Los movimientos eclesiales no son infalibles ante el sectarismo
Los movimientos eclesiales, independientemente de su nombre, carisma, fundador, historia y misión, son una de las grandes aportaciones del Concilio Vaticano II, sin embargo, esto no los hace infalibles ante el sectarismo, cuyos síntomas son equiparables a las ideas y conductas que sostuvieron los fariseos ante Jesús. Los dirigentes y coordinadores de los diferentes movimientos tienen en sus manos, no sólo buena parte del futuro de la nueva evangelización, sino la responsabilidad de garantizar que sus respectivos grupos, no pierdan de vista lo esencial, es decir, el mensaje de Cristo, pues de otra manera, podrían convertirlo en una palabra fundamentalista y trasnochada. Pensar, por ejemplo, que fuera de los movimientos eclesiales, todo es horror, corrupción y desencanto, resulta contrario al Evangelio, pues así pensaban los fariseos, quienes miraban a los demás por encima del hombro.
La verdad revelada en Jesucristo, no puede “privatizarse”, es decir, atribuirse a un sólo movimiento eclesial, porque pertenece a la Iglesia entera. Es por esto, que no se trata de estar divididos, sino de caminar en una misma dirección, aunque con rutas diferentes, según la vocación y el carisma de cada quien. Los movimientos eclesiales, son un paso importante, pues gracias a ellos, eventos como la Jornada Mundial de la Juventud han llegado a muchas personas alrededor del mundo, sin embargo, esto no quita el riesgo de perderse en las formas, en lugar de llegar al fondo. El sectarismo, es un riesgo latente, sobre todo, para aquellos fundadores, coordinadores o dirigentes, cuya prepotencia se refleja incluso en el modo de expresarse, llegando al colmo de marginar a los que piensan diferente, sin importar que se sean católicos o no.
Para evitar caer en el sectarismo, los movimientos eclesiales, deben favorecer una formación integral. En otras palabras, crecer en la fe y en la razón, pues cuando falta una de las dos, el resultado es del todo negativo. Si los movimientos se mantienen en comunión con el resto de la Iglesia, las cosas saldrán bien, pues vivirán el sentido y trascendencia de la fe cristiana, integrando equilibradamente cada uno de sus elementos. Busquemos la unión, para dejar a un lado cualquier actitud sectaria.
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