¿Discernimiento vocacional o llenar los seminarios?
¿Discernimiento vocacional o simplemente llenar los seminarios y noviciados?
Sé que me estoy adentrando en un tema muy delicado, sin embargo, los problemas, no se resuelven ignorándolos, sino identificándolos. Aunque en África y, desde luego, en ciertas regiones de Asia, el número de sacerdotes, religiosos y religiosas, sigue aumentando, produciendo una ola de entusiasmo, al interior de la Iglesia, no podemos dejar de mirar la dura realidad que golpea a los seminarios y congregaciones que se encuentran en Europa y en América. ¿Qué hacer al respecto? Ante todo, optar por el discernimiento vocacional, pues, al identificar la falta de aspirantes, puede aparecer la tentación, consistente, en “abaratar” la opción de la vida religiosa, ofreciéndola al primero que aparezca en escena o, lo que es peor, cayendo en el “lavado de cerebros”, al influir, de una forma reprobable, en la conciencia de los jóvenes. Aunque nunca hay que generalizar, pues hay muchos promotores vocacionales y formadores que se toman enserio la cuestión, no podemos pasar por alto lo que ha estado sucediendo en este sentido.
El que las cosas se estén complicando, por la baja de vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, no quiere decir, por ningún motivo, que se deban conseguir “acarreados”, es decir, hombres y mujeres, quienes, al no tener un futuro prometedor, optan por la vida consagrada, pensando que así pueden huir de sus problemas personales y económicos, pues esto, lógicamente, atenta contra la naturaleza misma de la vocación religiosa o sacerdotal. El principal problema es que, a veces, los promotores vocacionales, se engañan a sí mismos, pues prefieren mandar al primero que se encuentren, antes que avisar al Consejo General o, en su caso, al Sr. Obispo, que no han podido conseguir a nadie.
Ahora bien, algunos se preguntarán, ¿cómo saber quién o quiénes son los adecuados? La respuesta no es nada fácil, pues como dice el dicho, “caras vemos y corazones no sabemos” sin embargo, cuando se parte del discernimiento vocacional, es decir, del acompañamiento, el cual, a su vez, surge de un proceso, el promotor o director espiritual, si bien es cierto que puede equivocarse, está en mejores condiciones para acercarse a la realidad del aspirante, pudiendo ser más claro y, desde ahí, mejorar la calidad de aquellos que se aproximan al noviciado o, en su caso, al seminario. No se trata de caer en la subjetividad, juzgando a diestra y siniestra, al quedarse en las apariencias, las cuales, como ya se dijo, casi siempre, son engañosas, sino de acompañar al candidato, evitando saltarse etapas que son claves en todo proceso vocacional, como el autoconocimiento.
Más vale un sacerdote que viva plenamente su vocación, acercando a los demás hacia Dios, que diez, engañados y llenos de frustraciones, por no haber llevado un buen proceso de formación. Lógicamente, si se consigue elevar la cantidad, conservando la calidad, mucho mejor, sin embargo, mientras esto sucede, no hay que dejarse engañar, pues la vida religiosa, no es andar con la guitarra y el “morralito” todo el día, asumiendo un lenguaje rebuscadamente piadoso, como lo hacen algunos aspirantes, para ganarse el aplauso de su promotor o director, sino responder libremente a la invitación que el Señor les hace.
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