Lunes, 25 de noviembre de 2024

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La comunidad Cristiana. Mons. Carlo María Martini

La comunidad Cristiana. Mons. Carlo María Martini

por La divina proporción

Al conocer el fallecimiento del Card. Martini me acordé de un texto breve y complicado de leer, que me encontré por casualidad hace años. El texto tiene un título intrigante: “Reflexiones sobre el sentido oscuro de Dios” y su contenido hace honor al título. La lectura es complicada, en parte por la traducción y en parte porque se intentaba decir algunas cuestiones complicadas de entender. La verdad es que eché bastantes ratos al texto para sacar, poco a poco, el jugo que contenía. 

Entre las ideas que más me hicieron reflexionar estuvo el párrafo que comparto ahora: 

…es preciso dotar al seno de la comunidad cristiana de una especie de incubadora: un espacio de compensación de la separación, más o menos amplia, que hoy se advierte entre la experiencia de la solidaridad cristiana con respecto a la necesidad (que se hace «todo para todos»), y la experiencia de la relación teologal que se articula en la sabiduría de la fe y en la celebración del sacramento. Compensación de la separación, digo: pero el asunto vale también para aquellas situaciones, más frecuentes de lo que pueda pensarse, en las que se da una entrega prematura y confusa del individuo a la experiencia de la fe ya la madurez del testimonio, efectuando, si se quiere, inconscientemente, un paso forzado: de la disponibilidad adolescente, de la conformidad parental y social, o de la emergencia existencial. Forzado porque ha ocupado inoportunamente el lugar de la obediencia de la fe, para aparecer luego en la vistosa presencia de malformaciones de la experiencia religiosa o humana, que inducen resentimiento polémico o mecanismos de autodefensa igualmente disponibles al malentendido teórico y práctico de la genuina identidad cristiana” ( Card. Carlo María Martini, Reflexiones sobre el sentido oscuro de Dios) 

La comunidad cristiana necesita separar y equilibrar las tres dimensiones que la componen: la caritativa (solidaridad cristiana), la formativa (experiencia de la relación teologal que se articula en la sabiduría de la fe) y la sacramental (celebración del sacramento). Normalmente tendemos a quedarnos en una de estas dimensiones, creando problemas de integración de carismas y entendimientos diferentes. El ser humano necesita equilibrio y no puede vivir espiritualmente en una de estas dimensiones sin que se deforme su fe y choque con los demás. El Card. Martini nos advierte de la posibilidad de malformaciones que conlleva no armonizar y equilibrar estas tres dimensiones. 

Si forzamos a la comunidad a vivir una experiencia sesgada es normal que aparezcan resentimientos y malentendidos sobre la fe y cual es la verdadera identidad de la comunidad cristiana. 

Después de decodificar el texto, empecé a reflexionar sobre las diferentes comunidades en que había vivido mi fe desde niño. Es curioso como las comunidades más comprometidas con los aspectos caritativos, se desentendían de los otros dos. Igual sucedía cuando se priorizaba cualquiera de los otros dos aspectos. Lo cierto es que el vacío que se siente al entrar en las comunidades parte de la tendencia a sesgarlas según la comodidad de sus integrantes. Cuando se sesga la comunidad, no es sencillo aceptar con los brazos abiertos a las personas nuevas que llegan. Normalmente se las mira de reojo intentado captar si son afines al sesgo de la comunidad y sólo si se detecta esta compatibilidad se comienzan a establecer lazos de afecto y colaboración. 

Una comunidad equilibrada, acepta el carisma de quien llega y lo integra en si misma para bien de todos. Si encima es comunidad vive en armonía, quien llega se siente en casa desde el primer momento. 

Pero este equilibrio o compensación, como lo llama el Card. Martini, no es sencillo de lograr. Requiere de un germen de equilibrio en todos los que la forman y la capacidad de disfrutar del equilibrio generado por todos y cada uno de quienes componen la comunidad. Esto conlleva saber dejar a un lado “lo mejor” que cada uno de nosotros desea, para disfrutar de “lo bueno” que conseguimos unidos. 

Equilibrio no tiene nada que ver con el tamaño y la profundidad. Una comunidad pequeña puede ser muy equilibrada sin necesidad de que todos sus miembros sean personas excepcionales. El pastor de la comunidad es muy relevante en la consecución de este equilibrio, ya que tiene que actuar como director y compensador de la comunidad. Como un buen director de orquesta, tiene que saber qué instrumentos deben sonar más y cuales menos y en cada momento de obra. Tiene que fijar los tiempos y las formas con que se interpreta. Además debe hacerlo conjugando afecto y autoridad con arte. La gran herramienta que tenemos para conseguir este equilibrio, normalmente la tenemos arrinconada y olvidada: la oración comunitaria.

Los miembros de la comunidad rara vez somos conscientes del trabajo del pastor y tendemos a entorpecer su labor con demasiada frecuencia. También existen pastores que poseen problemas de equilibrio que terminan dando lugar a comunidades llenas de problemas.

La labor de cada uno de nosotros, dentro de nuestra comunidad, es donar lo mejor de nosotros para el bien de todos. Pero no se trata de protagonizar la sinfonía el 100% de tiempo. Se trata de saber estar en el lugar y tiempo adecuado haciendo la función que nos corresponde. Unas veces seremos protagonistas y otras veces, empleados de limpieza de escenarios. Incluso podemos ser simples espectadores de lo que otras personas hacen. Ser perejil en todas las sopas es imposible y además contraproducente. Tal como dice el Card. Martini, querer estar en todas las sopas es un comportamiento adolescente, que trae más problemas que soluciones. 

Estimado lector, quisiera solicitarle una oración por el Cardenal Martini, que nos ha dejado para marchar a presencia del Señor. Descanse en paz, Mons Carlo Maria Martini. Gracias.

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