Los Ejercicios de San Ignacio y Vince Lombardi

San Ignacio se ha erigido en uno de los grandes protagonistas de los últimos días. No sólo por haber celebrado su fiesta el pasado domingo, sino porque sus Ejercicios Espirituales han salido a relucir en los libros a los que he podido acceder recientemente. La última ocasión en Carta a los Jóvenes, del obispo de Solsona, Xavier Novell, donde el prelado más joven de España explica:

“En unos ejercicios espirituales de corte claramente ignaciano, dirigidos por un hombre de Dios, lleno de sabiduría y arte, durante una meditación de la tercera semana, en el fondo de la iglesia de la casa de espiritualidad, mientras contemplaba a Cristo crucificado, viví mi primer encuentro con el Señor”.

La metodología ignaciana puede aplicarse a muchas facetas de la vida, inclusive al deporte. De hecho y aunque para muchos parezca impensable, la aportación del santo nacido en Azpeitia al fútbol americano, de la mano del mejor entrenador de todos los tiempos, Vince Lombardi, fue clave en la historia moderna de este deporte en el que la disciplina y el orden juegan un papel casi tan importante como la estrategia.

Definir a Lombardi como el mejor entrenador de la historia no admite debate alguno. Este hombre estricto, neoyorquino de origen italiano, revolucionó el fútbol americano, llevando al equipo de la pequeña Green Bay a cinco títulos en siete años, incluyendo los dos primeros Super Bowls, nombre que se le dio al campeonato unificado de la liga que hoy conocemos como National Football League. La importancia del entrenador fue tan grande, que el premio que se otorga al ganador de la Super Bowl es conocido como Trofeo Vince Lombardi.

Lombardi era una persona metódica, ferviente católico que acudía cada día a misa a las 7 de la mañana. Su formación la realizó en la universidad jesuita de Fordham, Nueva York, donde, además de brillar en la práctica amateur del fútbol americano, siendo uno de los miembros de la famosa línea apodada Los Siete Bloques de Granito, discernió durante algún tiempo sobre su posible vocación al sacerdocio.

La precariedad de su familia le obligó a aceptar un trabajo como entrenador en el pequeño instituto Santa Cecilia y, allí, Lombardi descubrió que había nacido para este trabajo. Inmediatamente sumó un éxito tras otro, hasta llegar a ser coordinador de ataque del mejor equipo profesional, New York Giants. Su deseo de ser entrenador principal lo llevó hasta la gélida Green Bay, en estado de Wisconsin, donde, contra todo pronóstico, convirtió a los Packers en una máquina imbatible.

Un perfeccionista, Lombardi no se cansaba de repetir las jugadas una y otra vez durante largos entrenamientos. De hecho, utilizaba hasta los trayectos del campo al comedor para que los jugadores simularan formaciones, mientras esperaban que estuviera lista la cena.

Los métodos de trabajo de Lombardi han sido aplicados al mundo de los negocios. Sus reflexiones sobre El Horario Lombardi (a todos los sitios hay que llegar diez minutos antes de la hora prevista) y El Segundo Esfuerzo (no te rindas tras el primer intento, porque la mayoría de los éxitos, en el deporte y la vida, no se consiguen en la primera tentativa) causaron furor en el mundo empresarial norteamericano a finales de los años 60.

Como siempre, los grandes investigadores buscan las claves que han encumbrado a los hombres de éxito. La mejor biografía de Lombardi, Cuando el Orgullo Todavía Importaba, fue escrita por un ganador del premio Pulitzer, David Maraniss, biógrafo, entre otros, de Bill Clinton.

En el libro, después de un exhaustivo análisis, Maraniss concluye que los éxitos del entrenador se fomentaron en su educación jesuita: aplicando los ejercicios de San Ignacio a su vida y al fútbol americano.