata al mundo sino el uso que de ella hagamos, en función de sujetar o dar rienda suelta a nuestra concupiscencia. Al igual puede suceder y sucede con nuestro espíritu; podemos utilizarlo para elevarnos a Dios, o por ejemplo para apartarnos de Él, en prácticas exotéricas y espiritistas, o alimentando insensateces como la de las reencarnación de personas una vez muertas. Tanto la materia como el espíritu humano o alma, son creaciones de Dios, y todo lo que Dios crea es bueno, lo que es malo es el inadecuado uso que los hombres hagamos de la Creación divina. Dios ha querido perfeccionar en la persona humana la conjunción de la materia y el espíritu. Según el jesuita Teilhard de Chardin: La materia es el conjunto de cosas, energías y criaturas que nos rodean... Es el medio común, universal, tangible, infinitamente variado y variante, en el seno del cual vivimos sumergidos... Es la causa principal de los dolores y pecados que acechan nuestras vidas. Nos hiere y nos tienta. La materia nos hace envejecer, nos paraliza, nos hace vulnerables... Escribía San Pablo: “¿Quién nos librará de este cuerpo de corrupción?”. (Rm 7,24). ¿Qué es el materialismo? Es la creencia de que el objeto de la vida es satisfacer el deseo instintivo del hombre de poseer, utilizar, consumir y controlar, y a esto es, a lo que desgraciadamente tiende nuestra sociedad actual. En frase de Louis Wohl, el materialista es el que cree en el piano, pero no cree en el pianista. Tal como escribía Rabindranath Tagore, en su libro "Cristo": Por mucho que la materialidad, aplaste la semilla del espíritu esta, está en el hombre y no puede ser aniquilada. Cuando el alma se siente oprimida y no logra encontrar esperanza en el exterior, he aquí que siente nacer una nueva confianza dentro de sí; puede ser que esa voz no sea del todo clara, pero es insistente. Pero también la materia de nuestro cuerpo, puede ser y es un canal para la obtención de gracias divinas. Se dice que el sufrimiento de nuestro cuerpo es la llave de que disponemos para abrirnos la puerta del cielo. El mundo material es un canal de la gracia de Dios, porque a través de las cosas buenas de este mundo experimentamos la bondad de Dios. El oblato norteamericano F. Kelly Nemeck, señala que la materia, es la que nos nutre y eleva. Es la exuberancia física el contacto que ennoblece, el esfuerzo viril, la alegría de crecer. La materia atrae, renueva, une florece. Por la materia nos unimos a todo lo demás. San Pablo nos recuerda que primero fue creado el hombre material, de barro, y fue después cuando Dios lo hizo celestial insuflando en el, el espíritu. (1Cor 15,46-47). La materia es el principio fundamental tanto de la vida como de la muerte. Si entendemos que lo material existe para el bien de lo espiritual, entonces veremos que todo en la vida es para el misterio y gloria de Dios. El espíritu es y debe de ser el rey de la materia, capaz de aprehenderla, de comprenderla, de utilizarla y transformarla. Eso es el trabajo al que nosotros estamos llamados, pero no a menospreciar la materia, ni a menospreciar nuestro cuerpo que nos ha sido dado por Dios, para que lleguemos a convertirlo en un cuerpo glorioso. En nuestra lucha ascética no podemos menospreciar y marginar nuestro cuerpo, ya que cuerpo y alma, nos fueron dados conjuntamente, para alcanzar la vida eterna de los dos. Para Teilhard de Chardin, la cuestión es la de, “ir al Cielo a través de la Tierra”. Existe una comunión -la verdadera- con Dios a través del mundo. Y entregarse a ello, no es el gesto imposible de servir a dos señores. Entre un culto al espíritu que exige abandonar la materia, y un culto a la materia que hace negar al espíritu, hay otra alternativa -la tercera vía-, la de hacer converger todo en Cristo. Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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