Cuando la política se opone a la ética y a la economía
Cuando la política se opone a la ética y a la economía
Desde la crisis económica mundial que se dio en el año 2008, cuyas repercusiones siguen provocando estragos en el sector financiero de un gran número de países como España y Grecia, se ha iniciado un intenso debate en las más variadas latitudes del mundo sobre las causas y consecuencias que han puesto en tela de juicio al actual sistema. Sin duda alguna, el colapso de los diferentes mercados, se debe en gran medida a la falta de voluntad política para tomar decisiones que sostengan el principio del bien común y reduzcan el nacionalismo radical. En otras palabras, mientras los jefes de los Estados más desarrollados, continúen velando únicamente por sus propios intereses, imponiendo sus criterios y determinaciones, resultará imposible alcanzar la recuperación y posterior estabilidad económica. El que, por ejemplo, Francia y Alemania, como potencias mundiales intervengan a favor de la resolución de la crisis europea es algo muy razonable, sin embargo, no pueden prescindir de la opinión de países como Luxemburgo que podrían verse seriamente afectados por la implementación de sus medidas anti crisis. Se trata de provocar el menor número de daños o efectos colaterales.
La política ha caído en manos de personas indecisas, cuya inexperiencia e inercias han puesto un freno a la ética y a la economía, reduciendo el progreso a mínimos históricos. Si quienes toman las decisiones que rigen el orden global, no tienen claras las nociones éticas y administrativas fundamentales, difícilmente podrán constituirse como líderes creíbles y capaces. La crisis actual, es una crisis política. Se ha dejado a un lado la voluntad de sentarse a dialogar y, desde ahí, alcanzar los acuerdos necesarios para reformar las normas que actualmente rigen a las principales operaciones comerciales.
Cuando la voluntad política se cierra a las aportaciones de la ética y de la economía, empieza a caminar en la obscuridad, pues se queda sin los criterios necesarios para la recuperación y el desarrollo social de los Estados. A esto habría que agregar que muy pocos políticos tienen experiencia en el campo de los intercambios comerciales y de los balances monetarios, lo cual, a su vez, plantea la necesidad de que los principales actores en lo que se refiere a la administración pública, se reúnan con expertos que se atrevan a exponerles sus críticas y propuestas. Lógicamente, además de dar paso a los criterios económicos, es decir, a todos aquellos que realmente conocen las estructuras del sistema financiero, se tiene que trabajar a nivel jurídico y moral, pues de otra manera la respuesta a la crisis sería insuficiente.
Los políticos tienen que construir puentes, tomando decisiones creativas y, a su vez, conectadas con aquellos sectores que tienen experiencia en la resolución de problemas socioeconómicos. Mientras no contemos con políticos coherentes y experimentados, se mantendrán cerradas las puertas del progreso. Es urgente, por lo tanto, abogar por la necesidad de formar una nueva generación de hombres y mujeres que sepan hacer de la política una vía para transformar positivamente la situación actual.
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