Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Reflexionando sobre el Evangelio LC 10,38-42

No se puede vivir siempre como Marta, ni como María

No se puede vivir siempre como Marta, ni como María
Marta y María, nos representan en diferentes momentos de nuestra vida

por La divina proporción

El Evangelio de hoy domingo es muy interesante. ¿Por qué? Porque nos permite pensar y reflexionar sobre muchas cuestiones de actualidad. 

El ser humano tiende a ser dicotómico. Tendemos a pensar que lo que no es “lo mejor” para nosotros, debe ser lo peor para todos. El Evangelio habla de esto. Marta y María fueron necesarias, pero tendemos a preferir una y despreciar a la otra. Ambas son importantes. Las dos nos representan en momentos diferentes. Cada momento de nuestra vida, con sus necesidades y afanes, es una oportunidad para acercarnos a Cristo. De la misma forma, la Iglesia debería ser consciente de ello y aprovechar los carismas que le ha regalado Dios. Cada fiel ofrece talentos que son un tesoro en sintonía y sincronía con la Voluntad de Dios. Se trata de trabajar juntos, ofreciendo los talentos que Dios nos ha dado y trabajando para aumentarlos. Reunidos en asamblea, como una orquesta que toca para mayor gloria de Dios. Cada cual con su partitura, instrumento y tonalidad. Todos y cada uno, somos necesarios. 

¿Qué cuestiones son las que debemos tener en cuenta? La primera es lo fácilmente que despreciamos “lo bueno”, para emprender la eterna búsqueda de “lo mejor”. Marta recibe a Cristo y trabaja para que esté atendido en todo momento. María, se sienta junto a Cristo y abre su corazón a todo lo que Él enseña. Sin duda, María eligió la mejor parte, pero no por ello Marta ha elegido algo malo o aborrecible. Todo lo contrario. Atender en lo humano es bueno, más incluso si atendemos a Cristo en persona. La segunda cuestión es la tendencia a quedarnos en lo literal y no ir más allá. Olvidamos lo que los Primeros Padres de la Iglesia llamaban el “sentido místico” de todo lo que Cristo hacía y decía. San Agustín nos explica esto de forma clara:

En sentido místico, Marta, recibiendo al Señor en su casa, representa la Iglesia, que ahora lo recibe en su corazón. María, su hermana, que estaba sentada junto a los pies del Salvador y oía su palabra, representa la misma Iglesia, pero en la vida futura, en la que, cesando de todo trabajo y ministerio de caridad, sólo goza de la sabiduría. En cuanto a que Marta se queja de su hermana porque no le ayuda, se da ocasión a la sentencia del Señor, con la que muestra que esta Iglesia se inquieta y turba por muchas cosas, cuando solo una cosa es necesaria, a la cual llega por los méritos de este ministerio. Dice que María "eligió la mejor parte", porque por ésta se va a aquélla que no se quita jamás. (San Agustín, De quaest. Evang. 2, 30)

Cada hermana representa un momento de nuestra vida dentro de la Iglesia. Por lo tanto, quedarnos en la literalidad impide darnos cuenta de la profundidad de lo que relatan los evangelistas.

Hay otra cuestión más a resaltar: la indiferencia ante lo simbólico y la preferencia por lo fácilmente vendible en el momento en que vivimos. Sin duda, alguno puede pensar que el texto de San Agustín que he compartido resulta complicado y aburrido, frente a una imagen tipo meme o historietas o videos bailones en Tik Tok. Se elevan estas formas publicitarias actuales a “Nueva Evangelización”, mientras se mira de reojo el texto que he compartido del Obispo de Hipona. Pensemos que San Agustín hablaba ante personas del siglo IV. Personas que no tenían el grado educativo actual ni de lejos. Les hablaba de forma gráfica, sencilla y por medio de analogías comprensibles. Recordemos que la Nueva Evangelización es: “Volver al Amor Primero” y que este retorno puede hacerse de muchas formas. El Espíritu Santo hace posible que cada uno de nosotros entienda el lenguaje que nuestro carisma necesita. Sin duda, a algunas personas les puede venir estupendamente un comic o un video divertido, pero otras pueden sentirse incómodas por la banalización del mensaje que llevan implícito. De igual forma, un buen texto o sermón, puede ser perfecto para unas personas y resultar insufrible para otras. ¿Por qué tendemos a decir que esto o aquello es lo bueno y lo diferente, es malo y despreciable? ¿No deberíamos de ser capaces de discernir? Quedarnos en particularidades es despreciar la sinfonía de carismas con los que el Espíritu Santo vivifica la Iglesia.

Y cuando sopla el viento del sur, decís: “Va a hacer calor”, y así pasa. ¡Hipócritas! Sabéis examinar el aspecto de la tierra y del cielo; entonces, ¿por qué no examináis este tiempo presente? (Lc 12, 55-56)

Discernimiento. Antes que rechazar textos, discursos, homilías, conferencias o prédicas, podríamos pedir que estos sean adecuados a quienes los reciben. Quizás un bailoteo en Tik Tok no sea adecuado para todos. Si nos ofrecen un arroz con carne que nos desagrada, quizás habría que pensar las razones de ello. Discernir antes de ofrecer un trozo de tarta como alternativa y postular que la tarta de nata es lo que todos necesitamos. ¿Es mala la tarta de nata? No, pero algunos preferimos otras cosas. No se puede vivir siempre como Marta, ni como María.

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