¿Cansado de oír hablar de la Nueva Evangelización?
¿Cansado de oír hablar de la Nueva Evangelización?
¿Qué ha cambiado o va a cambiar en nuestras parroquias después del Sínodo? No creo que haya grandes cambios en la mayoría de ellas. La costumbre y la seguridad de los que ya se conoce, pesan mucho. El ánimo de los fieles no ha cambiado tampoco. Seguimos esperando que otros, los héroes del momento, nos sean lo que hagan el trabajo. Por desgracia los héroes no abundan como debieran.
Ya Santa Catalina de Siena decía que lo fundamental para que la Iglesia se transforme es la conversión individual de cada uno de nosotros. Para la Nueva Evangelización es necesaria una Evangelización de quienes estamos dentro de la Iglesia. Esto supone un cambio en la actitud personal y de la comunidad entera.
Merece la pena leer la totalidad de homilía que Benedicto XVI ha pronunciado en la misa de conclusión del Sínodo. De esta homilía extraigo un fragmento que resume muy bien lo que se nos pide.
“Queridos hermanos y hermanas, Bartimeo, una vez recuperada la vista gracias a Jesús, se unió al grupo de los discípulos, entre los cuales seguramente había otros que, como él, habían sido curados por el Maestro. Así son los nuevos evangelizadores: personas que han tenido la experiencia de ser curados por Dios, mediante Jesucristo. Y su característica es una alegría de corazón, que dice con el salmista: «El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres» (Sal 125,3). También nosotros hoy, nos dirigimos al Señor, Redemptor hominis y Lumen gentium, con gozoso agradecimiento, haciendo nuestra una oración de San Clemente de Alejandría: «Hasta ahora me he equivocado en la esperanza de encontrar a Dios, pero puesto que tú me iluminas, oh Señor, encuentro a Dios por medio de ti, y recibo al Padre de ti, me hago tu coheredero, porque no te has avergonzado de tenerme por hermano. Cancelemos, pues, cancelemos el olvido de la verdad, la ignorancia; y removiendo las tinieblas que nos impiden la vista como niebla en los ojos, contemplemos al verdadero Dios…; ya que una luz del cielo brilló sobre nosotros sepultados en las tinieblas y prisioneros de la sombra de muerte, [una luz] más pura que el sol, más dulce que la vida de aquí abajo» (Protreptico, 113, 2- 114,1)”
San Clemente de Alejandría es uno de mis Padres de la Iglesia "favoritos" y la cita que el Santo Padre ha seleccionado es especialmente apropiada. Es una breve oración que San Clemente hace ante el Señor, solicitando Luz y entendimiento. Los evangelizadores necesitan de la experiencia de haber sido curados por el Señor, porque deben ser testigos creíbles.
Un amigo sacerdote se preguntaba, hace unos días en Facebook, qué era necesario para suscitar la experiencia de Cristo en los jóvenes. Lo podemos extender a todo tipo de persona, ya que todos necesitamos de esa experiencia personal. Lo que yo me pregunto es si podemos ser capaces de suscitar la curación de otra persona o es la otra persona quien debe ser capaz de aceptar vivir esa experiencia, cuando se le presenta. Igual que Bartimeo, debemos ser nosotros quienes gritemos a Cristo para que nos cure y transforme. No vale que sea otro el que grite por nosotros. La Fe es la que salva, como dice Cristo de manera reiterada. Dice el Papa:
“La nueva evangelización concierne toda la vida de la Iglesia. Ella se refiere, en primer lugar, a la pastoral ordinaria que debe estar más animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna.”
La pastoral es importante para hacernos comprender que podemos ser santos y que además, debemos intentar llegar a la santidad. Los santos son los mejores evangelizadores, ya que dan testimonio vital de su Fe sin lugar a dudas. Casi deberíamos de pensar en ¿Cómo llegar a ser santos nosotros mismos? Vaya pregunta. ¿Realmente queremos ser santos o nos repele sólo pensar en la lejana posibilidad de intentarlo? ¿Son los santos modelo de vida para nosotros?
Me temo que la mayoría de nosotros pensamos en la vida de los santos como aburrida, triste y insulsa. Pero pocos santos han tenido una vida tranquila. Normalmente han sido personas cuyo compromiso les ha llevado a aventuras inimaginables. Entonces aparecerá en nosotros el temor a perder la cómoda tranquilidad de la anodina vida que vivimos. ¿Por qué cambiar esta vida por otra que está llena de exigencias y privaciones personales? Dice el Santo Padre:
“Deseo subrayar tres líneas pastorales que han surgido del Sínodo. La primera corresponde a los sacramentos de la iniciación cristiana. Se ha reafirmado la necesidad de acompañar con una catequesis adecuada la preparación al bautismo, a la confirmación y a la Eucaristía. También se ha reiterado la importancia de la penitencia, sacramento de la misericordia de Dios. La llamada del Señor a la santidad, dirigida a todos los cristianos, pasa a través de este itinerario sacramental. En efecto, se ha repetido muchas veces que los verdaderos protagonistas de la nueva evangelización son los santos: ellos hablan un lenguaje comprensible para todos, con el ejemplo de la vida y con las obras de caridad.”
Sin duda estamos cansados de espera a que venga alguien a evangelizar y que nada cambie en torno nuestra. Tal vez debemos ser nosotros quienes emprendamos el desafío con nuevas propuestas, creatividad y sobre todo, fidelidad a la Iglesia.
“Además de los métodos pastorales tradicionales, siempre válidos, la Iglesia intenta utilizar también métodos nuevos, usando asimismo nuevos lenguajes, apropiados a las diferentes culturas del mundo, proponiendo la verdad de Cristo con una actitud de diálogo y de amistad que tiene como fundamento a Dios que es Amor. En varias partes del mundo, la Iglesia ya ha emprendido dicho camino de creatividad pastoral, para acercarse a las personas alejadas y en busca del sentido de la vida, de la felicidad y, en definitiva, de Dios.”