Lunes, 25 de noviembre de 2024

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Devolverles a los santos su humanidad

Devolverles a los santos su humanidad

por Duc in altum!

 Nos hace falta desmitificar la vida de los santos y de las santas. Es decir, devolverles la humanidad que algunos hagiógrafos les han quitado, para convertirlos en personas tristes, solas, distantes, raras y doloristas. La santidad es el encuentro de lo natural con lo sobrenatural, sin embargo, esto no significa que haya que eliminar rasgos tan humanos como sonreír, llorar, reír, cantar, bromear, sentir el empuje de la sexualidad, etcétera.

El buen sentido del humor es una de las principales características o el común denominador de los santos. Por esta razón, sin negar los fenómenos místicos que marcaron a muchos de ellos, hay que evitar caer en la idea de que la conquista de la santidad es un proyecto prácticamente imposible de construir, de alcanzar. Los hombres y mujeres que siguieron a Cristo hasta el final, también cometieron errores y pecados, sin embargo, la diferencia es que ellos aprendieron a levantarse de sus caídas, consiguiendo dominarse a sí mismos. Por lo tanto, atribuirles una perfección que solo corresponde a Dios, es un error.

Pensar, por ejemplo, que la santidad consiste en poner los ojos en blanco y tener un tono de voz terrorífico, casi de ultratumba, no coindice con Jesús, quien buscó dar a conocer su mensaje de una forma alegre, humana y sencilla. Irónicamente, mientras Cristo se encarnó, asumiendo un rostro humano para volverse más accesible a nosotros, otros pretenden deshumanizar a los santos, desconectarlos del contexto histórico y social en el que se desenvolvieron en medio de no pocos desafíos. Si Jesús se hizo uno de nosotros en todo menos en el pecado, ¿por qué debemos hacer de los santos una especia de entes flotantes lejanos a cualquier concepción o rasgo que los identificara como hombres y mujeres que andaban en las calles, que tenían amigos, que sonreían, que saludaban y, sobre todo, que sabían comprometerse con la vida, con el mundo y con la Iglesia?

Incluso los místicos, como San Teresa de Ávila, la Venerable Concepción Cabrera de Armida o San Pío de Pietrelcina, en medio de sus éxtasis, eran personas que a los ojos de los demás resultaban gente accesible, de carne y hueso. Lo anterior, debido a que no buscaban llamar la atención, sino seguir sencillamente lo que Dios les había dado a conocer. Necesitamos santos y santas que sean cercanos y que, por ende, no proyecten la idea de una fe desencarnada. Pienso, por citar un caso, en el beato Juan Pablo II, quien además de haber sido un gigante de la fe, fue deportista, actor, filósofo, poeta, etc. Un hombre en todo el sentido de la palabra.

A modo de conclusión, hay que valorar o tener en cuenta que la santidad es una puerta abierta a todos, que no hay límites de edad o fronteras culturales, pues el Espíritu Santo sigue llamando, atrayendo, formando y enviando a trabajar por un mundo mejor. Dejemos las exageraciones, los desvíos de una fe deshumanizada, para entrar de lleno en la experiencia de Dios, manteniéndonos unidos a la Iglesia y, desde luego, a su guía que es de gran ayudad para no perder de vista que la meta de todo esto es Jesús.

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