Lunes, 25 de noviembre de 2024

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¿Cómo evangelizar? Miremos el ejemplo de Juan el Bautista

¿Cómo evangelizar? Miremos el ejemplo de Juan el Bautista

por La divina proporción

Benedicto XVI dedicó la catequesis de esta mañana a Juan Bautista. Nos dice el Santo Padre que “perseveremos junto a Dios en la oración, a fin de que ningún compromiso con el mal y con la mentira de este mundo falsifique nuestra vida”. 

¿Qué falsifica nuestra vida? Tantas cosas que nos aturden y nos sacan de una áspera realidad cotidiana. ¿Áspera? Claro. Es áspera porque nos rozamos en ella continuamente sintiendo que nos ataca. ¿Por qué sentimos eso? Básicamente porque no encontramos sentido a nuestra vida. Que suene el despertador es un fastidio, ya que sabemos que lo que nos toca vivir es un calco de lo de siempre y ese calco no aporta nada a nuestra vida. Sentido es una razón aceptada que nos lleva a un fin determinado y deseado. Lo fácil sería quedarnos predicando que debemos estoicamente soportar este mal trago diario que resulta vivir. Lo fácil es entender la vida como una penitencia que debemos soportar pasivamente. 

Pero el Bautista no se limita a predicar la penitencia, sino que, reconociendo a Jesús como "Cordero de Dios", que vino para quitar el pecado del mundo (Jn 1, 29), tiene la profunda humildad de indicar a Jesús como verdadero Enviado de Dios, haciéndose a un lado, para que Él pueda crecer, ser escuchado y seguido 

La vida de Juan tenía un sentido. Lo primero es lo que le sustenta: reconocer a Jesús como Cordero de Dios. Es decir conocer que cada acto que el realice tiene como objetivo señalar a Jesús como el Camino, la Verdad y la Vida. Juan predica con sencillez y humildad. El no es nada más que una voz que clama en el desierto, pero una voz necesaria. Necesaria porque propicio que muchas personas se acercaran a Jesús. Pero incluso el fin que habría de tener Juan el Bautista, da testimonio de Dios y de la Verdad. 

Como último acto, el Bautista testimonia con su sangre su fidelidad a los mandamientos de Dios, sin desmayar o dar marcha atrás, cumpliendo hasta el fondo su misión. San Beda, monje del siglo IX, en sus homilías, dice así: ‘Por [Cristo] dio su vida, a pesar de que no recibió la orden de renegar a Jesucristo, sino sólo la de callar la verdad. Y puesto que no calló la verdad, murió por Cristo, que es la verdad ’(Hom. 23: CCL 122, 354). Precisamente, por amor a la verdad, no pactó y no tuvo miedo de dirigir palabras fuertes a los que habían perdido el camino de Dios. 

Juan el Bautista fue el primer evangelizador. Fue el primero que difundió la Buena Noticia a quienes le quisieron escuchar. No tuvo miedo ni pacto con quienes les incomodaba la cercanía del Mesías. El amor a la Verdad era muy superior al día a día que le tocó vivir. A veces no imaginamos a estos santos como personas que tienen poco de seres humanos. Parecen de piedra, incapaces de errar un paso en su camino. Otras veces los imaginamos como seres que han perdido la cordura y actúan de forma automática sin saber casi lo que hacer. Pero los grandes santos eran personas idénticas a nosotros y casi todo. ¿Qué les hacía actuar así? 

Queridos hermanos y hermanas, celebrar el martirio de san Juan Bautista nos recuerda también a nosotros, cristianos de nuestro tiempo, que no se puede llegar a compromisos con el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad. La Verdad es verdad y no hay compromisos. La vida cristiana exige, por decirlo de alguna manera, el «martirio» de la fidelidad cotidiana al Evangelio, es decir, el valor de dejar que Cristo crezca en nosotros y sea Él quien oriente nuestro pensamiento y nuestras acciones. 

El Santo Padre nos señala el sentido profundo del día a día de todo cristiano. Dejar que Cristo crezca en nosotros y sea Él quien nos señale el camino. Es decir que Cristo sea el sentido para cada paso y acción que realicemos. ¿Cómo hacer esto? Parece imposible que todo lo que hagamos tenga como sentido al Señor, pero no lo es. Tendríamos que ser conscientes que todo lo que existe es don de Dios y que todo acto de nuestra voluntad puede ser reflejo de la Voluntad de Dios o simplemente un acto rebeldía consciente o inconsciente. La gran pregunta es ¿Cómo saber que se está actuando según la Voluntad de Dios? La verdad es que quien está unido al Señor lo sabe. 

Pero esto sólo puede suceder en nuestra vida si la relación con Dios es sólida. La oración no es tiempo perdido, no es robar espacio a las actividades, incluso a las apostólicas, sino que es exactamente lo contrario: sólo si somos capaces de una vida de oración fiel, constante y confiada, será el mismo Dios quien nos dará la capacidad y la fuerza para vivir de modo feliz y sereno, para superar las dificultades y testimoniarlo con valor. Que san Juan Bautista interceda por nosotros, a fin de que sepamos conservar siempre la primacía de Dios en nuestra vida.

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